El mundo perfecto del Frente Amplio

El mundo perfecto del Frente Amplio

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El Ministerio de Educación ha decretado las que quizá sean las vacaciones de invierno más extensas de nuestra historia. En realidad, una parte de ellas parece que son, según el ministro, no-vacaciones. En efecto, los niños estarán en casa, pero sin enseñanza remota; los padres podrán enviar a los hijos a la escuela si no tienen con quién dejarlos, pero es mejor que no lo hagan. Y ojalá no vayan a los cines u otros lugares donde pueden contagiarse, aunque en todo caso estarán abiertos. Todo clarísimo, y muy realista.

Sabemos que existe el covid-19, y otros virus o enfermedades de invierno. También conocemos que hay niños que han muerto a causa de ellos, aunque su número sea infinitamente menor que el de los adultos. Si ese fuese el único peligro, la decisión ministerial sería muy acertada: estaría salvando a los niños de la muerte.

El Gobierno parece olvidar que la vida es hermosa, pero trágica. El mundo perfecto del futuro solo existe en la mente del Frente Amplio. Efectivamente, si un niño va a la escuela, se puede enfermar, aunque también si sale a la plaza a jugar con sus amigos. Y si se queda en la casa, le puede caer encima una tetera hirviendo.

Todo es riesgoso. Ciertamente, la ocupación de las camas pediátricas ha crecido de manera explosiva; sin embargo, ¿quién dijo que era el único peligro? Después de tomar esta medida, el ministro dormirá tranquilo, porque nadie podrá acusarlo de ninguna muerte. Será el gran protector de la infancia. Que los escolares de la pandemia vayan a ser la generación más ignorante del último medio siglo es algo que hoy no vemos. Tampoco percibimos de manera inmediata los efectos psicológicos que produce esa situación sobre unos niños que estarán encerrados en viviendas minúsculas; la desesperación de los padres que deben trabajar y carecen de medios económicos para resolver ese problema, y las dramáticas carencias de esta generación en materia de adaptación social.

Todos esos son asuntos lejanos, que no pueden ser vistos por quienes solo tienen ojos para concentrarse en el “ahora”; que quieren evitar el problema tangible y no ven esos otros riesgos que probablemente son mucho más graves. El “presentismo”, la incapacidad de pensar a largo plazo, parece ser uno de los males de nuestra época.

El Frente Amplio quiere construir un Estado de bienestar sin priorizar a la primera infancia. Es incomprensible. Todos los países que ellos dicen imitar la tienen en primer lugar y ellos aún no se dan cuenta.

La carencia de perspectiva no es simplemente un problema de la juventud de nuestros gobernantes, es algo más profundo: tiene que ver con una falta de aquel carácter básico que requiere quien quiera dedicarse a la política. Es la ineptitud que deriva no de carecer de ciertas habilidades técnicas, sino del sentido mismo de la realidad.

El caso del Ministerio de Educación no constituye un hecho aislado, es otra muestra de lo que hemos visto diariamente desde el pasado 11 de marzo. Es exactamente lo mismo que constatamos con desazón en La Araucanía: “Apliquemos fuerza, pero con cuentagotas, en las carreteras”. Ignoro cuál sea la solución para detener la violencia, pero me parece claro que, en cualquier caso, habrá muertos. ¿Cómo lo sé? Porque ya los hay. Lo que ocurre es que si el muerto se debe a la acción de un narcoterrorista anónimo, los gobernantes podrán estar tranquilos y la izquierda –ese árbitro supremo de la moral– no los acusará de nada. El problema, entonces, no es si acaso morirá alguien, sino quién va a morir: la gente armada o la desarmada. Todo esto es durísimo, pero es así.

Aquí el problema no es que tengamos un Gobierno que sea más o menos de izquierda, sino la pérdida del sentido mismo de la realidad política, ese autoengaño que Aristóteles atribuía a la falta de determinadas dotes del carácter. Mientras tanto, la violencia, los narcos, la ignorancia y la anomia crecen y crecen.

El desconocimiento del carácter trágico de la vida produce resultados sorprendentes. Así, en los mismos días en que la prensa nos informa que ha llegado a Chile una peligrosísima organización criminal (Tren de Aragua), que ya tiene en el país a 100 de sus agentes, se nos dice que el Gobierno tiene contratadas a 100 asesoras ocupadas de corregir textos y discursos para asegurar que todas las autoridades empleen el lenguaje correcto y conseguir paridad hasta en las fotos: “Gobernar con perspectiva de género”, lo llaman. Política en el país de las maravillas, digo yo.

Nos guste o no, esto no es un sueño juvenil: esto es la vida, y la vida es dura. Es duro que haya tantos niños que en 3º básico apenas saben leer; que la gente esté aterrorizada en La Araucanía; que pocos empresarios se atrevan a invertir; que la salud pública esté colapsada; que la violencia contra las mujeres no cese, y que tengamos un déficit poblacional que hará imposible mantener a los ancianos sin un sistema eficiente de capitalización individual.

Los problemas que enfrentamos no se resuelven con pañuelitos verdes, arreglando discursos o con unas vacaciones muy largas para los niños. Cuanto más se demore el Gobierno en entenderlo, mayor será el daño que habrá causado al país, que ya ha sido bastante. Hasta ahora, ha dilapidado muchas oportunidades, pero no está obligado a seguir por esa senda. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro