F.J. Cuadra: «Legado de Bachelet es la pulverización de su sector»

F.J. Cuadra: «Legado de Bachelet es la pulverización de su sector»

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Viene llegando de Paraguay, país al que va regularmente a hacer consultorías, y que le encanta visitar, según cuenta. Quizás porque desde allá puede mirar la realidad de Chile con mayor distancia, la misma que le permite, cada cierto tiempo, hacer un análisis descarnado del escenario político interno.

Y es que si bien Francisco Javier Cuadra está alejado hace muchos años de la primera línea, su interés por los asuntos de Estado no se ha extinguido. En esta oportunidad conversó con EL MURO sobre el contexto presidencial y el alcance de la candidatura de José Antonio Kast en la centroderecha.

Además, entregó su opinión respecto al conflicto en La Araucanía y el desarrollo de ese problema, al que califica de un asunto de “moda” que instalaron los “intelectuales progre” durante los últimos 15 años. Dice que mientras no se haga respetar el estado de derecho, y se enfrente el tema con realismo, no habrá una solución.

¿Cómo evalúa la candidatura de José Antonio Kast?

Me parece que la campaña de Kast es la mejor de todas las campañas, en términos que entra en un momento preciso, en orientación hacia la primera vuelta. Y con contenidos que van obligando a sus contendores más cercanos a tomar posición en una agenda de temas en que los electores tienen que definir para dónde van.

Viéndola desde la izquierda, Beatriz Sánchez está siendo víctima de su desconocimiento público previo, además le juega mal haber tenido que definir su opción en una primaria, casi cinco meses antes de las elecciones. Entonces llega con el caballo cansado a la recta final. Y uno se pregunta si el jadeo del caballo se debe a que no es un caballo de carrera, la preparación no fue buena, le falla el sistema de respiración, o porque el jinete es malo.

También ha obligado a Piñera a pronunciarse, como ocurrió en estos días con el tema de la delincuencia.

Es cierto. Ha obligado a Piñera a tomar posición en temas que le son fáciles. Mostró clara y abiertamente su posición frente a la izquierda y los progres. Y se llegó a pensar que incluso podría retroalimentarse por la vía del insulto, pero uno ve que, por ejemplo, Kast pesa mucho más que Artés, donde éste desaparece y Kast sigue creciendo dentro de su ámbito, hasta el punto que va a ser relevante si es que hay segunda vuelta.

¿Kast es una piedra en el zapato para Piñera?

La verdad la vamos a conocer la noche de la primera vuelta, pero los miles de votos que saque Kast van a pesar mucho más cualitativa que cuantitativamente en el análisis de ese resultado. Porque de haber estado con Piñera, probablemente le podría haber asegurado una mejor posición en términos de primera vuelta, o en una de esas haber definido la elección en esa instancia.

¿Le parece que Kast ha enfrentado sin tapujos a la izquierda?

Lo que hace Kast es posible debido al deterioro del momento político. La situación del país explica que se pueda producir un fenómeno como el de Kast. Así como las candidaturas de la izquierda explican un momento crítico de esa parte del espectro, como consecuencia del gobierno de Bachelet, en que la centroizquierda e izquierda se dispersan.

Hay un proceso de pulverización que va a tener que reordenarse desde el término de la elección presidencial. Y esto es análogo a lo que va a pasar en materia parlamentaria.

¿La candidatura de Kast permite a Piñera mostrarse como alguien más de centro, moderado?

Esa es una visión que a Piñera le conviene, pero depende de las extensiones que eso tenga. Y en el caso de los votantes de Kast, lo importante del análisis es qué va a pasar con esos electores en segunda vuelta, si es que la hay.

¿Su respaldo proviene principalmente del mundo militar, o va más allá de ese margen?

Es muy difícil hablar de mundo militar, en el sentido que no es un colectivo identificable. ¿Qué es el mundo militar? ¿Son las personas que están en funciones, en retiro? ¿Es la familia chica, la familia grande, son las amistades, a modo de gente que no tiene nada que ver con la familia militar, y que va a votar igual por Kast?

Lo que es interesante es que sus planteamientos más definidos, más decantados y menos ambiguos, se expresan en un momento en que todo el espectro político está en veremos, en el sentido de que la parte más crítica de ese espectro es lo que ocurre desde la centroizquierda hacia la izquierda.

El legado real de Bachelet es la pulverización del sector que ella representó.

¿Observas a la derecha hoy más dispuesta a enfrentar las consignas de la izquierda y sus posturas?

Tengo la impresión que si uno intenta abstraer para llegar a una lectura sintética de lo que está pasando, nos encontramos con un país que ha sido gobernado por una presidenta elegida por la centroizquierda, pero que cada vez evolucionó en sus contenidos más hacia la izquierda, y particularmente en una actitud trágica, que es apostar a un legado y sacrificar los resultados.

