Hay grandes novedades entre la democracia que precedió a 1973 y la que se ha edificado después del plebiscito de 1988. Desde 1989, las elecciones presidenciales han mostrado dos grandes novedades históricas nacionales. Por primera vez han gobernado seis Presidentes de la República consecutivos elegidos con la mayoría absoluta de los votos, debido al establecimiento de la segunda vuelta electoral en la Constitución de 1980, sistema mantenido tras sus reformas. Pocas veces se recuerda, en cambio, que de los cinco últimos gobernantes previos a 1973, cuatro asumieron con el apoyo de menos de la mitad de los electores: Gabriel González Videla alcanzó el 40% en 1946; Carlos Ibáñez del Campo logró el 46% en 1952; Jorge Alessandri, el 32% en 1958; Salvador Allende obtuvo el 36% en 1970. Solo Eduardo Frei Montalva llegó a la mayoría absoluta, con un 56% en la decisiva elección de 1964. Sin duda, Chile hoy goza de un gran perfeccionamiento democrático en este sentido.
El segundo cambio es que entre 1990 y 2010 hubo cuatro Presidentes consecutivos del mismo conglomerado, la Concertación de Partidos por la Democracia: Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Con ello se transformaba en la coalición política más exitosa de la historia, considerando la continuidad de su proyecto.
Desde 1946 en adelante, todos los gobernantes fueron reemplazados por alguien que encabezaba una alternativa opositora a la administración que terminaba: Ibáñez quería barrer con los radicales; Alessandri era la antítesis histórica de quien apareció como el «General de la Esperanza»; Frei fue uno de los más activos detractores del gobierno de don Jorge; Allende fue un implacable opositor de la Revolución en Libertad. Eso era una prueba de solidez democrática por la alternancia en el poder, pero también mostraba las limitaciones de los gobiernos, que eran incapaces de resolver lo que prometían en sus campañas y de obtener reelecciones para sus respectivos partidos o tendencias.
En los últimos años, la gran novedad fue la victoria de la centroderecha en 2010, con Sebastián Piñera como candidato presidencial, rompiendo la racha de la Concertación. El regreso de Michelle Bachelet en 2013, por su parte, le permitió gobernar por un segundo período, como lo hicieran en el siglo XX Carlos Ibáñez del Campo(1927-1931 y 1952-1958) y Arturo Alessandri Palma (1920-1925 y 1932-1938). Piñera aparece nuevamente con buenas posibilidades para regresar a «la casa donde tanto se sufre», según dicen que refería de La Moneda el «León de Tarapacá».
La repetición de candidatos ha sido habitual en la historia chilena en los siglos XIX y XX. Solo en los últimos 75 años podemos ver que Salvador Allende postuló cuatro veces a la Presidencia, alcanzando su objetivo solo en la cuarta ocasión; Eduardo Frei Montalva ganó en su segunda postulación; Jorge Alessandri llegó al gobierno en su primer intento, pero no lo lograría en el segundo. Después de 1990, la creatividad no ha sido especialmente notoria: Ricardo Lagos ya sonaba en 1989, pero la izquierda declinó su opción en favor de Patricio Aylwin; cuatro años después fue derrotado en primarias convencionales por Frei Ruiz-Tagle; finalmente, en 2000 Lagos llegó a La Moneda como el primer socialista después de Allende, en otro factor de fortalecimiento democrático (además, el propio Lagos renunció a una eventual candidatura a comienzos de este año). Venció en segunda vuelta a Joaquín Lavín, quien también tuvo dos intentos. Sebastián Piñera fue precandidato en 1992 y 1999, candidato en 2005 y 2009 y ahora nuevamente en 2017. Ya vimos el caso de Bachelet, al que podríamos sumar el de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que postuló nuevamente en 2009, sin éxito. Además, como sabemos, Marco Enríquez-Ominami ahora compite por tercera vez.
Mañana, Chile vuelve a vivir la fiesta de la democracia, con las continuidades y las rupturas propias de una historia que conviene mirar con atención y comprender con sus complejidades. (El Mercurio)
Alejandro San Francisco