F. J. Errázuriz: «“Es mejor que en la Iglesia no haya sacerdotes...

F. J. Errázuriz: «“Es mejor que en la Iglesia no haya sacerdotes homosexuales”

Compartir

Lo primero que hizo el fiscal de Alta Complejidad Jorge Escobar cuando el cardenal Francisco Javier Errázuriz (85) junto a su abogado, Juan Domingo Acosta, se sentaron frente a él fue leer al exobispo sus derechos como imputado: debía saber en forma específica los cargos por supuesto encubrimiento de delitos sexuales cometidos por sacerdotes que se le atribuyen y por los que la fiscalía, eventualmente, lo formalizará ante la justicia.

En la primera página, de 21 que tiene su primera declaración, a la que tuvo acceso Reportajes, se lee: “Se me investiga por la eventual responsabilidad a título de encubridor (…). Los principales antecedentes son las investigaciones canónicas, más todo el material incautado en los sucesivos allanamientos del Arzobispado de Santiago, Tribunal Eclesiástico y la Oficina Pastoral de Denuncias (Opade)”.

En el primer interrogatorio -del jueves 28 de marzo- se le consultó a Errázuriz por su rol en 11 casos en que se investiga a sacerdotes por abuso sexual de menores y violación. Hubo un caso -sin embargo- que concentró la mayor parte de la indagación: el que involucró al expárroco de El Bosque Fernando Karadima. Fue entonces que en dos oportunidades su defensor intervino y Errázuriz guardó silencio ante las preguntas del investigador, además, en 35 ocasiones ante una pregunta directa de la fiscalía se limitó a responder: “No recuerdo”.

«EL OBISPO DEBE SER JUEZ EN DETERMINADOS CASOS»

Pedro Francisco Javier Errázuriz Ossa nació en Santiago el 5 de septiembre de 1933. Fue el segundo de seis hijos. Sus estudios primarios y secundarios los cursó en el Liceo Alemán. Se ordenó sacerdote en 1961, pero antes estudió Ingeniería en la Universidad Católica, donde junto a otros jóvenes fundó el Movimiento Apostólico de Schönstatt en Chile y conoció a Manuel Camilo Vial y Francisco José Cox. “¿Cuál es la característica del Movimiento en Chile?”, preguntó el fiscal. Errázuriz respondió: “Es un carisma mariano. Conduce hacia la alianza de amor con la Virgen, fe práctica en la providencia divina, pedagogía de la libertad, confianza e ideales evangélicos”.

Entre 1998 y 2008 el sacerdote fue arzobispo de Santiago y lo hizo hasta que cumplió 75 años, la edad límite para ese cargo. Y fue por ese rol en la Iglesia y las acciones que hizo u omitió ante denuncias de delitos sexuales en las que se acusaba a sacerdotes que la fiscalía centró la diligencia. “¿Raúl Hasbún era de confianza suya?”, preguntó el fiscal. El cardenal asintió. Tras eso explicó que lo conocía hace muchos años, porque era un sacerdote diocesano Schönstatt. “¿Le encargaba misiones especiales?”, insistió el fiscal. Errázuriz explicó que “lo nombré promotor de justicia y tuvo que enfrentar algunas causas” y detalló: “Lo nombré el 8 de marzo del año 2010, solo a partir de esa fecha Raúl Hasbún podía investigar”. Agregó que “era muy inteligente, buen investigador. Además, tenía estudios de Derecho y Derecho Canónico. No alcanzó a ser abogado, pero tenía conocimientos del tema”.

El fiscal lo requirió: “¿Usted le pedía cuenta de las investigaciones que realizaba?”. “Él me daba cuenta (hace una pausa y continúa). Es complejo eso, porque el obispo debe ser juez en determinados casos. Si es necesario llevar un caso hasta el final del proceso judicial, lo hace el promotor de justicia. El obispo debe decidir”, respondió Errázuriz. Sobre el rol específico del cargo que asignó a Hasbún, el cardenal explicó: “Él investiga y después puede llevar la causa al obispo y decir ‘acá se necesita una medida cautelar’”.