Eso no es política; es tragedia, mitología. Es cualquier otra cosa, menos política. ¿Por qué? Porque ese sueño, que para mí es una pesadilla, se transforma, no para mí como sujeto, sino como objeto, en una pesadilla objetiva, porque los resultados van a fagocitar el sueño. Y por lo tanto ese sueño va a devenir en pesadilla.

Entonces, qué ocurre. En ese momento, ¿el pueblo se enfrenta a qué?, ¿cuáles son los problemas? Los problemas de la gente son primero la inestabilidad del empleo, y un problema de seguridad cada vez más crítico.

Estamos viviendo un momento en que se ha llegado a hablar de La Araucanía en los términos como lo hemos visto. La cuestión de seguridad tiene un correlato con una crisis de Carabineros no resuelta por la autoridad del Ejecutivo, donde el legislativo observa, y el judicial está esperando que el Ministerio Público le presente el desarrollo de las investigaciones. Y mientras tanto hay incidentes como el de La Legua, que está reflejando una realidad impresionante: un alto consumo de droga en Chile, y los narcotraficantes haciendo lo que quieren.

Después comenzamos a hablar de política económica, política social y desarrollo humano, pero estamos en una situación en el país, en que la centroizquierda y la izquierda, que son el espacio político de la Presidenta Bachelet, están en el estado de pulverización en que se encuentran, ya que no son capaces de dar cuenta de la realidad que están dejando como legado efectivo, que es lo que hace que este sueño se transforme en pesadilla.

Desde el punto de vista de la centroderecha y la derecha, lo que hace Kast es decir simplemente dónde están los temas fundamentales.

La causa mapuche: “una moda”

¿Qué opinión tiene del tratamiento que le ha dado este gobierno al tema de La Araucanía?, entendiendo que es un problema de larga data. ¿Cómo se manejó este asunto durante el gobierno militar?

Tú aludes algo que para mí es central, que tiene que ver con las generaciones. Sociológicamente hablando, en los últimos 15 años el tema de La Araucanía es una cuestión de moda. En la generación anterior no existía esa moda.

Durante el gobierno militar, el general Pinochet, específicamente, tuvo no solo en el plano institucional, sino que también personal, muy buenas relaciones con las personas mapuches reales; vale decir, los mapuches de carne y hueso. Y no con la entelequia, que en la última generación, de los últimos 15 años, se ha creado desde el mundo de los “intelectuales progre”, que han puesto de moda la cuestión de La Araucanía.

Y cuando digo esto, me refiero a dos cosas: primero, a un cierto angelismo, que en el caso de los “intelectuales”, es un angelismo voluntario, y que consiste en rescatar una visión de la historia de lo que llaman cuestión mapuche, que es absolutamente fracasada.

Desde el siglo XVI en adelante, quizás quien mejor definió esa posición fue el padre Luis de Valdivia, un jesuita que se empecinó en que el tratamiento de la frontera del BioBío, no podía ser hecha en términos políticos, sino que religioso y cultural. Y el resultado de plan del padre Luis de Valdivia fue que los araucanos lo detuvieron, torturaron y mataron.

Eso no es conocer la realidad del tema. Porque siempre ha habido dentro de la gran comunidad mapuche, comunidades geográficamente identificables, que fueron conflictivas. No hay mapuches en abstracto. Es distinto el mapuche de la costa, del valle y de la cordillera. Y la enorme mayoría del pueblo mapuche, desde el siglo XVII en adelante, a través de cómo reaccionó la monarquía con el sistema de parlamento, convivieron estratégicamente en torno a la línea de la frontera, de buena manera.

En la historia hay una fusión real entre las dos sociedades, que fueron desarrollando un modo de convivencia, pese a que en ocasiones había inconvenientes.

¿Desde cuándo cambió ese modo de convivir?

En la última generación, un grupo de “intelectuales progre”, y lo digo entre comillas, porque muchas veces es gente ignorante de la historia, o a veces deliberadamente silenciadora de la historia, y articulador de una impostura sobre la cuestión mapuche, crearon un artificio que sustituye a la realidad y a la historia.

Y esto no es nada nuevo. Esto, en la cultura de occidente tiene que ver con El Mito del buen salvaje, que ya desde la utopía de la Grecia antes de Cristo estaba definido como género literario de la política.

En el fondo es la construcción de un relato paralelo.

Y también diría voluntarista. Porque dejémonos de cosas, ocurrió y fue real. Vino desde Francia; y no es llamativo que desde Francia, Suiza y Bélgica provengan las ONG que hoy financian a los grupos araucanos extremistas. Que son mínimos desde el punto de vista de representatividad y número en la gran comunidad mapuche.

