El ministro, la política y el fútbol

El ministro, la política y el fútbol

Compartir

Las reacciones que ha despertado la columna sobre el ministro del Interior (“La pobreza del ministro”) plantean algunos temas de interés público sobre los que, quizá, pueda ser útil reflexionar.

El primero es el de la relación entre los aspectos biográficos o curriculares de un funcionario y su desempeño público. Una de sus lectoras informa acerca de algunos aspectos de la peripecia vital del ministro del Interior donde se aprecian algunos de sus innegables méritos. Pero, ¿será verdad que el desempeño actual de un funcionario público o un político debe ser juzgado a la luz de su biografía? Es obvio que una cosa no se sigue de la otra. Una persona puede tener un notable transcurso vital de mérito, esfuerzo y orientación al logro y, así y todo, tener un mal desempeño público. De una cosa no se sigue la otra. En la literatura hay muchísimos ejemplos de personas que juzgadas biográficamente no valían la pena; pero que fueron políticos notables. Y sobran los casos de personas cuya biografía es digna de admiración, pero cuyo desempeño no la despierta. Es, temo, el caso del ministro Blumel. Una cosa es el sujeto biográfico y otra el sujeto político. Mantener distanciadas ambas cosas evita el error de creer que los juicios políticos son acerca de las virtudes no políticas de las personas. Un mal juicio acerca del desempeño político del ministro nada dice acerca de su valoración como persona.

El segundo asunto que las cartas plantean lo sugiere la profesora Lucía Santa Cruz (a la altura de cuya amabilidad es imposible situarse). Ella sugiere que una evaluación justa del quehacer del ministro solo la tendrá el tiempo y, junto a ello, subraya los aportes institucionales que, desde noviembre, habría hecho el ministro. Lamento no estar de acuerdo en ninguno de esos aspectos. Y explicaré de inmediato por qué. Desde luego, creo que no hay que confundir el juicio histórico que efectuará el futuro con el juicio, por llamarlo así, político que reclama el presente. El juicio histórico se efectúa al interior de un horizonte de sentido que no es el actual y teniendo en cuenta hechos que hoy no vemos y desde ese punto de vista no cabe duda que ese tipo de juicio es más complejo que el político. Pero ¿significa entonces que haya que esperar que pase el tiempo antes de juzgar? Por supuesto que no. El juicio político —las opiniones sobre el quehacer actual de un funcionario— es inevitable e imprescindible en una democracia. El tiempo agregará, es cierto, una complejidad que hoy desconocemos; pero ello no debe llevar a suspender el juicio político. Este último responde la siguiente pregunta: ¿se ha cumplido la máxima de eficiencia del político que consiste en conducir los hechos, siquiera en parte, desde su voluntad y no desde la ajena? En el caso del ministro Blumel la respuesta, me parece, es no.

¿Será verdad, de otra parte, que el ministro ha logrado encauzar institucionalmente la crisis que se desató en octubre y que se creyó concluía con el acuerdo constitucional? No lo creo. Desde luego ese acuerdo no fue el fruto de la voluntad ministerial o presidencial, fue simplemente el resultado (esto suele ser la política) de una voluntad doblegada. Y cuando la propia voluntad debe ceder, el buen desempeño político obliga a hacer de la necesidad una virtud; pero nada de eso ha ocurrido en este caso. Las instituciones han ido de necesidad en necesidad y no se ha logrado hacer aparecer, hasta ahora, la virtud. El ministro ha intentado aligerar la situación con sus declaraciones amables (incluidas las del fútbol, que no son las únicas de ese tenor), pero en momentos de crisis se requiere más que una voluntad contemporizadora. Cuando se examina el quehacer del ministro se observa que su actitud —la frase es de Maquiavelo— “ni gana amigos, ni derrota enemigos”.

En fin, Harold Mayne-Nicholls hace un espléndido paseo por citas referidas al fútbol. Pero debo corregirlo. La referencia que Camus hace a la relación entre moral y fútbol no fue al recibir el Nobel, sino cuatro años antes, en 1953 (La Belle Époque). ¿Existe, por último, algún vínculo entre la política y el fútbol? Poco. Salvo que el fútbol es un juego que se practica con extrema seriedad, y la política, según se ve, es una actividad seria que a veces se ejercita como si fuera un juego.

Carlos Peña

Dejar una respuesta