“¿Usted entiende que los abusos sexuales cometidos contra menores de edad por miembros del clero son pecados o delitos?”, arremetió el fiscal. Errázuriz reflexionó que “son delitos. Hay un avance. Al principio se consideró pecado, luego una deformación sicológica y luego un delito”.

Fue entonces que la fiscalía centró su interrogatorio en el caso de Karadima. “¿Cuáles eran las obligaciones de un obispo?”, consultó el fiscal. El cardenal sostuvo: “El obispo tiene que ser humano, padre, pastor y en unos poquitos casos juez, conforme al documento de la Conferencia Episcopal”. El investigador contraatacó: ¿Usted se mostró solícito con los feligreses que acudían a hacer denuncias?. “Traté de hacerlo”, respondió. El fiscal arremetió: “¿Especialmente con las víctimas de algunos delitos sexuales?”. “Sí. El caso más horrible fue el de Karadima. El grupo que estaba en torno a él lo protegía, si bien yo era el obispo, nunca me informaban lo que ocurría. Hasta que uno, dos y tres dijeron que había abusos adentro, que fue (José Andrés) Murillo, Hamilton y después Juan Carlos Cruz. Para mí el testimonio que me convenció fue el de Juan Carlos Cruz. Por eso, cuando supe, le pedí instrucciones a monseñor (Charles) Scicluna para saber qué pasos realizar” y -aseguró Errázuriz- que lo fue a ver a fines de 2009.

“Entonces, monseñor Scicluna, que tenía mucha experiencia, me dijo que ‘no es competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe ver esos casos’, porque es su competencia solo cuando hay menores de edad. Era competencia nuestra, entonces señaló que iban a llegar muchas cartas de buenas referencias del acusado, pero que no les hiciera caso. En el mes de abril de 2010 se presentó un cuarto denunciante, que era un menor de edad cuando fue abusado y entonces envié los documentos a Roma”.

– ¿Fue en ese momento a hablar con Scicluna?
Fui inmediatamente después de agosto del año 2009. Yo tenía que convencerme si la denuncia era verosímil o no.

Errázuriz fue interrogado justo un día después de que la Corte de Apelaciones de Santiago dictara una histórica sentencia en contra del Arzobispado de Santiago ordenando indemnizar con $ 300 millones a las víctimas del caso Karadima

– En cuanto a la condena del arzobispo de Santiago del día de ayer, en la que se da cuenta de los hechos que afectaron a las víctimas de Karadima, ¿qué le parece a usted?
Por lo menos la sentencia no dice que hubo encubrimiento. Eso me parece importante. Si consideran que no hubo muchas diligencias, bueno, es un juicio como cualquier otro.

– ¿En cuanto a las acusaciones de las víctimas de Karadima?
Era muy difícil creer en la acusación del doctor Hamilton, porque era un doctor, era padre de familia y él decía que fue abusado por casi 14 años. Sin embargo, invitaba a Karadima a su casa, lo invitó al bautizo de sus hijos. En fin, costaba creer en esa denuncia por las circunstancias.

– Entre el 2004 o 2005 hasta cuando va a hablar con monseñor Scicluna, ¿en qué momento fue verosímil para usted?
Yo creo que fue verosímil para mí con Juan Carlos Cruz. El padre (Eliseo) Escudero tendía a creer la verosimilitud de las denuncias. Yo le pedí que hablara con monseñor Andrés Arteaga, ya que él era un hombre objetivo y conocía muy bien al padre Karadima y los denunciantes y él no encontró los hechos verosímiles.

– ¿Aun cuando Arteaga era parte de la Pía Unión Sacerdotal?
Aun cuando era parte de la Pía Unión Sacerdotal, yo le solicité a él, porque le tenía mucha confianza.

– ¿Sigue pensando eso?
Para mí era objetivo en ese momento.

– ¿Cree que fue objetivo en ese momento?
Yo creo que se equivocó. Pero lo creo hoy, que se equivocó.
En su segunda declaración, Errázuriz profundizó en los motivos por los cuales escogió a Arteaga para establecer la verosimilitud de las denuncias que pesaban sobre el hoy exsacerdote Karadima. “Él era crítico del padre Karadima y conocía también a sus acusadores. Ante mí había dado una visión crítica del padre Karadima. No recuerdo el tenor de las críticas, pero sí recuerdo que era crítico de él”.

