El gustito de Boric

El gustito de Boric

Compartir

Las críticas que se han dirigido hacia Gabriel Boric por haber organizado una cumbre de líderes afines, todos partidarios de lo que ellos llaman ‘progresismo’, están mal enfocadas.  Este tipo de encuentro no es nuevo ni escandaloso. Recordemos que cuando Chile se sumó a la Alianza del Pacífico, el presidente Piñera acompañó a los líderes de centroderecha de la época que gobernaban en México, Colombia y Perú. Del mismo modo, al final de su mandato la presidenta Michelle Bachelet organizó una cumbre de gobiernos progresistas en Viña del Mar, allá por 2009. Asistieron líderes como Lula da Silva, Cristina Fernández, Gordon Brown y el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, entre otros.

Pero esas cumbres eran distintas. Apuntaban a la integración con un sistema internacional liberal. Aquella generación de líderes recalcaba la necesidad de fortalecer el sistema ante los efectos de la crisis sub-prime. Sabían que el vacío creado por una crisis mal manejada podía llenarse con populistas de promesas fáciles y simplistas, incluyendo propuestas proteccionistas y aislacionistas. No se equivocaron.

La cumbre del lunes, en cambio, fue otra cosa. Una izquierda cuidadosamente seleccionada, sin espacio ni siquiera para un laborista británico (Boric dice que habló con Starmer por teléfono). Sí regresó el presidente brasilero, pero se trata de un Lula 2.0, muy distinto al que abrazaba la Tercera Vía junto con Tony Blair y Ricardo Lagos. A él lo acompañaron un exguerrillero colombiano y un líder español que utiliza el conflicto en el Medio Oriente para desviar la atención de sus problemas domésticos.

Chile, bajo Gabriel Boric, no se convierte, entonces, en el centro del progresismo liberal, sino de una izquierda latinoamericana anacrónica con un pie plantado firmemente en un pasado imaginario, convencido que los desafíos de mañana confirman sus dogmas de ayer: desarrollismo y no-alineamiento. La cumbre se puso el objetivo de “defender la democracia”, lo que es tan ambicioso que llega a carecer de sentido, especialmente cuando se toma en cuenta que la heredera designada del Presidente sostiene que Cuba goza de “un sistema democrático distinto”. ¿Es esa la democracia que hay que defender?

Las críticas no deben centrarse, entonces, en la falta de diversidad ideológica de la cumbre, sino en su falta de seriedad. En un momento decisivo para el sistema internacional, Boric ha sido -hasta ahora- cuidadoso en enfatizar la ‘diversidad’ en las relaciones internacionales: no tener que optar por un lado u otro. Pero en la recta final de su mandato Boric pareciera estar decidido -por su cercanía a los BRICS, por su actitud hacia Israel, por la elección de invitados a la reciente cumbre- en optar. Está claro que Boric ve ganancia política en provocar una reacción de parte de Estados Unidos.

Boric sin duda cree que gana mucho. Como todo presidente en su último año en el poder, piensa en su legado, pero a diferencia de otros presidentes salientes, él no se acerca a la edad de jubilación. Está preparando su futuro.

Es ahí donde debiera centrarse la crítica. En la muy real posibilidad de que Chile entero pague un tremendo precio -en aranceles, visa waivers y otros- para que el Presidente se dé el gustito de preparar el currículum para sus próximos pasos. (El Líbero)

Roberto Funk