Estados Unidos despertó

Estados Unidos despertó

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Las imágenes han sido brutales, desde la muerte de un afroamericano a causa de la violencia de un policía, hasta actos de vandalismo que nos resultaron familiares; calles como la Quinta Avenida o Rodeo Drive, asoladas por grupos que rompían y saqueaban tiendas de lujo. No menos importante, el Presidente Trump protegido en un búnker, algo a lo que nosotros no llegamos ni en los peores momentos del año pasado.

La violencia racial en Estados Unidos no es nueva, el país de las oportunidades y la libertad, lleva en su ADN la contradicción de una lucha centenaria provocada por el abuso contra minorías raciales, pero también la defensa de los derechos civiles de una manera que ha iluminado la civilización occidental. Solo pocas décadas después que se estrenara la maravillosa película “Adivina quién viene a cenar”, un abogado de color, egresado de Harvard, llegó a la presidencia de su país.

Sin embargo, algunos indicios nos permiten sostener que hay algo diferente en esta violencia, no estamos frente a la desobediencia civil de Rosa Parks, ni es la expresión del sueño del reverendo Martin Luther King, tampoco es el Misisipi en llamas de comienzos de los sesenta. La rebelión de ahora no aspira a la justicia, sino a la destrucción de la forma organizada de ejercer el poder, que rechaza los fundamentos en que se basa la legitimidad del gobierno y que ve en la violencia racial en Estados Unidos, en la Constitución de Pinochet acá y en la llamada hegemonía de la troika en el sur de Europa, el motivo para denunciar y destruir el orden social basado en la democracia liberal representativa.

No hay novedad en decir que la modernidad está en crisis, pero cada vez más constatamos que la expresión de esas dificultades a nivel político se vuelve generalizada y alcanza incluso las sociedades más apegadas al principio del gobierno de la ley, como son las anglosajonas. Es probable que esta vez el problema no pase a mayores en Estados Unidos, pero sería muy ingenuo no apreciar que algo cambió y que está ahí, es cuestión de tiempo para que vuelva a emerger.

Solo la frivolidad o la indolencia puede llevarnos a creer que lo que sucedió en Chile es diferente, que acá efectivamente el problema real es la Constitución y que la solución está en que amigablemente redactemos esa casa común, esa Carta Fundamental mínima que nos permitirá dejar de discutir acerca de las reglas del juego.

Cuando más necesitamos serenidad, reflexión y mirada de largo plazo, asistimos al deterioro del sistema político; el populismo y la irracionalidad crecen, cuando eso sucede la libertad es la primera amenazada, pues el autoritarismo y la violencia nos esperan a la vuelta de cualquier esquina. No faltará el que por estos lados diga que Estados Unidos despertó. (La Tercera)

Gonzalo Cordero

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