La fiscalía preguntó a Errázuriz si recordaba que Murillo en 2003 le pidió contactarse con él -a través del padre jesuita Juan Díaz- para contarle lo que ocurría con Karadima en la parroquia de El Bosque. “No recuerdo”, contestó Errázuriz. “¿Llamó a la víctima para corroborar sus acusaciones?”, “no recuerdo”. “¿Inició una investigación previa contra Karadima con el solo mérito de la denuncia de Murillo? ¿Por qué no lo hizo? ¿Estaba usted obligado a hacerlo conforme a las disposiciones del Derecho Canónico?”. A todas estas interrogantes Errázuriz respondió: “No recuerdo”.
Poco antes se le había formulado una pregunta similar respecto de por qué no inició una investigación luego de la denuncia de Murillo en 2003 y Errázuriz en su defensa contestó que “apliqué el Derecho Canónico, el cual exige que se investigue cuando el obispo considera que la denuncia es al menos verosímil. El señor Murillo hizo una denuncia sin firma y sin fecha, y por eso fue descartada la verosimilitud”.

La fiscalía le preguntó si sabía de las maniobras que se desplegaron para que la Clínica Las Condes despidiera a Hamilton. El cardenal dijo que supo “con posterioridad”, y consultado por las acciones para evitar el nombramiento de Juan Carlos Cruz en la Comisión Pontificia de Protección de Menores creada en 2013 respondió: “No comento mis contactos con la Santa Sede en público”.

Sobre la sentencia de la corte en el caso Karadima, en que se establece que el arzobispado “ha sido negligente en su proceder en términos tales que pueden ser calificados como propios de un encubrimiento que da origen a la configuración de un ilícito civil, ¿tiene opinión sobre ello?”. “Creo que procedimos conforme al Derecho Canónico y probablemente la corte no tomó en cuenta ese hecho, porque el Derecho Canónico le pide al obispo investigar cada vez que recibe noticias al menos verosímiles y formarse un juicio a tiempo”, replicó.

“¿Ha actuado con negligencia? ¿Usted se negó a tramitar las denuncias solo en base a la opinión de Arteaga y la fama de Karadima?”. Ante ambas preguntas intervino el defensor Juan Domingo Acosta y quedó constancia de que Errázuriz no contestaría para “salvaguardar su derecho a defensa”, en la primera, y “por pregunta impertinente”, en la segunda. También dijo no recordar haber enviado una carta a los párrocos de Santiago en que defendía a Karadima.

EL CÍRCULO DE EL BOSQUE

Ante la exhibición de un correo electrónico -fechado el 1 de febrero de 2009- que fue incautado por la fiscalía y que contenía un documento titulado “Un problema grave”, cuyo destinatario era el nuncio apostólico Giusseppe Pinto, Errázuriz reconoce que en dicha comunicación se hacía referencia al sacerdote Fernando Karadima. El fiscal le muestra el contenido del documento y el exarzobispo dice no recordar lo que decía y si él lo había elaborado. Ante la pregunta de por qué el correo señala que “no puede quedar en el archivo de la Nunciatura”, Errázuriz explicó: “Le digo que lo mantenga como documento privado de conocimiento personal de él”. Reconoce, además, que no le pidió al promotor de justicia que interrogara al párroco de El Bosque y se defiende: “No confiaba yo en las respuestas del padre Karadima”.

En la misiva Errázuriz se refería a “hermanos obispos” que supuestamente estaban molestos con él por dar crédito a los denunciantes del párroco, por lo que el fiscal le pregunta a quién se refiere y el cardenal dice: “No tengo por qué decirlo… Pertenecían al núcleo cercano a Karadima”. Le consultan, entonces, por qué cerró la investigación y contestó que “porque algunos discípulos de él empezaron a relatar por primera vez procedimientos extraños de Karadima. Abuso de poder, haciendo lo posible para ser la única autoridad moral de sus dirigidos, cortaba las relaciones con su núcleo familiar y amigos. Además, llegaron denuncias de abuso sexual”. Según Errázuriz, cuando una de ellas involucró a un menor de edad decidió mandar el caso a la Congregación para la Doctrina de la Fe. “También le pedí a la CDF que levantara la prescripción de estos supuestos delitos (…). Se cerró el 17 de junio de 2010”.

