Hace unos días, en un mensaje de fin de año en Twitter, el ministro de Hacienda Ignacio Briones propuso usar a Australia y/o Nueva Zelandia como referentes económicos, políticos y sociales. La idea es contrastar nuestros avances con los de las naciones de Oceanía, las que también dependen de los recursos naturales y se encuentran alejadas de los principales centros de consumo del mundo.
Esta es una excelente idea, que le da un marco real y concreto al análisis comparativo y al seguimiento a través del tiempo del progreso socioeconómico de nuestro país.
Esta propuesta nos aleja del análisis tradicional y hermético de tantos ministros anteriores, que usaban “el promedio de la OCDE” como punto de referencia. La OCDE es una construcción abstracta, y su uso como referente disfraza de tecnicismos comparaciones que debieran ser simples y transparentes. La OCDE no es un país, no tiene bandera, ni selección de fútbol; es prácticamente imposible visualizarla o imaginarla (excepto como una fría hoja de Excel).
Hace unos años, en el Seminario Anual de Moneda Asset, hicimos una propuesta similar a la del ministro Briones. En esa oportunidad dijimos que el Gobierno debiera hacer un seguimiento anual de las brechas entre nuestro país y Nueva Zelandia, y ponerse metas concretas sobre el ritmo al que esas brechas se debieran cerrar a través del tiempo.
Tomemos, para empezar, el ingreso per cápita: se estima que, en 2019, el PIB per cápita de Chile alcanzaba los 26 mil dólares (PPP). El número para Nueva Zelandia es de 42 mil dólares. Vale decir, la brecha entre los dos países es de 36%. Estos números nos dan, de inmediato, una meta cuantificable y verificable. Si queremos cerrar la brecha a la mitad en una generación (25 años), Chile tendría que crecer, cada año, un punto porcentual más rápido que el país de Oceanía.
Pero, desde luego, el ingreso promedio no es el único objetivo importante de las políticas. Para tener un programa equilibrado es necesario considerar otras métricas y analizar las diferencias entre los dos países en una serie de aspectos tanto sociales como económicos y financieros, incluyendo políticas medioambientales y distributivas.
He aquí algunas de las brechas entre Nueva Zelandia y Chile:
Nueva Zelandia tiene una distribución de ingreso mucho más igualitaria. Su coeficiente Gini es 0.330, mientras que el de Chile es 0.465. La educación en Nueva Zelandia es de mucho mejor calidad: en la prueba PISA está en el lugar 12, mientras que Chile se encuentra en el 44.
De acuerdo con Transparencia Internacional, Nueva Zelandia está en el primer lugar en lo que a probidad (o ausencia de corrupción) se refiere; Chile, en el puesto 24. En los estudios del PNUD sobre Desarrollo Humano, Chile está en el puesto 38, mientras que Nueva Zelandia está en el 7. De acuerdo con Freedom House, Nueva Zelandia es el séptimo país con una democracia más firme; Chile se encuentra en la posición 18. La Universidad de Yale calcula que en lo que a protección del medio ambiente se refiere, Nueva Zelandia está en la posición 11 en el mundo entero; Chile en un desmejorado lugar 52.
Según el Times de Londres, Nueva Zelandia, un país con menos de cinco millones de habitantes, tenía cuatro universidades entre las 400 mejores del mundo, en 2017; Chile no tenía ninguna. En su ranking Doing Business, el Banco Mundial califica a Nueva Zelandia como el mejor país del mundo para emprender proyectos, mientras que Chile se encuentra (2017) en un triste lugar 57.
He aquí una sugerencia concreta: una oficina técnica del Gobierno —posiblemente ubicada en el Ministerio de Economía— debiera institucionalizar un análisis comparativo entre Chile y Nueva Zelandia. Todos los años informaría cómo van las brechas, explicando en qué categorías nos hemos acercado a nuestro referente, y en cuáles hemos retrocedido. Además, debieran definir metas concretas. Por ejemplo, el ministro de Educación se propondría cerrar la brecha en la Prueba PISA en seis lugares en los próximos cuatro años, y en ocho puestos en los próximos ocho, y así sucesivamente. El de Desarrollo Social se propondría cerrar la brecha de desigualdad a un ritmo preestablecido.
Uno de los atractivos de usar a Nueva Zelandia como referente es que ha enfrentado en forma creativa y exitosa el tema de los pueblos originarios. Entre otras cosas, los maoríes tienen escaños reservados en el parlamento.
Resulta que el propio gobierno de Nueva Zelandia ha usado un sistema similar al aquí propuesto para guiar sus políticas públicas. En un estudio fascinante del año 2009, el gobierno definió una hoja de ruta para cerrar brecha de ingresos con Australia el año 2025. (El Mercurio)
Sebastián Edwards



