Error político y suicidio estratégico de la UE

Error político y suicidio estratégico de la UE

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El 23 de junio de 2022 el Consejo Europeo, reunido en Bruselas, anunció a bombo y platillo la concesión a Ucrania del estatuto de país candidato a la adhesión a la Unión Europea. Era una medida que ya habían anticipado los dirigentes del directorio europeo (Francia y Alemania) durante una visita conjunta a Kiev el 17 de junio de 2022, por lo tanto, era esperable, pero no deja de ser sorprendente.

En primer lugar, porque había dos grupos de países que se habían manifestado públicamente en contra de la concesión de dicho estatuto a Ucrania, porque no cumple ninguno de los Criterios de Copenhague para la adhesión. De hecho, solo el grupo de los antiguos miembros del Pacto de Varsovia y los países Bálticos se habían mostrado abiertamente favorables; el resto consideraban o bien que no debía otorgarse dicho estatuto o bien propusieron la creación de algún foro político alternativo para dar salida a las aspiraciones -exigencias- de Kiev, amparada en la actual situación provocada por la invasión rusa.

En segundo lugar, hay un actor que ha jugado decididamente a favor de las exigentes posiciones de las autoridades ucranianas: la Comisión Europea, que en lugar de defender el interés general de la UE y, por ende, de los Estados miembros, se ha dedicado a promocionar activamente intereses ajenos, no sabemos muy bien si los de Kiev -y entonces habría que preguntarse qué peso tiene en Bruselas- o los de la Anglosfera, precisamente en un momento en el que el Reino Unido está fuera de la Unión -donde siempre debió estar, según la máxima del general de Gaulle-.

Por tanto, nos encontramos ante una decisión política aceptada a regañadientes por el Consejo Europeo, supuestamente presionado por una opinión pública europea que apoya la lucha de Ucrania contra la invasión rusa, pero en la que juegan intereses extraeuropeos que han condicionado la actuación de las máximas instancias de la UE. Tal es así, que el Consejo Europeo no ha esperado siquiera a la publicación de sus conclusiones -recordemos que la reunión se celebra del 23 y 24 de junio de 2022-, sino que lanzó el anuncio nada más iniciar las reuniones formales.

Todos se dieron un golpe en el pecho diciendo “hemos hecho lo que teníamos que hacer”, desde el punto de vista ético y moral se sienten bien y se consideran respaldados por toda la opinión pública, pero la pregunta es: ¿han valorado los intereses europeos o, más profundamente, los intereses de los Estados miembros?

La respuesta a esta pregunta haría sonrojar a más de uno, sencillamente porque no se les pasa por la cabeza ese concepto, fundamental y estructurado de la política exterior de cualquier Estado. Basta con enfatizar que esto es lo quiere la “comunidad internacional”, como si realmente existiera, para resolver la cuestión esencial de cualquier política exterior racional. Sin embargo, todos estos fuegos artificiales sirven para esconder, momentáneamente, la catástrofe que se avecina sobre la UE.

En primer lugar, en términos económicos con la inflación desatada, la subida de tipos de interés a gran velocidad en muy corto plazo de tiempo y una recisión que ya es inmediata. En segundo lugar, reconocer el estatuto candidato a Ucrania significa meter un graves problemas dentro de la UE, y esto por decirlo suavemente: problemas territoriales permanente provocados por la presencia de importantes minorías rusas, que cohabitan en su territorio y que no han sido capaces ni han querido integrar desde su independencia den 1991, situación que se agravó a partir de 2014 con la guerra del Donbás, una economía desfasada y escasamente desarrollada, destrozada por la invasión rusa y que solo sobrevive gracias a la ayuda financiera de Occidente y carencias tan graves en la aplicación de las reglas del Estado de Derecho, donde la corrupción campa a sus anchas, que provocan bochorno cuando se lee el dictamen favorable de la Comisión Europea del 17 de junio de 2022.

Tercero, el suicidio energético al que se enfrenta Europa como consecuencia de la aplicación disparatada de las sanciones antirrusas –“la munición de la UE”, en palabras del Alto Representante y vicepresidente de la Comisión Europea- que están causando más daño a este lado del continente que al otro; probablemente, cuando llegue el invierno este problema de exacerbará porque Rusia va a seguir respondiendo a las sanciones occidentales de forma asimétrica.

