El Papa que no pontifica-Paula Schmidt

El Papa que no pontifica-Paula Schmidt

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Lo que sucederá este fin de semana en la residencia de Santa Marta, en el Vaticano, es inédito por la forma y por el fondo. ¿La forma? La cabeza de la Iglesia Católica saltándose el protocolo para invitar a Roma a tres de las víctimas chilenas de los abusos de Fernando Karadima. ¿El fondo? Un Pontífice que extiende su alma hacia los más dolidos, porque la esencia de la visita no es sólo para dialogar, sino también para compartir sus pensamientos y, como buen pastor, para contener sus emociones.

Sin embargo, las críticas llueven, las opiniones son tajantes y pareciera ser de que, para muchos, el veredicto está zanjado antes de siquiera saber qué ocurrirá.

Vivimos en una época en que se privilegian los cambios. Ojalá rápidos y muchos en poco tiempo, convirtiendo nuestras vidas en un eterno futuro. Siempre esperando “mañana”. Sin embargo, a la Iglesia de Cristo pocas veces se le reconocen sus cambios, porque en el siglo XXI el tiempo escasea para reflexionar, pero sí sobra para enjuiciar.

Las características que definen a la institución encabezada por Francisco la convierten en algo especial. Distante a cualquier otra empresa humana, porque ha sido capaz de sostenerse a lo largo de dos mil años de cambios. Es así que la reunión de este fin de semana es un ejemplo visible de cómo la Iglesia ha elegido acoger a las víctimas de abusos cometidos por sacerdotes; no sólo para comunicar su vergüenza, sino también para expresar su deseo de recibir el perdón.

¿Es reprochable que lo haga ahora y no lo hiciera antes? Puede que sí. Pero enfrentar las consecuencias, de manera pública y abierta, no le resta valentía y templanza a la acción de un Pontífice que ha escogido no esconderse.

La decisión del Papa cambia los tiempos de la Iglesia sin alterar su esencia, ya que las enseñanzas de Cristo sobre la Tierra desearon transmitir paz, sabiduría y confianza. Paz para aquietar las incertidumbres y los miedos del hombre; sabiduría para conocer y valorar su esencia; y confianza para fortalecer los lazos de hermandad. Creo que estas virtudes estarán presentes cuando Francisco se reúna este fin de semana con las víctimas de Karadima.

Mantener las apariencias y ventilar los egos por las redes sociales son parte de la cultura occidental. El Papa, con su gesto, hace completamente lo contrario;  abriéndose a las víctimas para expresarles su dolor con un ego que no finge su estado de vulneración.  La mezcla de abusos sexuales y sacerdotes es una bomba maldita cuyas esquirlas dejan profundas heridas en la psiquis humana, por lo que se deben extirpar de raíz. Es por eso que el Papa solicita el perdón de las víctimas humildemente, sin recurrir a su investidura y sin diplomacia vaticana de por medio.

Con su ejemplo de humildad y coraje, el Sumo Pontífice guía a los miembros de su Iglesia para que asuman sus responsabilidades, sean transparentes y no caigan en la autocomplacencia.

Al solicitarles a las víctimas su perdón, este Papa no sólo no pontifica, sino que, además, manifiesta la bondad, convicción y humildad de Cristo. Cuya expresión “quien esté exento de faltas o errores que arroje la primera piedra” es un pedazo de sabiduría milenaria que debiéramos recordar. (El Líbero)

Paula Schmidt, periodista y licenciada en Historia

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