Eyzaguirre y la hoja en blanco

Eyzaguirre y la hoja en blanco

Compartir

El ministro Eyzaguirre es ciertamente la persona más cercana a la Presidenta Bachelet. Algunos pensaron que el episodio «Mi gordi» había fracturado sus vínculos, pero hoy es evidente que esa expresión reforzó la relación entre ambos, ya que dio a entender cuán estrecha era la amistad que los unía.

Por eso, cuando hoy habla un devaluado Eyzaguirre, la que en realidad está manifestándose es la aun más desprestigiada Bachelet. Él no es simplemente su vocero, sino más bien toda su voz.

Y Eyzaguirre ha dicho que para redactar una nueva Constitución, el Gobierno -la Presidenta Bachelet, se entiende- quiere «partir de una hoja en blanco».

Pocas semanas atrás, Eyzaguirre declaró que en el tratamiento de la reforma educacional él lo había hecho muy mal: palabras más, palabras menos, eso fue lo que tuvo que reconocer. Detrás estaba, por cierto, Bachelet. Era ella quien lo había hecho muy mal.

Ahora, cuando se trata de intentar nada menos que una nueva Carta Fundamental, ¿es la voz de Bachelet la que nos trata de convencer de que serán los ciudadanos en cabildos los que van a determinar el contenido del nuevo texto?

Sí, es Bachelet la que intenta esa nueva maniobra y, a su vez, es Eyzaguirre quien le sirve de voz. Pero da lo mismo, porque lo pudo decir ella directamente o se lo pudo pedir a Perico de los Palotes o al teniente Bello, pero nadie le va a creer que su gobierno no tiene un diseño perfectamente claro de lo que la izquierda quiere hacer en materia constitucional.

Una reforma tributaria, una reforma educacional y una reforma laboral son materiales suficientes para entender que la Presidenta y algunos de sus partidos quieren cambiar por completo las instituciones en Chile. Mira tú que no van a tener un diseño constitucional: a otro perro con ese hueso.

El problema es que ciertamente el proyecto constitucional de la Presidenta no está ni de lejos en sintonía con el moderado texto de la DC y quizás no sea tampoco lo suficientemente rupturista como para dejar en almíbar al PC. Es mucho mejor para el Gobierno, entonces, mantener su diseño en sordina, pedirle al pueblo que lo genere, desviar la atención, ganar tiempo y colocar la pelota en la cancha contraria.

Es en ese escenario que la oposición debe actuar con especial cuidado.

Su mayor error sería seguir las aguas de Piñera y entrar a competir mediante la formulación de un proyecto constitucional alternativo. Al Gobierno le sería facilísimo desacreditarlo como producto de unas cúpulas iluminadas, frente a un texto generado por supuestos cabildos populares. Lo que en realidad le corresponde a la oposición es ejercer la máxima presión sobre el Ejecutivo, para denunciar su intento constituyente como una maniobra sin contenidos claros. Le corresponde pedir, entonces, que se expliciten temas tan decisivos como el modo en que se pretende describir a la persona humana, a la familia y a los cuerpos intermedios; exigir que se aclare cuál será el contenido y el alcance de la libertad de enseñanza y del derecho de propiedad; dejar en evidencia que entre comunistas, democristianos, socialistas y pepedés no hay comunión alguna sobre el modo en que deben regularse los poderes del Estado, el Tribunal Constitucional, el Banco Central y las Fuerzas Armadas.

A la oposición lo que le corresponde es dejar muy en claro que Bachelet tiene un proyecto que sin duda difiere del de Andrade, del de Zapata, del de Teillier y de cualquier otro. Y que es la conciencia de esa grave diversidad de pareceres dentro de los partidos de gobierno lo que lleva a la Presidenta a no querer explicitar nada.

Para eso cuenta con Eyzaguirre, «su gordo», quien sostiene que estamos frente a una hoja en blanco. No es cierto.

Dejar una respuesta