No deja de ser dramático cómo una persona pasa en poco tiempo de ser una suerte de salvadora a personificar la fuente de todos los problemas. Por eso, lo que pasa con Bachelet no es fácil de explicar desde la política. Lo suyo es más profundo. Es de diván. Algunas luces aporta, en ese sentido, el psicoanalista Ricardo Capponi, quien en una entrevista en “Qué Pasa”, señala que el problema de un liderazgo que se instala desde la idealización, es su fragilidad. Cuando se viene abajo, el fenómeno siguiente es la devaluación, provocándose una sensación de traición, una angustia muy grande y una desconfianza enorme hacia la persona.
Los números de la Presidenta reflejan claramente lo anterior. De ser la más querida de todos los tiempos, hoy es rechazada por el 70% de la gente, la mayor cifra desde que se tienen registros de este tipo. Pero lo más revelador es la caída de sus atributos personales. Ya nada queda de la Bachelet querida por todos. Hoy apenas un tercio de los chilenos opina que ella inspira confianza o que es creíble. Menos que infunde respeto y que tiene liderazgo. En suma, la devaluación de la Presidenta ha sido feroz.
Esto representa un problema político de proporciones. Para el país, pero también para sus seguidores. Una Mandataria sin apoyo y poco querida no fue lo que compraron. Tampoco una sin capacidad de liderar, porque lo que instala es el caos y la confusión. En suma, la Presidenta, de salvadora se convirtió en problema.
Por eso todas las declaraciones que hablan de que hay que unirse en torno al liderazgo de la Presidenta caen en el vacío. Ella no lidera, sólo irrita. Cada vez que habla, tambalea la coalición. Sucedió en el famoso cónclave. Se repitió en la entrevista que dio en este mismo diario hace unos días, donde provocó una crisis ministerial que casi termina quebrando su gobierno. A estas alturas, todos reconocen que fue un error que ella hablara.
Pero la evidencia más notoria de su falta de liderazgo es que nadie le hace mucho caso. Si dice que Burgos y Valdés no llegaron a cambiar el gobierno, ellos hacen lo contrario. El ministro de Hacienda, imperturbable, parece ni siquiera escucharla. Nunca se dio por aludido y sigue adelante. Insiste en que no hay plata, anuncia cambios a la reforma tributaria y dando la pelea por la laboral. Burgos es distinto. A él le duelen las cosas, se enoja y taima. Pero tampoco cede, al extremo de aprovechar la ausencia de la Mandataria para llevar a Lagos a La Moneda. El ex Presidente se dio el lujo de dar una inédita conferencia de prensa en palacio, donde le dio un espaldarazo a Burgos y a la gradualidad que defiende. Nunca había sucedido algo así. Pero es un signo claro del desgobierno que existe.
También puede ser la solución. Si Bachelet está tan devaluada, lo mejor es alejarla de la contingencia. Llenarla de giras por el extranjero, donde parece estar muy a gusto. Y dejar que sus ministros tomen el control de la situación e intenten desenredar la madeja de problemas en que estamos metidos. No es claro que ella quiera. Pero tampoco parece tener la fuerza para impedirlo.