“¿Cuando usted señala “así quise protegerlos”, se refería a Karadima, a los obispos formados bajo su alero y a los integrantes de la Pía Unión Sacerdotal?”, pregunta el investigador. Errázuriz contesta: “A algunos formados por Karadima que eran inocentes de todo. No recuerdo sus nombres”.

Ante la consulta de si era cierto que visitó a Karadima y le dijo que no se preocupara porque la indagatoria no prosperaría, el cardenal dijo no recordar y “lo encuentro improbable”.

«LE CREÍ A DIEGO OSSA»

El caso del sacerdote Diego Ossa -considerado la mano derecha de Fernando Karadima en la parroquia de El Bosque y sobre quien recaen tres denuncias y una causa penal en la Fiscalía Regional de O’Higgins, además de un proceso administrativo penal de la Congregación para la Doctrina de la Fe- fue la segunda causa por la que más se interrogó a Errázuriz.

Sobre si había recibido denuncias contra ese religioso siendo arzobispo, Errázuriz una vez más dice no recordarlo. “Sí lo conozco, el año 2010 me visitó para informarme de que un varón le estaba pidiendo dinero acusándolo de abuso sexual. Después supe que se llamaba Óscar Osbén, no recuerdo cuándo supe su nombre. Ossa me dijo que lo que pedía era una ayuda, ya en el pasado durante años él le había brindado ayuda económica a esa persona; también me señaló que el padre Karadima ayudaba económicamente al señor Osbén”, respondió el cardenal.

Según Errázuriz, cuando su abogado estudió la carpeta él se enteró de que esa persona le había pedido $ 100 millones a Ossa, pero que éste le había dado mucho menos de $ 10 millones. “(Ossa) me manifestó que la acusación de Osbén de haber cometido un abuso era falsa (…). Me dijo que para entregar esa ayuda se valía del abogado Juan Pablo Bulnes. También me mostró algunos mensajes que había recibido del señor Osbén y ninguno de ellos señalaba que se trataba de dinero a cambio de no denunciar al padre Ossa, esto me dejó tranquilo”. Ante la pregunta de por qué Ossa acudió a él, Errázuriz señaló: “Por el hecho de ser su obispo, quizás se sentía afligido”.

Le preguntan entonces si era efectivo que el canciller Hans Kast le remitió una nota escrita para enviar los antecedentes de Osbén al promotor de Justicia Raúl Hasbún, ante lo que Errázuriz responde: “No recuerdo, pero sé que el padre Hasbún investigó el caso. Consideró que no había antecedentes de sustento para dar por acreditados los hechos constitutivos de delito”. El fiscal preguntó, si Ossa no fue sancionado por qué le entregó dinero a la víctima: “El padre decía que era por misericordia”, respondió Errázuriz, y agregó que “me pareció raro el pago que él realizaba, yo en su momento le creí su versión, pero con el tiempo me parece un poco extraña”.

HOMOSEXUALIDAD EN LA IGLESIA Y EL DERECHO CANÓNICO

En la segunda declaración y luego de que el mismo Errázuriz hiciera referencias a situaciones de relaciones homosexuales entre sacerdotes que, además, tenían denuncias por abuso, la fiscalía consultó: “A su juicio, ¿la homosexualidad es incompatible con el sacerdocio?”. El exarzobispo sentenció que “es mejor que no haya sacerdotes homosexuales. No está excluida una persona que domine totalmente su homosexualidad, pero la mayoría quiere tener la certeza de serlo y hacen actos de homosexualidad”.

Al explicar cómo en la Iglesia se tramitaba una denuncia contra un clérigo, Errázuriz se apresuró en aclarar que todo lo definía el “Canon 1717” del Derecho Canónico. Esta norma sostiene que “siempre que el ordinario tenga noticia, al menos verosímil, de un delito, debe investigar con cautela, personalmente o por medio de una persona idónea, sobre los hechos y sus circunstancias, así como sobre la imputabilidad, a no ser que esta investigación parezca del todo superflua”.

