El “Nuevo Trato” en la centroderecha

El “Nuevo Trato” en la centroderecha

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El abogado y ex diputado Gonzalo Arenas expone en una columna publicada en este medio que la suscripción de un acuerdo entre la UDI, el PRI, Evópoli y RN, partido del cual soy parte, “será una más de las tantas “coaliciones defensivas” para rescatar el “tercio” del sector.

Por cierto, dicha críptica visión pareciera más influenciada por el desánimo de la derrota que por la esperanza sustentada en la realidad y el devenir. Churchill, en una frase que el abogado Arenas asumo que conoce, decía que los optimistas ven una oportunidad en toda calamidad, mientras que los pesimistas ven una calamidad en toda oportunidad. Por cierto, de la lectura de la columna queda claro en qué bando se encuentra su autor.

Primero, por sus integrantes. La verdad es que por 24 años la Alianza, Democracia y Progreso, la Coalición, como se hubiera llamado, siempre fue el eje RN-UDI. Sólo en los 90 se incorporó la UCC, unión de triste recuerdo. Hoy, en cambio, la incorporación de un partido genuinamente de centro y de arraigo regional como el PRI y la inclusión de una generación joven como la que representa Evópoli, significa un cambio cualitativo y cuantitativo en la composición de la nueva agrupación.Personalmente, he intentando mantener el orden de sus argumentos, prefiero colocarme en las antípodas de su pesimismo, por las siguientes razones:

La “nueva coalición”, como sarcásticamente la describe, es entonces bastante más amplia que la “vieja”. Por cierto, la “nueva” no incorpora al movimiento formado por ex militantes de RN que, por voluntad propia, no sólo dejaron a un lado sus raíces y usaron nuestros cupos electorales sino que abandonaron sus principios. En cualquier caso, la participación de ellos, electoral y políticamente hablando, es bastante inferior a la que, por ejemplo, representa el PRI: un 8% de los electores. Por ende, es poco riguroso, como hace el articulista, afirmar que “con menos haremos más”.

Luego, Arenas presume que el único afán de la “nueva coalición” sería alcanzar el poder. Pareciera que el columnista se hubiera perdido toda la rica y variada discusión doctrinaria producida tras la crisis electoral del año 2013, lo cual sería incomprensible, dado que el propio Arenas es autor de un interesante libro al respecto. Pareciera, asimismo, que el ex diputado no ha leído con atención el interesante debate suscitado en RN que motivó la modificación de nuestra Declaración de Principios, ni menos el debate generado por la propuesta del senador Allamand en cuanto a conformar un partido único. Lo invito a revisarla.

En tercer lugar, y probablemente el tema más de fondo de la columna de Arenas, el intento de comparar a la derecha de los años 30 sólo sobre la base de sus vicios, como obtener sus cuotas de poder a punta de cohecho y de asados, resguardar intereses propios, etc., supone olvidar los aspectos más destacables de esa visión de la sociedad. El respeto irrestricto por la democracia, el republicanismo, la austeridad, la preocupación por lo social –¿recordará Arenas que el autor, hace un siglo, de la “Ley de la Silla”, el diputado Silva, era del Partido Conservador?–, son aspectos que reflejan que la visión mercantilista de una derecha sólo preocupada de defenderse en una trinchera no está en quienes proponen hacer un nuevo pacto.

Fundar una alianza política sobre la base de principios, entre los cuales se cuenta separar el mercado de los mercaderes que se coluden, que financian ilegalmente actividades políticas y que suben unilateralmente comisiones de cobranza de tarjetahabientes de clase media y baja, sí es un “hecho histórico”. Por ende, partir de la base de que el único que ha “pensado” a la derecha es Guzmán, es atribuirse a sus propias ideas todos los méritos y ninguno de sus errores o vicios por los cuales perdimos el apoyo de parte de la ciudadanía.

Si hay algo que pudiera rescatarse de la columna de Arenas es, precisamente, el interés más relevante que tenemos quienes hemos conformado este nuevo modelo de relación en la centroderecha: por años se nos convenció de que a las consignas de izquierda había que oponerles mejores consignas, más marketeras y efectivas, lo cual solo demostró facetas livianas que no resultan creíbles en la derecha: “Viva el cambio” y “el gobierno de los mejores” se intentaron oponer inútilmente a consignas como “fin al lucro” o “el pueblo unido jamás será vencido”, con el resultado de que la izquierda impuso sus convicciones en el plano de las ideas políticas.

Chile, la cuarta democracia más antigua del mundo, ejemplo de una sociedad liberal democrática, de un sistema de libre mercado eficiente y productivo, merecía que su derecha superara las peleas entre pipiolos y pelucones. El acto histórico está marcado por esa premisa, de fundarse en la política y no más en el marketing simplista. Es comprensible que a los más conservadores o pesimistas les cueste asumirlo, pero como dice el propio Octavio Paz, a quien cita Arenas, “… no podemos renegar de la política: sería peor que escupir contra el cielo: escupir contra nosotros mismos“. (El Mostrador)

 

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