El giro

El giro

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La primera señal pública la dio hace un par de semanas el ministro Marcelo Díaz, al abrirse finalmente a reconocer que las reformas impulsadas por el gobierno contribuyeron a generar desconfianza e incertidumbre, dos de los elementos que explican la fuerte caída de la inversión en el último tiempo.

La confirmación del giro vino después de la mano del ministro Nicolás Eyzaguirre, cuando señaló a los empresarios reunidos en Icare que la ‘obra gruesa’ de la actual administración estaba terminada, es decir, que lo previamente reconocido por el vocero de gobierno como un factor incidente en el cuadro de deterioro de las expectativas, había llegado a su fin. De manera explícita, Eyzaguirre notificó que, a partir de ahora, ‘nos vamos a concentrar en consolidar, mejorar la gestión y redinamizar (sic) la economía.”

En síntesis: el gobierno decidió poner un pie en el freno de las reformas ante la evidencia ya indesmentible de que no hay ni habrá reactivación económica en los dos últimos años de gestión. Así, un gobierno que durante la primera mitad de su mandato se negó sistemáticamente a aceptar que la implementación de su programa estaba afectando la actividad productiva, ahora busca reactivarla notificando del término de la obra gruesa y cerrando la puerta a nuevas transformaciones.

El problema para la autoridad es que la actual incertidumbre no se debe sólo ni principalmente a la discusión de los proyectos de ley, sino a las expectativas de mediano y largo plazo generadas por la implementación de las reformas aprobadas. En rigor, será muy difícil reactivar la inversión cuando las modificaciones a la estructura tributaria se encuentran recién en sus inicios, y la reforma laboral deberá pasar muchos meses luego de su aprobación antes de empezar a implementarse. En paralelo, una de las principales fuentes de inquietud -el proceso constituyente- apenas está comenzando, sin un cronograma claro, sin haber todavía resuelto su mecanismo de concreción, y sin poner a la fecha una sola propuesta de cambio sobre la mesa.

Así las cosas, intentar fortalecer la economía convenciendo al país de que la obra gruesa está terminada no sólo choca con todas las evidencias, sino que implica haber validado el deterioro de confianzas que el conjunto de las reformas generó desde el comienzo.

Ahora el gobierno acepta que la debilidad económica no depende solo de China y de la baja en el precio del cobre. Ahora decide por tanto notificar de un inverosímil término de las reformas cuando es obvio que algunas tan relevantes como la de educación superior y el cambio constitucional ni siquiera empiezan a discutirse; y ahora, finalmente, se reconoce que no habrá reactivación económica sin un cambio sustantivo en las expectativas internas, una realidad que terminó de alertar al gobierno ya que puede convertirse en un factor decisivo en el ciclo electoral que se inicia.

La verdad, ante este inviable y poco verosímil giro retórico, quizá hubiera tenido más sentido político seguir culpando del deterioro económico al escenario externo, mantener en alto el espíritu transformador y no terminar aceptando el principal argumento de quienes, desde el inicio, se han opuesto a las reformas todavía en curso. (La Tercera)

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