El poder de las ideas

El poder de las ideas

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Para el New York Times, Alejandro Aravena no es un hombre famoso; es conocido. “En su gremio se sabe que es el director de la próxima Bienal de Venecia y que fue jurado del premio Pritzker en el pasado. También dio una charla TED en Río”, dice. Tiene razón: se trata de un currículum modesto comparado con los anteriores ganadores del Pritzker, el llamado Nobel de la arquitectura. Zaha Hadid, Rem Koolhass, Norman Foster, Frank Gehry, son algunas de los superestrellas que engrosan la lista del galardón. Todos, autores de mega obras en las grandes capitales del mundo, con oficinas gigantescas y un poder mediático propio de las estrellas del cine.

Aravena no tiene aquello. Además, es muy joven -48 años- y vive en Chile, algo que para este tipo de galardones, que buscan tener un impacto global, es un problema. Por ello, apostar a Aravena, era un riesgo. Y una suerte de quiebre con la historia, ya que siempre ha sido un premio que ha prestado mucha atención a las modas. Entonces, en esta oportunidad, da la impresión de que el jurado del Pritzker quiso dar un mensaje. La idea es hablar de una nueva dimensión del arquitecto. Recuperar su peso social y alejarlo de la irrelevancia. O, como dijo, con gran asertividad, el diario El País, “es más urgente aprender bien gramática que escribir la gran novela”.

Por eso, lo de Aravena es un logro monumental. Es el triunfo de las ideas por sobre la fama. Su trabajo en viviendas sociales, como medio de inclusión social, es muy poderoso. Llegar a esto, no fue casual. Por el contrario, es un camino muy pensado y trabajado. Cuando hace 15 años aterrizó como profesor invitado a Harvard, se hizo la pregunta clave: ¿dónde puedo aportar? ¿dónde puedo tener un ventaja sobre los demás? Y puso sus fichas donde los arquitectos no quieren estar. Donde no hay glamour, ni presupuesto. Donde los clientes no son grandes empresas, ni millonarios buscando lucirse con majestuosas casas.

Fundó, en ese entonces junto a Andrés Iacobelli, Elemental, una oficina que se especializa en proyectos que generen interés público y un impacto social. En el camino descubrió el mensaje: “la escasez de recursos, obliga a la abundancia del sentido”, como repite con frecuencia. Y así alcanzó la fama. Y hoy, con el premio, la influencia y glamour que tantos buscan siguiendo el camino convencional.

Alcanzar la cúspide tan joven es un honor, pero tiene problemas. ¿Ahora qué?, es la gran pregunta. En esto, Aravena tendrá la presión de la fama. Le lloverán proyectos de aquellos que quieren tener una obra de un premio Pritzker. No hay nada de malo en aquello. Es más, se lo merece. Pero también corre el riesgo de abandonar el camino que lo hizo relevante: el poder de las ideas.

En esto, debe considerar que sus viviendas sociales, si bien reconocidas, son todavía, en número, marginales incluso en el contexto local. Usar su fama actual para cambiar aquello, debiera estar en sus prioridades. Hacer de esto algo global, también. En esto, quizás, no debe olvidar la pregunta que se hizo cuando comenzó carrera: ¿dónde puedo aportar?

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