En su última entrevista en La Tercera, el diagnóstico del ex presidente Lagos fue sencillamente demoledor: a su juicio, obviando el golpe militar de 1973, Chile atraviesa hoy la crisis política e institucional más grave de su historia; en rigor, no sabe si el país resistiría un año y medio más en la misma situación, entre otras cosas, porque ‘pareciera haber’ un claro vacío de poder. Expresiones todas plagadas de sentidos y connotaciones delicadas, que abren por tanto un caudal de interrogantes sobre sus reales alcances.
En los hechos, se podrá o no compartir los términos y el fondo del análisis, pero lo cierto es que la visión sobre el momento actual exteriorizada por Ricardo Lagos lo ubica en las antípodas de la coalición que hoy gobierna el país; un bloque de partidos que paradójicamente tendría que ser la obligada base de sustentación de una eventual candidatura presidencial.Así, esta distancia cada vez más insoslayable entre el ex Mandatario y la Nueva Mayoría, ya puede anticiparse como el primer gran desafío político que deberá sortear si finalmente decide reiniciar un camino de retorno a La Moneda.
Es cierto que Ricardo Lagos no adjudicó responsabilidades directas del gobierno en la génesis y el desarrollo de la presente crisis institucional. Pero sus dudas respecto a si el país puede resistir un año y medio más fue en clara referencia al lapso de tiempo que le resta a la actual administración, algo que no pudo ser una mera casualidad. En efecto, dicha mención sólo vino a reforzar el vínculo establecido por el propio Lagos entre la secuencia temporal de la crisis, y el intervalo que aún resta para la asunción de un nuevo gobierno.
Así las cosas, una visión muy crítica del presente sumada a los disensos que cada vez con más fuerza recorren a la Nueva Mayoría, parecen ser la base desde donde el ex Mandatario decidió iniciar la construcción de su eventual propuesta política. El malestar y el descrédito general, junto al imperativo de una rectificación lo llevan a plantear la necesidad de un proyecto de unidad nacional, algo que también contrasta con la lógica polarizadora con que la actual administración ha desplegado su esfuerzo reformista.
El tono, el énfasis y no poco del contenido planteado por Ricardo Lagos en esta entrevista poseen algo muy cercano al reconocimiento de un fracaso del proyecto político encarnado en la Nueva Mayoría. Y la pregunta obvia es, entonces, cuánto de ese planteamiento tiene o tendría real acogida en el oficialismo; cuántos de quienes hoy son parte del ethos gobernante podrían sentirse efectivamente representados por un discurso y una propuesta de esas características.
En síntesis, no sin una importante cuota de riesgo, el ex presidente Lagos optó por iniciar un reposicionamiento ubicando en primera línea el enorme contraste que en la actualidad existe entre su visión del momento político y la de aquellos que se mantienen aún firmes en torno al imaginario de la Nueva Mayoría. Decidió de algún modo cruzar el Rubicón fijando una línea divisoria respecto de la cual no es ni será fácil volver atrás, precisamente porque lo único esperable de ella es que ayude establecer un nuevo eje ordenador para la centroizquierda, un margen para el futuro realineamiento de fuerzas en el sector al que aspira a representar. (La Tercera)


