El genocidio de nuestro tiempo-Juan Ignacio Brito

El genocidio de nuestro tiempo-Juan Ignacio Brito

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Más que cualquier enfermedad, guerra o desastre natural, lo que hoy mata más gente en el mundo es el aborto. Según el sitio de estadísticas Worldometer, en 2021 se realizaron 42,7 millones de abortos, lo cual se compara con 58,7 millones de muertes por otras causas. La OMS asegura que seis de cada diez de los embarazos no deseados son interrumpidos voluntariamente, mientras que tres de cada diez de todos los embarazos corren igual suerte.

Convertido en un método para el control de la natalidad, el aborto es uno de los principales responsables de la crisis demográfica global. Poco o nada se habla de los efectos de este verdadero genocidio cometido en las democracias liberales en nombre de la autonomía personal y en dictaduras totalitarias por la razón de Estado. Un genocidio que, paso a paso, nos acerca a la distopía augurada por la novelista P.D. James en «Hijos de hombres»: un mundo sin niños ni capacidad para procrearlos.

Aunque se presenta como un triunfo para los derechos de la mujer, el aborto las perjudica directamente, porque las cifras muestran que se abortan más niñas que niños. «¿Cuántas feministas que protestan en favor del derecho al aborto se dan cuenta de que en muchas partes, incluido Estados Unidos, las niñas son más abortadas que los niños?», se pregunta Mary Eberstadt, de la Hoover Institution. Hace unos años, una investigación del Daily Telegraph mostró que el aborto por razón del sexo femenino de las guaguas era común, pese a ser ilegal, en Gran Bretaña.

En China, donde se registra casi un cuarto de los abortos del planeta, la política del hijo único aplicada hasta 2016 generó tal cantidad de abortos de niñas, que la relación natural entre nacimientos masculinos y femeninos (105:100) se ha visto alterada: ha llegado a estar en 121:100. En India, en 112:100. «Aún no conocemos los efectos evolucionarios de alterar radicalmente la ratio entre sexos al momento de nacer, pero una mirada rápida a la historia sugiere que no es una buena idea jugar con algo que no entendemos», advierte la periodista Mara Hvistendahl en su libro «Unnatural selection».

Resulta paradójico que algo así ocurra en una sociedad obsesionada con el respeto a la naturaleza y es improbable que no haya efectos impensados. Por ejemplo, según Ayo Wahlberg, antropólogo de la Universidad de Copenhague, los abortos múltiples posiblemente constituyen una causa de infertilidad femenina. Esta podría ser una de las razones por las cuales en China las tasas de infertilidad de las parejas en edad reproductiva son más elevadas que el promedio global de 15% y superan el 18%, de acuerdo con datos de la Universidad de Beijing.

El censo de 2020 reveló que China tiene hoy la tasa de natalidad más baja desde 1978. Para contrarrestar la brutal caída, que supone estar muy por debajo de la tasa de reposición poblacional, el gobierno ha dispuesto el cierre masivo de clínicas abortivas, disminuyó el número de abortos forzosos (aún se mantienen en la provincia rebelde de Xinjiang) e impulsa, con pocos resultados, una política de tres hijos por pareja. La cantidad de abortos en China alcanzó un peak de 14 millones en 1991; en 2020 cayó a nueve millones.

La esperanza no solo emerge desde China. En Estados Unidos, el número de abortos viene a la baja y la Corte Suprema revisará este año el famoso fallo Roe v. Wade, que en 1973 estableció el derecho al aborto. Las posibilidades están abiertas y el tribunal podría incluso revocar la sentencia, lo cual no significaría el fin del aborto en EEUU, pero sí lo limitaría a los estados con legislaturas más liberales. (DF)

Juan Ignacio Brito

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