El tren del tiempo no se detuvo

El tren del tiempo no se detuvo

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Suman más de cien días. La incertidumbre, el miedo y el encierro han conspirado para que la noción de tiempo pierda sentido. ¿Largo o corto? ¿Ayer, hoy o mañana? ¿Avanzamos, retrocedemos o permanecemos estancados? ¿El mundo cambia o está en hibernación? La idea dominante, tengo la impresión, es que el tiempo se detuvo; que este recién se va a reponer cuando la plaga termine, y que entonces podremos retomar lo que quedó pendiente. La realidad, creo, es exactamente la opuesta. La pandemia aceleró el tiempo y estropeó su linealidad. Se ha movido a saltos, avivando procesos que se venían incubando y provocando quiebres inimaginables.

Miremos primero el mundo. El covid ha puesto al desnudo las flaquezas de Estados Unidos y sellado el fin de su hegemonía universal. Trump no es la causa: es el síntoma. El astro que iluminaba de ilusión los ojos del mundo se ha vuelto una nación dividida, asustada, volcada ansiosamente sobre sí misma. Su liderazgo ante la pandemia no ha sido nulo, sino destructivo. Los viejos aliados se las arreglan solos, y no les ha ido mal, como el caso de Europa, que en lugar de balcanizarse como se temió, hoy se proyecta unida, con Angela Merkel como figura icónica. Los viejos enemigos o adversarios, a su vez, han dejado de tener miedo a lo que alguna vez fue una potencia imperial. Es cosa de ver: Putin erigido en un nuevo zar, Maduro tomando el control de la Asamblea Nacional y China clausurando las libertades de Hong Kong.

Los flirteos, pataletas y guerras comerciales de Trump fueron fútiles. Nada detiene el avance de China, ni siquiera el covid. Fue el primer país en darle batalla (sí, lo ocultó, ¿pero qué habría hecho Trump en su lugar?), y hasta ahora al menos, parece haberlo controlado. Está en la primera línea en la carrera por la vacuna, y a diferencia de EE.UU., anunció que la tratará como “bien público”. Desplaza a su rival en ayuda humanitaria, en financiamiento e influencia en el sistema de Naciones Unidas, y por si eso fuera poco, controla Zoom. El mejor ejemplo de la influencia china lo tenemos en casa: su embajador está en la prensa todos los días luciéndose con su apoyo, mientras de EE.UU. no se oye, padre.

En el plano local entramos definitivamente a otro Chile. Con estado de excepción, con una salud privada bajo control del Gobierno, con más de un tercio de la población recibiendo ayuda directa del Estado, con los cortes de los servicios básicos suspendidos y los créditos hipotecarios postergados, con 600 mil trabajadores colgados al seguro de cesantía, con millonarios proyectos de infraestructura para fomentar una reactivación con “énfasis verde”, con los paquetes de estímulo más voluminosos de las economías emergentes. Todo esto en base a un inédito acuerdo marco gobierno-oposición que establece el monto de recursos y fija la hoja de navegación al menos para lo que resta de la actual administración.

Eso no es todo. En las últimas semanas se redujeron las remuneraciones de los legisladores y las altas autoridades de gobierno, y se limitó la reelección de parlamentarios y alcaldes. A ello se suma, como trasfondo, el inexorable avance del proceso constituyente y una apretada agenda electoral. Avanzamos, pues, a una regeneración de la clase dirigente, de las alianzas políticas y del orden institucional.

A quienes esperan el fin de la pandemia para retomar la agenda previa sugeriría que, antes de hacerlo, miren el panorama con el que nos vamos a encontrar. Sin Trump, víctima del virus. Con China en la cabecera de la mesa y Europa ensayando un camino propio. Y en Chile, con un Estado que ha tomado un rol protagónico en la vida de las personas, del cual no será posible desprenderse; con un debate constitucional en curso, pero acotado por los desafíos sanitario-ambientales y las restricciones de la escasez; con una clase dirigente renovada pero que se encuentra con un itinerario ya trazado; y, huelga decirlo, con cambios colosales en las dinámicas de trabajo, las organizaciones y las empresas.

El tren del tiempo finalmente no se detuvo con la pandemia. Ha seguido su alocada marcha, engendrando cambios que van a perdurar. (El Mercurio)

Eugenio Tironi

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