¿Cómo se debe abordar este tema?

Las repúblicas contemporáneas, con las clases políticas que tenemos en Chile y Argentina son tan ignorantes como esos intelectuales, y no ven la realidad. Y lo que ha ocurrido en los últimos 15 años, es que tenemos en los medios de comunicación del mundo instalada la cuestión mapuche en Chile y Argentina.

Entonces, el gran problema político del momento es qué va a decir el Papa Francisco en Temuco.

¿Dónde está la falencia?

La falencia viene de no saber identificar la realidad.

¿Puede haber una solución si los gobiernos no hacen respetar el estado de derecho?

Lo primero es que efectivamente se haga respetar el estado de derecho, la ley. En términos que el Estado de Chile cumpla su obligación fundamental, que es dar seguridad a las personas.

El gran cuestionamiento al gobierno militar por el tema de los derechos humanos es porque agentes del Estado en vez de dar seguridad y respetar la libertad de las personas, incurrieron en actos de violación de los derechos humanos, y que hasta el día de hoy mantienen un foco de conflictividad en el país.

Ese mismo principio del aseguramiento de la libertad y la seguridad de las personas, tiene que cumplirse completamente en La Araucanía, porque probablemente los primeros afectados son los propios mapuches. Porque dentro de ellos hay comunidades que son escasas en número, pero cualitativamente muy astutas, financiadas desde el extranjero, y dejadas actuar libremente con cargo a la discusión de si es o no terrorismo, en forma que han hecho lo que crecientemente hemos visto.

Por lo tanto, lo primero es que se aplique la ley pese a quien pese. Como analogía, quiero decir, que aquellos que violaron los derechos humanos en el gobierno militar, funcionarios estatales, tienen la misma categoría, en la analogía, que aquellos mapuches que se han dedicado a quemar iglesias, camiones, atentar contra personas. Llegar al extremo del abuso de la fe pública, con cuestiones como la huelga de hambre.

¿Se resuelve esto dando un reconocimiento constitucional al pueblo mapuche?

Si es la misma discusión que se está dando en España por la cuestión catalana. Es exactamente la misma. Lo que pasa es que allá tienen una relación, entre paréntesis, más civilizada, donde el tema es si hay o no independencia.

Aquí la República tiene que hacerse una pregunta primero: ¿es República o no es República? Porque, por ejemplo, cuando uno estudia la praxis política de la monarquía hasta 1810, y con el intervalo hasta 1818, en la política de la monarquía existían varias repúblicas. La de los indios, de los españoles, ese era el concepto dominante, que regía, y donde cada uno tenía estatutos jurídicos diferentes.

En la República de Chile, desde 1818, con un Estado de Transición hasta 1833, se definió el principio de que en Chile la ley es una, y que esa ley es común a todos. Entonces, levantar siglo y medio después la cuestión de si se requieren estos reconocimientos constitucionales es una reversión histórica absurda.

También está el tema de la integridad territorial.

En eso hay cuestiones de tradiciones. A mí me tocó acompañar una vez al Presidente Pinochet a la costa de Valdivia al sur, porque iba a renovar los pactos con las comunidades huilliches. En qué consistía la tradición, en que los caciques huilliches reconocían en el Presidente de la República de Chile, al continuador institucional del rey de España.

Esto es lo que han hecho los “intelectuales progres”, y en eso son muy eficientes, pero es una burbuja, una pompa de jabón, y esto se va a deshacer de la misma manera que se hizo: a través de la objeción intelectual al supuesto con el que están trabajando.

Esto es un tema de moda, incluso hay obras de teatro que se están estrenando ahora con cargo a la cuestión mapuche, que dos páginas atrás era con cargo al tema de los derechos humanos, y que dos páginas más atrás era con cargo a los cinco siglos de descubrimiento de Colón. Porque en esto hay un mundillo en el cual influyen los “intelectuales progres” que están esperando cuál es el próximo consumo.

¿Ve en la actualidad a alguien con el liderazgo suficiente para afrontar este tema en su correcta dimensión?

Espero que sea el Presidente de la República que asumirá el 11 de marzo del próximo año. Esto está previsto en la Constitución y las leyes. Y es simplemente que la institucionalidad desempeñe sus funciones.

De ser electo Piñera, y teniendo como referencia lo que hizo en su primer gobierno, ¿lo ve asumiendo ese liderazgo?

He sido públicamente crítico de la conducción política de Piñera. Ojalá haya un Ministro del Interior, Secretario General de la Presidencia, de Gobierno, o un Ministro de Justicia que entienda que lo que tiene que hacer es cumplir su deber constitucional. (Por Carlos Cuadrado S./El Muro)

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