El cuarto, es la ruptura de las relaciones con Moscú, que no solo ha sido censurado y sancionado sino que también ha sido demonizado y ninguno de los testigos silenciosos que han aprobado tales medidas se ha planteado que “el día después”, es decir, que más pronto o más tarde la guerra de Ucrania concluirá, que físicamente Rusia va a seguir donde está, ocupando todo el frente oriental del continente europeo, y que continuará siendo “una gasolinera” mundial, en posesión de reservas de petróleo para más de cincuenta años y de gas natural para cien años.

En quinto lugar, la guerra de Ucrania ha demostrado la subordinación completa y plena de la UE a la agenda de seguridad de los Estados Unidos, que ejerce su hegemonía -poder, en términos realistas- en Europa a través de la OTAN, organización fundamental que explica y justifica la permanencia americana en el continente. Pero sabemos que Washington tienen sus propios intereses de seguridad, que ahora se encuentran en el Asia-Pacífico, su zona de crecimiento natural una vez consolidaron el dominio territorial de Norteamérica a finales del siglo XIX.

Los Estados Unidos aplican desde una década una política de contención a la China comunista, su verdadero oponente a escala global, porque China, al contrario que Rusia, sí quiere cambiar las reglas del sistema internacional que no le favorecen. En consecuencia, ambos (Estados Unidos y China) se preparan para el enfrentamiento decisivo, que creará un nuevo régimen internacional con nuevas reglas, normas y procedimientos de adopción de decisiones que será el reflejo de la nueva realidad política que surja.

En esa política de contención, los Estados Unidos suman aliados, tanto en el área de interés como en zonas más alejadas del mundo como retaguardia frente a su adversario, lucha que presentará ideológicamente en forma de “cruzada”, pero también trata de eliminar competidores.

Y lo que ha hecho con la guerra de Ucrania, sencillamente, es eliminar dos posibles obstáculos en ese futuro enfrentamiento decisivo con China. Por un lado, trata de eliminar a Rusia, desgastándola en una guerra larga en Ucrania, como han reconocido descaradamente diversos medios americanos. El suministro continuo de armas al régimen de Kiev asegurará este resultado. Y, por otro, excluye a la UE y cualquier atisbo de actuación autónoma o independiente, que continuará dividida -lo hemos visto con respecto a la concesión del estatuto de candidato de Ucrania-, dependiente energéticamente ahora de los Estados Unidos y sus aliados -véase la entrada ENERGÍA Y LIDERAZGO AMERICANO VERSUS LOS TESTIGOS SILENCIOSOS, de abril de 2022-, subordinada ad futurum a la OTAN, donde el Reino Unido, que tiene sus propios intereses, continúa ejerciendo su influencia, y lo que es más grave, pagando la factura de esa guerra: acogimiento de más de seis millones de refugiados, suministro de armamento a las Fuerzas Armadas ucranianas y sostenimiento financiero del régimen de Kiev, escenario que puede alargarse de diez a quince años.

Precisamente, este es el espacio temporal que tanto los Estados Unidos como China necesitan para prepararse para el próximo enfrentamiento. Entonces, surge una pregunta: ¿los dirigentes europeos no tienen este escenario en mente, no son conscientes de que están ejecutando una agenda ajena y de que la propia existencia de la UE está en peligro? La respuesta es negativa. En estos momentos no hay líderes políticos europeos y la salida de la canciller Merkel ha dejado en Europa literalmente en manos de los lobos, porque como anticipó la Estrategia de Seguridad Nacional del denostado presidente Trump aprobada el 18 de diciembre de 2017, el sistema internacional se ha vuelto “un mundo extraordinariamente peligroso, lleno de una amplia gama de amenazas que se han intensificado en los últimos años”, y hay que estar preparados para ello “guiados por nuestros intereses nacionales vitales y enraizados en nuestros valores intemporales” -véase la entrada LA NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL Y LA POSTURA NUCLEAR DE LOS ESTADOS UNIDOS-,  de febrero de 2018-.

Pero, en lugar de eso, los testigos silenciosos prefieren mirar a otro lado y aplicar agendas que no les son propias, pero que creen que les congratulan con el mundo. (Derecho y Política Internacional-Universidad de La Laguna-Red NP)

Luis Pérez Gil