En defensa de los liceos de alta exigencia- Marcela Cubillos

En defensa de los liceos de alta exigencia- Marcela Cubillos

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La educación pública ha contado, históricamente, con un círculo virtuoso que es un verdadero orgullo nacional: los liceos de alta exigencia académica. Con fuerte énfasis en el rendimiento académico como principal característica de su proyecto educativo, han logrado que miles de jóvenes de clase media y sectores vulnerables desafíen las predicciones —basadas en su nivel socioeconómico— y logren trayectorias académicas exitosas, alcanzando la educación superior y el éxito profesional. Cuesta creer que hoy, deliberadamente, se esté poniendo en riesgo la existencia de aquellas historias excepcionales.

El Sistema de Admisión Escolar (SAE), en régimen, prácticamente prohibirá la selección por rendimiento académico en los liceos de alta exigencia (se permite una selección muy limitada en el 30% de las vacantes). Detrás de esta medida existen varias premisas: primero, los establecimientos académicamente selectivos no agregarían valor; segundo, la selección académica perjudicaría a los niños de peor desempeño debido al “efecto par”; tercero, un buen colegio debería ser capaz de educar a cualquier estudiante, y por último, el mérito académico no sería más que un “privilegio de algunos afortunados”.

Sobre el primer argumento, los estudios, si bien escasos, han demostrado que estos liceos sí agregan valor. Por ejemplo, el del Centro de Estudios Públicos demuestra que estudiar en el Instituto Nacional tiene un efecto de 26 puntos adicionales en el promedio PSU para el último estudiante seleccionado. Así, no se explicarían los buenos resultados por el “descreme académico”, sino por la calidad de su enseñanza.

Respecto del segundo, hay mucha evidencia respecto de que el “efecto par” no tiene sustento real, es decir, no es verdad que estudiantes de menor desempeño se vean perjudicados porque compañeros con mejor rendimiento se vayan a liceos de alta exigencia.

En relación con el tercer argumento, si bien es cierto que un buen colegio debe ser capaz de ejercer la enseñanza considerando la heterogeneidad de sus estudiantes, ¿no es precisamente eso lo que realizan los liceos de alta exigencia al lograr excelentes resultados con estudiantes de entornos socioeconómicos diversos? ¿Qué más tienen que demostrar?

Sin embargo, es el último argumento el más injusto de todos. Cómo va a ser un “privilegiado” ese joven de la educación pública que probablemente en circunstancias de vida muy adversas ha logrado ganarle al destino, y con esfuerzo obtener buenos resultados académicos porque quiere seguir sus estudios en un liceo de alta exigencia. De un año para otro se le dice que, por ley, su esfuerzo no vale, que nada de lo que haya logrado durante la educación básica será considerado en el proceso de admisión. Si permitimos que el reconocimiento del mérito salga de nuestro sistema educativo, cometemos la más grande de las injusticias y un daño no solo a la educación pública, sino a nuestro país, dando la peor de las señales a los jóvenes, futuros profesionales, técnicos y líderes de Chile.

Estos liceos enfrentan así dos amenazas claras. Por una parte, podrían verse forzados a bajar el nivel académico y, por otra, a mantener el mismo nivel a costa de consecuencias negativas sobre estudiantes admitidos, pero no preparados para esa alta exigencia.

A través del proyecto Admisión Justa de mérito académico, que está siendo discutido en la Cámara de Diputados, queremos salvar los liceos de alta exigencia académica. Con criterios objetivos y un potente enfoque de inclusión de estudiantes prioritarios y preferentes se debe permitir que estos colegios sigan seleccionando a sus estudiantes según rendimiento académico a partir de 7° básico.

Los liceos de alta exigencia, dotados de jóvenes y familias comprometidos con el rendimiento académico, nos entregan no solo un motor de movilidad social que nos gustaría extender a todas las escuelas públicas, sino además otorgan diversidad a las altas esferas académicas, políticas y sociales. Son estos colegios los que permiten tener en la vida pública a representantes provenientes de entornos no privilegiados. Son los que logran que, sin importar lo que prediga el nivel socioeconómico, un niño de un entorno vulnerable pueda llegar a estudiar Medicina en la Universidad de Chile. Son los que nos han permitido visualizar, a pequeña escala, el modelo de oportunidades que soñamos para el país. Si fallamos en nuestro propósito de mantener la selección por mérito, pierden los liceos de excelencia, pierden los estudiantes y sus familias; pero, sobre todo, pierde Chile. (El Mercurio)

Marcela Cubillos, Ministra de Educación

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