En los últimos meses, distintas voces de Chile Vamos han repetido en la discusión pública la idea de que poseen los “mejores equipos”. Lo anterior es comprensible: en tiempos de campaña las candidaturas necesitan destacar sus fortalezas y disimular sus debilidades. En ese contexto, el equipo de Matthei ha logrado instalar con relativo éxito el siguiente supuesto: un gobierno suyo estará conformado por personas con altas capacidades técnicas y con un amplio conocimiento del Estado. A diferencia de los demás competidores y de la administración del presidente Boric, ellos no llegarían a improvisar en el Estado.
Con el paso de los días, esta idea de los mejores equipos se transformó en una minuta. El argumento se empaquetó para ser utilizado por militantes en todos los espacios posibles. De tal forma, el votante de Matthei hoy enfatiza dos de sus activos: su experiencia en puestos de la administración y la práctica de quienes la acompañan. Las minutas, por supuesto, son herramientas eficaces y necesarias. Ellas ordenan las campañas, proporcionan herramientas para el debate y enfatizan algunas dimensiones por sobre otras. El problema para la discusión pública ocurre cuando este mensaje preconfigurado se instala con éxito y no se destina tiempo para reflexionar sobre su fondo. En ese sentido, es un error asumir que el contenido de una frase es verdadero solo por su constante repetición.
En efecto, ¿qué significa tener a los “mejores”? ¿Hay allí personas con estudios en universidades prestigiosas y más calificaciones? ¿Poseen más años de experiencia en los asuntos del Estado? Naturalmente, ninguna de estas preguntas es de fácil respuesta. Pero si profundizamos, es posible advertir que detrás del argumento de “somos los mejores” se anida una curiosa disposición: quienes integran o lideran esos equipos sofisticados son justo quienes destacan sus propias capacidades. Lo que vemos es que el virtuoso es el mismo que se jacta públicamente de sus habilidades. La situación revela una paradoja: en lugar de que la ciudadanía sea quien reconozca esos méritos, se difunde el reconocimiento propio a través de la maquinaria mediática. Esto, desde luego, no es una actitud exclusiva de Chile Vamos; Republicanos también ha utilizado este recurso al presentarse como los únicos con convicciones, y Kaiser para qué decir.
Es cierto que vivimos en los tiempos del autobombo, de las autofelicitaciones y de la autocomplacencia. También es verdad que las personas son exigentes y mezquinas a la hora de reconocer las capacidades ajenas. Por lo mismo, se podría pensar que alguien debe hacer justicia y visibilizar dichos activos, aunque eso implique hacerlo uno mismo. Ahora bien, ese relato genera efectos negativos desde el momento en que al “nosotros tenemos los mejores equipos” se le añade la afirmación “ustedes son voluntaristas”. Por un lado, la afirmación contiene una idea de superioridad frente a otros profesionales que, quizás no han tenido ni los contactos ni las oportunidades para demostrar que pueden ser buenos funcionarios públicos. Y por otro, da la impresión de que las buenas propuestas y los expertos que las desarrollaron están más al servicio exclusivo de una candidatura, pero no del país.
En otras palabras, al presumir una especie de monopolio sobre los técnicos excelentes se omite que, en último término, esas capacidades deberían estar disponibles para servir al bien común. Por eso, lo ideal es que las personas convocadas por el futuro gobierno, si las directivas de los partidos así lo estiman, puedan decidir libremente el integrarse o no a la administración. Esa es la oportunidad para negociar y para intentar proyectar una coalición un poco más amplia dentro de los márgenes de lo posible.
Es evidente que la capacidad de integrar a los mejores técnicos dependerá de la capacidad de convocatoria del candidato ganador, de sus actitudes pasadas y de las garantías que sepa ofrecer. No obstante, ese aporte solo será posible con la buena disposición de quienes pierdan en primera vuelta. Frente al narcotráfico, la inmigración ilegal y el estancamiento económico, los “dolores de guata” por colaborar con otros se convierten en pequeñez individual. De esa manera, el panorama termina siendo este más o menos: lo que se espera de los candidatos de derecha es que quienes pierdan puedan ofrecer sus activos a la candidatura que avance a la segunda vuelta. El sector debe enfrentar junto al comunismo y a los desafíos de la ciudadanía con las personas que sean necesarias. (El Líbero)
Álvaro Vergara



