El momento de los quiubos

El momento de los quiubos

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El nombre de Maquiavelo y sus ideas han surgido con bastante frecuencia en el debate actual. Aparecen citas, seminarios y una nueva traducción de José Antonio Viera-Gallo. Ante la incertidumbre electoral, es alentador y refrescante recordar al padre de la ciencia política moderna.

En 1975 John Pocock publicó su clásico “The Machiavellian Moment”. En este libro rastrea el pensamiento republicano clásico desde la Florencia de Maquiavelo, pasando por Inglaterra, hasta llegar a la incipiente república de los Estados Unidos. Detrás de estos grandes “momentos”, que son también épocas de crisis, el anhelo del espíritu republicano actúa como un telón de fondo. En cierto sentido, ese juego entre la fortuna y la virtud que nos plantea Maquiavelo dibuja los contornos de la historia. En Chile vivimos un “Momento Maquiaveliano” donde la fortuna ha jugado sus primeras fichas. Pero ahora dependeremos de la virtù.

Eso sí, partamos, como diría el pensador florentino, por la verità effettuale della cosa. Es evidente que no es el momento de los partidos políticos. La última encuesta CEP nos muestra que si un 53% de los chilenos confía en la PDI, un 37% en las FF.AA. y un 30% en Carabineros, solo un 9% confía en el Gobierno, un 8% en el Congreso y un paupérrimo 2% en los partidos políticos. Sin embargo, en el debate y la discusión política, seguimos presos de cierta costumbre nostálgica. Los partidos ya no son lo que eran. Si antes eran pocos y podían alinear a sus huestes, hoy son 16 partidos con dificultades para ordenarse. Después de la reforma electoral, lo que ganamos en representación y diversidad nos trajo mayor fragmentación y menor unidad.

Los temidos tribunales disciplinarios ya casi no existen. Las órdenes de partido son solo un recuerdo. Y las mesas directivas ya no administran una diversidad acotada. Deben lidiar con fuerzas centrífugas. Es por esta razón que esa vapuleada lógica del tercio, en las actuales circunstancias del proceso constitucional que iniciaremos, ya no tiene tanto sentido. Aunque los partidos quisieran tener ese sartén por el mango, el tercio que calcularán podría ser una ilusión, una válvula de escape.

La encuesta CEP también refleja, una vez más, ese anhelo por el equilibrio, por el centro. Al preguntar dónde se ubicaría usted en una escala de 1 a 10, con 1 a la izquierda y 10 a la derecha, un 51% de los que se identifican se ubica muy al medio, entre el 5 y 6 de la escala. Un 25% se ubica a la izquierda (de 1 a 4), y un 22% a la derecha (entre 7 y 10). Pareciera que los chilenos evitan los extremos. Ahí siguen muchos moderados sin domicilio político. Son los esquivos huérfanos en busca del equilibrio perdido.

En esta aventura constitucional hay muchos riesgos, pero también oportunidades. Tendremos a fanáticos y dueños de la verdad. Surgirán nuevos rasputines, quintralas y radicales que no valoran la libertad ni la democracia. Acecharán eventuales conflictos entre los poderes del Estado. Pero, en medio de las turbulencias, habrá un grupo de republicanos que sostendrán el Estado de Derecho y la institucionalidad. Por eso pienso que hay que dejar de lado la calculadora y mirar a las y los virtuosos que tendrán esta histórica responsabilidad republicana. Como diría Maquiavelo, son los azarosos momentos de la política —esos caprichos de la fortuna— los que dan espacio al carácter de los actores.

Este momento histórico pondrá a prueba ese viejo dilema entre oportunidad y ethos. Es un llamado para los virtuosos. Un llamado a recuperar las virtudes clásicas de la prudencia, templanza, justicia y, sobre todo, de la valentía liberal y republicana. Al final, el resultado de la constituyente no se tratará de un tercio político, sino de la virtù de los constituyentes. Como nos recuerda Maquiavelo, aunque muchos persigan la fama, solo algunos alcanzarán la gloria. (El Mercurio)

Leonidas Montes

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