El remezón de Bachelet

El remezón de Bachelet

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“La encuesta no tiene ninguna buena noticia”, reconocían en el Gobierno. Es que la verdad nadie esperaba un buen resultado, se sabía que el golpe sería duro, porque no había nada en los últimos 30 días que permitiera a La Moneda augurar que la caída en el apoyo a la Presidenta Michelle Bachelet podía ser revertida en la encuesta Adimark dada a conocer el miércoles. El amargo 31% de respaldo que obtuvo la Mandataria durante marzo es efecto directo del impacto que generó el caso Caval en la opinión pública, pero también de las consecuencias que gatilló al interior del propio Palacio un evidente vacío de poder, por la inmovilidad en que se sumió Bachelet tras dicha polémica y la criticada debilidad que reflejó el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, para contener y canalizar la crisis.

El rechazo a Bachelet en la Adimark llegó en marzo al 61%, registrando un alza de nueve puntos y un desplome en la evaluación de sus atributos que solían ser parte de las fortalezas de su liderazgo político. Un 59% afirma que la Presidenta le da “poco o nada” de confianza, trece puntos más que en la medición anterior, a la vez que cayó once puntos –de 69% a un 58%– entre quienes consideran que es “respetada” y su credibilidad también bajó del 56% al 46%.

Es que el episodio del préstamo de 6.500 millones de pesos que el Banco de Chile hizo a la empresa de la nuera de la Mandataria, Natalia Compagnon, y que motivó la salida del Gobierno de su propio hijo, Sebastián Dávalos, de la Dirección Sociocultural de la Presidencia, es considerado como un hecho “muy grave” por el 75%.

Ya a mediados de marzo, los análisis en La Moneda y la Nueva Mayoría apuntaban a que con el caso Caval la Presidenta “había caído del Olimpo” y, a ojos de la ciudadanía, se había transformado en una política como cualquier otro. Algo que ayer el propio director de Adimark, Roberto Méndez, puso de relieve: “Bueno, Bachelet dejó de ser incombustible (…) su imagen personal se ve dañada. La característica de este caso es que por primera vez afecta a su familia y, al final del día, su credibilidad y su confianza”.

El caso Caval fue un golpe demasiado duro para Bachelet. Eso es algo que de príncipe a paje reconocen en el oficialismo, como también que desde que ella volvió de sus vacaciones el 23 de febrero y hasta hace una semana, se le vio mal, afectada, sin energía, cansada, “como paralizada”, describían a diario, “casi derrotada”, precisaron muchos.

Las actividades presidenciales bajaron notoriamente, casi a una diaria, en las mañanas, y después se encerraba en su despacho de La Moneda, sin agenda pública. No había salidas a regiones, nada.

Incluso, en el oficialismo dicen que a un par de personas, durante las primeras semanas de marzo, les habría reconocido que “si la solución dependiera de mi salida, lo haría, pero no se puede”. Un comentario que aumentó la preocupación en las huestes de la Nueva Mayoría, no porque fuera viable esa opción, sino porque esas palabras reflejaban un estado de fracaso en ella más profundo del que se había percibido.

“No hay línea a seguir”, reclamaban hasta la semana pasada altos dirigentes de la coalición de Gobierno, “no hay cómo remecer a La Moneda”, agregó un timonel, mientras imperaba la preocupación. Otros hablaron abiertamente que había quedado en evidencia “un vacío de poder” y que el último “baluarte” en términos de liderazgo de la centroizquierda, era precisamente Bachelet y eso se había desplomado con el caso Caval.

Marzo fue un muy mal mes, pasó de todo. El caso SQM y el financiamiento de las campañas políticas cayó ya sobre la Nueva Mayoría, gatillando un estado de nerviosismo generalizado y, en paralelo, el volcán Villarica se reactivó, explotó, se agudizó la sequía, proliferaron los incendios forestales en el sur y la zona centro y, a pesar de eso, la Presidenta seguía paralizada.

Solo la semana pasada se vio un cambio notorio, con la catástrofe del norte y los aluviones que arrasaron con Tierra Amarilla, Diego de Almagro, Chañaral y Copiapó. En el oficialismo dicen que ahí “la Mandataria reaccionó”, que se fue a la Región de Atacama y “apareció la Bachelet que la gente conoce en terreno, poniendo la cara”.

DÉBIL PERO NUNCA TANTO

El estado de derrota en que se sumió la Mandataria coincidió con el mal momento que atraviesa Peñailillo. En el propio Gobierno reconocen que ha estado a años luz del estilo desplegado por él hasta enero –cuando logró sacar adelante las reformas emblemáticas del programa–, que tras el caso Caval no mostró conducción política, que “la situación lo superó” y que es evidente que “perdió el foco”. Es más, precisaron en la Nueva Mayoría y en La Moneda, el problema del ministro es que “ha estado más preocupado de supuestas conspiraciones de pasillo que de la conducción política”.

Las supuestas discrepancias con el subsecretario del Interior, Mahmud Aleui, el protagonismo mediático que éste ha tenido debido a los diversos desastres naturales de estas semanas y su fluida relación con Bachelet, han sido caldo de cultivo de las tesis de conspiraciones. En Palacio, en el Gobierno y en la coalición apuntan como responsable de ese clima y de lo errático que ha sido Peñailillo este tiempo, al jefe de asesores de Interior, Robinson Pérez. “Ayudaría que Robinson diera un paso al lado, le está haciendo un flaco favor al ministro”, sentenció un timonel de la Nueva Mayoría, mientras que en La Moneda agregaron que quedó demostrado que ese equipo en torno al secretario de Estado “no funcionó bajo presión”.

Una prueba de la mala “influencia” y la pérdida de foco del ministro, recalcan, es haberse situado en la vereda contraria a la Presidenta en el gallito sobre cómo sortear la crisis por SQM. Todas las opiniones apuntan a que Peñailillo –y su par de Hacienda, Alberto Arenas– se jugaron por tratar de contener y frenar la investigación antes que llegara al Ministerio Público, mientras que el subsecretario Aleuy y la jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte, se inclinaron por la fórmula del ‘caiga quien caiga’. Una disputa interna en La Moneda que zanjó la propia Bachelet hace quince días.

La vieja guardia de la otrora Concertación no desperdició el momento para desplegar la asonada y cobrarse las facturas de rencores pasados contra el titular del Interior. Públicamente se ha criticado su desempeño, han instalado desde las sombras la tesis de su posible salida del gabinete e incluso han hecho circular nombres como los de José Miguel Insulza, en calidad de sucesor, un “verdadero pánzer” que salve de la crisis.

“Eso es algo que no va a suceder”, sentencian en La Moneda, lo que es reforzado desde la Nueva Mayoría, donde distintos dirigentes coinciden en que “no es la solución buscar en el pasado” e insisten en que por más débil que esté Peñailillo, la Presidenta “no lo va a sacar”. Él mantiene –recalcan– la confianza de Bachelet y mientras eso sea así, no lo moverá.

Eso es coincidente con lo que se ha visto estos días en La Moneda. Después de semanas en las que se especuló de cierta distancia entre ambos, Bachelet ha optado por esos pequeños grandes gestos que denotan que lo está apoyando, como el día lunes, que hubo especial preocupación de la Presidenta por irse en el mismo auto y llegar junto a su ministro al velorio del carabinero muerto durante los incidentes del “día del joven combatiente”.

PUNTO DE INFLEXIÓN

Ya en el peor de los escenarios esta semana, con la aprobación por el suelo, en el oficialismo afirmaron que ya es la hora de que tanto la Presidenta como Peñailillo “desplieguen una buena gestión política”, lo que implica que desde La Moneda se dé “un golpe de timón” para reactivar la agenda legislativa, reagrupar las huestes oficialistas y retomar el control de la agenda pública.

En La Moneda afirmaban ayer que solo quedaba “apretar los dientes” y reaccionar rápido para revertir este mal momento. Es transversal la opinión que para ello hay un plazo claro y ya definido en palacio, el 21 de mayo.

“Esa es la fecha clave”, coinciden en la Nueva Mayoría y La Moneda. Si a ese momento le sigue la misma situación, precisaron, este segundo año de Gobierno se puede dar por perdido y, por ende, todo lo que queda del mandato de Bachelet, porque el próximo año ya es de elecciones municipales, y el que sigue, de parlamentarias y presidenciales.

Eso incluye el cambio de gabinete, modificar personas, empoderar a gobernadores e intendentes, reactivar la gestión de Gobierno. Todos coinciden en que dicho ajuste no será antes de las elecciones internas del PS, el 26 de abril, y que debe imperativamente realizarse antes del 21 de mayo, para que –explicaron– “un nuevo equipo, reforzado, parta desde ese momento, que sea el punto real de inflexión, una nueva etapa”.

En La Moneda reconocieron que ese es el diseño hasta ahora y que en estas semanas el despliegue en la Región de Atacama es clave. “Ahí está el partido importante”, que es donde el Gobierno tiene que jugarse todas sus fichas, sentenciaron en Palacio, demostrar su capacidad para enfrentar bien la emergencia, dar respuesta a las necesidades de las personas, de los damnificados, resolver la catástrofe.

Es más, agregan, buena parte de la evaluación para definir los cambios en el gabinete se hará sobre la base de cómo respondan los ministros, subsecretarios, gobernadores e intendentes a este desafío, su despliegue en terreno, su eficiencia y manejo.

El remezón a Bachelet ha sido fuerte, pero al parecer le sirvió. La Presidenta ayer anuncio que canceló las dos giras internacionales que tenía agendadas, una visita a Ecuador y la VII Cumbre de las Américas en Panamá: “Hoy se cumple una semana desde que fuimos impactados por la dolorosa tragedia que azotó al norte de Chile y hemos estado desde el primer momento en terreno entregando apoyo y ayuda a los afectados (…). He instruido que el Gobierno se mantenga trabajando sin parar hasta que la gente haya recuperado la normalidad de sus vidas. Es por eso que yo he decidido no ir a un par de giras internacionales que existían, porque nos ha parecido que necesitamos estar acá en terreno trabajando”.(El Mostrador)

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