Para Errázuriz había una complicación con la interpretación de esta norma y lo explicó: “El problema de esto es que el concepto de ‘al menos verosímil’ retarda mucho el tiempo, provoca demora. Le coloca a uno una condición, que para el ordinario obra de freno. Que sea probable que haya ocurrido el delito. El concepto de ‘al menos verosímil’ provoca un juicio previo a la investigación, por desgracia”. Acto seguido completó su idea: “Si yo recibo una noticia, un rumor de si un sacerdote está cometiendo una imprudencia que no me parece verosímil, no es obligatorio, ni tiene el deber de investigar”. “¿Como obispo ordinario no tiene el deber?”, preguntó el fiscal, y Errázuriz afirmó: “No tiene el deber de realizarlo al tenor del Canon 1717”.

En otro pasaje de sus dos interrogatorios la fiscalía emplazó a Errázuriz a que respondiera si había cumplido con su obligación de velar porque los clérigos cumplan “la ley divina del celibato respecto de menores de edad o personas en situación de indefensión”. Errázuriz contestó: “Sí, con todas las limitaciones propias de una diócesis con más de 200 sacerdotes, lo que hace difícil seguir a cada uno. En detalle, era difícil estar pendiente de cada sacerdote”.

Sobre si cuando se fue del arzobispado, en 2008, le dejó a su sucesor Ricardo Ezzati las denuncias contra clérigos, Errázuriz asegura que le pidió a Hasbún que lo hiciera. “¿Sabe si Raúl Hasbún lo hizo?”, preguntó el fiscal, ante lo que respondió: “Supongo, era un hombre correcto”. Le preguntaron, además, por archivos en la Iglesia ante lo que el cardenal dijo que había. “¿Existe el denominado archivo secreto del obispo?”, ante lo que Errázuriz sostuvo: “No recuerdo, pero yo creo que más bien había un archivo más bien privado y confidencial”. El Ministerio Público le preguntó si “se llevó el archivo” cuando terminó su labor en el arzobispado. “No, todo estaba en el arzobispado”.


* “Gracias a Dios, Precht se desdijo”

En el marco de la investigación al obispo castrense Pedro Quiroz, la fiscalía le preguntó a Errázuriz si siendo arzobispo se le había informado de una denuncia en su contra como habría sostenido el sacerdote Cristián Precht. El cardenal dijo “no” y acto seguido explicó que “gracias a Dios, Precht se desdijo de lo que señaló. Me envió un WhatsApp el día 26 de noviembre de 2018 y me dice textualmente: “Un saludo cordial. La Tercera afirma o sugiere que yo te haya dejado como encubridor de un cura que prestó servicios transitorios en la zona sur. ¡No es verdad!”. ¿Por qué se lo trasladó al norte? Errázuriz comentó: “No sé, faltaba capellán”.



* “Tenía la costumbre de cambiar a párrocos”

Respecto del sacerdote Jorge Laplagne acusado por un exacólito de abusos, Errázuriz dijo que a la luz de los hechos “claramente” no fue una buena medida trasladar al clérigo a una parroquia que quedaba en el domicilio de la propia víctima. “Nadie me dijo, si no lo habría trasladado a otro lugar”, señaló, y aseguró que “yo tenía la costumbre de cambiar a los párrocos entre los 10 y 12 años de servicio parroquial en un lugar y Laplagne ya lo había cumplido”. Además, aseguró que la medida fue para “proteger a la madre” de la víctima, ya que ella era secretaria en la parroquia y “la víctima tenía temor a que con su denuncia la mamá quedara sin trabajo”.



