El indispensable realineamiento de la izquierda

El indispensable realineamiento de la izquierda

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Si continúa una política de trincheras se lentificará el indispensable proceso de cambios que Chile necesita. Consolidar en piedra las posturas políticas retardará una Nueva Constitución y tenderá a esterilizar sus capacidades transformadoras.

Los políticos de izquierda que trabajamos para la victoria del 62% del “Rechazo” y también aquellos votantes del “Apruebo”, que aún no procesan la inesperada brutal derrota que les propinó el voto popular, parecemos más concentrados en verificar los compromisos de cambio que ofreció la derecha, en vez de resolver, al interior de la izquierda, las diferencias que serán determinantes para dar o restar fuerza a los cambios y el curso de acción.

No es en la derecha, a pesar de sus valorables sectores renovados, donde la izquierda debe poner su esperanza, sino en su propia capacidad de movilizar la correlación de fuerzas hacia una nueva Constitución bien hecha, que no vuelva a ser vocera del enojo perpetuo ni de bravatas infantilistas de quienes, creciendo a nuestro alero concertacionista, redactaron fantasías arrogantes, para un país imaginario. La responsabilidad fundante de la izquierda es el cambio. Apreciamos el esfuerzo de la derecha progresista y le exigiremos cumplir sus compromisos declarados, pero no es nuestra garantía. El triunfo del Rechazo es una inflexión que recibió votos de todos lados para rechazar una mala propuesta, pero no para un programa de gobierno. No votamos Rechazo por conservadurismo sino al contrario: para hacer bien lo nuevo. Votamos Rechazo junto a los más pobres, a los más sencillos que rechazaron, en 338 municipios de las 346, la propuesta de nueva Constitución que hubiera estancado las transformaciones.

Las izquierdas no debemos eludir la tarea política con cuentos de hadas, porque la derecha no es ni ha sido garantía de los cambios salvo como actriz reactiva a los procesos de presión social. Visos de la inmadura pasividad izquierdista se expresaban cuando nos preguntaban qué garantía nos daba la derecha para impulsar una nueva constitución si triunfaba el Rechazo. Respondimos por escrito que ninguna. Históricamente ha sido la izquierda la garante del cambio, aunque a veces cometiendo errores gigantescos, pero siempre por el cambio.

Hay un debate público pendiente en las izquierdas. Lo que no puede continuar es que, mientras algunos recordamos nuestros errores de hace más de 50 años, otros no reconocen sus equivocaciones de hace solo 50 días.

Por el bien del país, los que votamos Rechazo superaremos los insultos, los intentos de cancelaciones personales, las amenazas y la calificación de pinochetistas. Trabajaremos por el reencuentro histórico con esos votantes del “Apruebo” que valoran la transición valiente que hicimos para salir de la dictadura. La mayoría del voto “Apruebo” no obedece a los conductores de su propio fracaso, no sigue a eso que deformaron la indignación sana de todo impulso de cambio contra la injusticia social, en una negación del pasado de progreso. El pueblo, que ha progresado en los últimos 30 años, no se sumó al negacionismo izquierdista ni a la derecha retardataria, que por lo demás no es su mayoría.

El triunfo del Rechazo nos libró de caer en un ambiente maximalista que hubiese presionado a un gobierno débil, entrampando el impulso renovador, llevando a la mayoría, que no participa de la política, a un desánimo y percepción más negativa de la política y la democracia.

Ahora corresponde asumir que el fracaso de la CC no mejoró al país. El triunfo del Rechazo solo abrió una buena oportunidad para los cambios, para hacer bien las transformaciones y dejó algunas lecciones de las que cada uno verá si aprende.

Hay que ir, como decían nuestros viejos, “al seno del pueblo” a entender su decisión de repudio a la propuesta de la CC.

Si las izquierdas en pugna nos esforzamos por encontrar un diseño del mecanismo proconstitucional y un anteproyecto de contenidos, lograremos salir de las trincheras del fanatismo e impulsaremos la Nueva Constitución, más las consecuentes políticas de cambio.

Cuidémonos de extremismos de derecha, pero también de esos ultraizquierdistas enojados con el pueblo porque este no obedeció a los “puros”, parecidos a como fuimos, alguna vez, cuando nos autoproclamábamos vanguardia, intérpretes del pueblo y descalificábamos como inmaduros a los que no nos obedecían. (La Tercera)

Patricio Hales