Es tan fácil gastar la riqueza-Michele Labbé

Es tan fácil gastar la riqueza-Michele Labbé

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Mientras el coronavirus avanza a pasos agigantados por sobre la humanidad, intentando arrasar con ricos y pobres, y en muchos casos lográndolo; las voces de la unión y el diálogo se empiezan a escuchar más fuerte que las fuerzas políticas, antisistémicas, y terroristas que hasta hace poco invadían a nuestra sociedad.

La cordura se abre paso de a poco, como único antídoto para evitar escenarios como los que está ocasionando el virus en Italia y España. Las pequeñeces y mezquindades que suelen inundar el mundo político no dejan de existir, pero los ciudadanos parecen hacer oídos sordos ante la tontería crónica de algunos y se concentran en lo importante, la humanidad en todo el sentido de la palabra.

Y aunque el camino en que nos encontramos no esté exento de quienes, ajenos a la palabra solidaridad en su verdadero y profundo significado, nadan contra la corriente, saltándose las cuarentenas aun a sabiendas de estar infectados y poniendo en riesgo la salud de todos quienes les rodean, creo no equivocarme en manifestar que éstos son una minoría egoísta y ególatra, pero una minoría, al fin y al cabo.

Lo anterior no es más que un largo preámbulo para concluir que cuando está en riesgo la vida, todo el resto deja de importar. Cuando está en riesgo algo en verdad importante, lo superfluo queda atrás.

Y en estos momentos, cuando nuestras autoridades sanitarias hacen esfuerzos por aplanar las curvas de contagio para evitar el colapso de los hospitales y, con ello, evitar que se escape el número de fallecidos, cuando las autoridades buscan cómo evitar el colapso del sistema de abastecimiento, y el colapso de la economía, tratando de evitar el sufrimiento y el desempleo trae sobre la población, se hacen más escasos que nunca los recursos.

El gobierno está comprando camas, respiradores, arrendando locales como albergues sanitarios, y no he escuchado a nadie sensato hablar de exceso de gasto. Porque no lo es. Muy por el contrario, en momentos como estos quisiéramos contar con más recursos para asegurar los servicios hospitalarios a toda la población que lo necesite. Pero para ello se necesitan recursos, recursos que hoy estamos sacando, entre otros, de nuestros fondos soberanos.

El Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES) contaba a principios de año con US$12.500 millones y ha costado más de 12 años acumularlos. Este fondo fue diseñado, justamente, para contar con recursos en momentos como estos. Los fondos soberanos son al país lo que los ahorros en caso de emergencia a una familia. Es muy tentador gastarlos para cambiar el auto, o para cambiarse de casa, o simplemente para darse un gusto, más allá que uno pueda pensar que puede estar muy bien merecido. Pero los ahorros para casos de emergencia son para las emergencias, para cuando se incendia la casa, o hay un accidente o enfermedad grave, no para darse esos gustitos que a la larga igual no podremos seguir financiando.

Saco a relucir esto porque hoy debemos estar agradecidos a todas las autoridades que en los años recientes no dieron su brazo a torcer y no sucumbieron al llamado de políticos de todo el espectro que con fines diversos pidieron y exigieron hacer uso de estos fondos para todo tipo de ofertasmás o menos populistas, en cuyo caso no hubiéramos contado hoy con estos recursos que hoy están siendo destinados a salvar vidas y proteger el empleo.

En efecto, ya en agosto del 2016 el Partido Comunista y los timoneles de partidos de la Nueva Mayoría se sumaron para presionar al entonces ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, a que usara los fondos soberanos para aumentar el reajuste de salarios de los funcionarios del sector público, mientras el diputado comunista Daniel Nuñez declaraba a los medios que el ministerio de Hacienda “tiene que abrir su mirada y no leer tan dogmáticamente algunos de los principios económicos que hoy se están imponiendo”.

En meses recientes, y a raíz del estallido social, el economista Ricardo Ffrench-Davis afirmó que hay que usar el Fondo Soberano para las emergencias inmediatas. Al mismo tiempo, el senador Jaime Quintana escribió en su twitter: “El CAE es una pesada mochila para cientos de miles de familias chilenas… proponemos que el Estado pague el 50% de la deuda con fondos soberanos…”.

Pese a que las presiones surtieron efecto, y se comprometieron US$1.000 millones del FEES -de los US$1.4000 que había a la fecha- con el objetivo de financiar gasto para paliar la crisis que surge a partir del levantamiento del 18-0, hoy nuestro país, a diferencia de muchos otros, cuenta con un colchón para poder financiar las camas, los respiradores, las mascarillas y guantes que seguiremos necesitando por quién sabe cuánto tiempo más, y que salvarán incontables vidas, además de los programas económicos para tratar de evitar que a raíz del virus nuestro país quiebre. Y no hay ninguna voz que se levante en contra de ese gasto.

Antes del surgimiento del coronavirus, muchos creían una tontería guardar la riqueza ahorrada en el FEES para un evento de emergencia, habiendo tantas necesidades, pero este virus ha demostrado que los eventos improbables no son imposibles de suceder. Gastar la riqueza que con tanto esfuerzo se ha ahorrado y que es tan lento y difícil de generar es muy tentador una vez que ya está debajo del colchón. Cambiar el auto, hacer un viaje, o gastar el dinero ahorrado para la pensión futura y utilizarla para pagar una casa pueden parecer buenas ideas, pero cuando llega el momento de los “quehubos”, es demasiado tarde para arrepentirse de haber gastado, y ya no hay tiempo para generar la riqueza nuevamente.

Los gobiernos de derecha, y algunos ministros de Hacienda como el ex ministro Valdés pueden parecer fríos y ortodoxos, al no haber querido utilizar los fondos soberanos para aumentar el gasto en situaciones que no constituían emergencia. Hoy les debemos a su ortodoxia y a su frialdad el contar con fondos adicionales para financiar parte del gasto en que necesitamos incurrir. No sería mala idea recordárselo a quienes tan fácilmente propusieron gastarlo en el pasado. (El Líbero)

Michele Labbé

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