* La cita con Jovino Novoa por el caso Spiniak

La fiscalía también le preguntó a Errázuriz por el libro La verdad del caso Spiniak, en que se señala que él apoyaba al sacerdote José Luis Artiagoitía y que después de una reunión con Jovino Novoa y parte de la directiva UDI le habría quitado el piso al religioso. Ante eso respondió: “Jamás he prestado apoyo especial al padre Artiagoitía. Se metieron solos con la Gemita Bueno en ese caso. Fueron ambos condenados por falso testimonio. Nunca le di piso, por eso tampoco podía quitárselo”. “¿Se reunió con Novoa?”, se le preguntó: “Tengo un vago recuerdo”. “¿Sabe de qué trató la reunión?”. “No recuerdo, vagamente recuerdo que lo asociaban a él con Gemita Bueno”, dijo.



* Centro “terapéutico” para curas homosexuales

Una de las denuncias que indaga el Ministerio Público es respecto del sacerdote Héctor Domínguez, a quien Errázuriz envió al extranjero en medio de las acusaciones. “Otra medida que tomé fue enviar al sacerdote Domínguez al Centro Terapéutico Alberione, centro especializado en ayuda sicológica a sacerdotes en Guadalajara, allá estuvo desde mediados de mayo de 2009 hasta fines de julio de ese año”, dijo. Agregó que ese lugar trataba “a sacerdotes en casos de alcoholismo que eran homosexuales y conductas indebidas”. “¿Quién costeaba esto?, preguntó la fiscalía: “El Arzobispado (…). Eran “medidas terapéuticas, son de sanación”, respondió Errázuriz.

* El caso del suicidio en Lebu
Errázuriz también respondió respecto a qué hizo en el caso del exsacerdote Héctor Valdés, expulsado de la Iglesia en 2013 y que cargaba con denuncias de abusos sexuales contra menores, uno de ellos Cristián Rocha, quien se suicidó en Lebu.

La fiscalía preguntó por cartas en las que se aludía al comportamiento homosexual abusivo del religioso y el vínculo de sus conductas con la decisión del joven, además de una carta de Hans Kast al superior de la Congregación Misioneros de San Francisco de Sales. La misiva devela la orden de Errázuriz de no enviar la carta hasta que se termine la indagatoria contra otro sacerdote. “Yo preferí que concluyera la investigación previa”, admitió.

REACCIÓN DEL MOVILH

El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) acusó hoy al ex arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, de “pretender usar a la homosexualidad como chivo expiatorio de los encubrimientos y abusos sexuales cometidos por sacerdotes, todo lo cual refleja su baja estatura moral”.
El Movilh replicó que “lo mejor para la sociedad, y por cierto para la Iglesia, es que no existan curas abusadores, encubridores, pederastas, pedófilos, homofóbicos o misóginos. Ellos, y no la orientación sexual de las personas, son los responsables de delitos, de atropellos a los derechos humanos y de la decadencia en la cual se encuentra la Iglesia Católica”.
Para el vocero del Movilh, Óscar Rementería, resulta “alarmante el descaro homofóbico de Errázuriz, al pretender mezclar los abusos sexuales con la orientación sexual de las personas. Ello solo explicita su odio contra las personas LGBTI y, por sobretodo, sus inmorales estrategias para confundir a la opinión pública y responsabilizar a una orientación sexual natural de las personas con delitos que han dañado las vidas de miles”.
A juicio de Rementería, lo expuesto “es evidente cuando Errázuriz mezcla a la homosexualidad con “conductas indebidas” que debían, a su juicio, sanarse en el Centro Terapéutico Alberione. Pues bien, en primer lugar debe aclararse que toda terapia reparativa de la homosexualidades es considerada una tortura por la Organización Mundial de Salud. En segundo lugar, el mencionado Centro Terapéutico, fue más bien un lugar para encubrir y brindar apoyo emocional a los curas pederastas, entre 1989 y 2001, según señaló en 2016 el propio cardenal mexicano Juan Sandoval Íñiguez, también conocido por su virulenta misoginia y homofobia”.
En su desesperado, confuso y poco creíble declaración, Errázuriz no trepida en identificar culpables donde hay inocentes y sindicar como inocentes a los verdaderos abusadores. En otras palabras, su confusión intencional entre víctimas y victimarios explicita su motivaciones siniestras y perversas que contravienen la universidad de los derechos humanos”, puntualizó Rementería.(La Tercera-SoyChile)

Dejar una respuesta