El gallito por el poder-Pilar Molina

El gallito por el poder-Pilar Molina

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El tema de derechos humanos actúa como bálsamo para la izquierda. Es el canal que le permite unirse y recuperar su identidad fraccionada después de las dos últimas derrotas presidenciales. Los 40 años del Golpe llenaron la agenda de los medios, como no había ocurrido nunca antes con los otros aniversarios. Los 30 años eran importantes, pero allí gobernaba la Concertación.

Pero como en 2013, ahora vuelve a gobernar un Presidente de derecha y el guión es parecido: empezamos con el Ministro Mauricio Rojas; si podemos, alcanzamos al Canciller Roberto Ampuero; seguimos con el subsecretario Luis Castillo y a continuación, los 45 años del Golpe; prosigue levantar el triunfo del “no” el 5 de octubre y magnificar los 20 años de la detención de Pinochet en Londres. No son casualidad esas acusaciones, ¿qué más puede unir desde la DC al Frente Amplio y desviar al Gobierno de una agenda productiva y enfocada en los problemas reales?

Hay que sumar la acusación constitucional contra tres ministros de la Corte Suprema, cuyo pleno consideró que afecta la autonomía que parlamentarios de la ex Nueva Mayoría y del Frente Amplio los acusen cuestionando el contenido de una sentencia de la sala penal que permitió a 7 condenados en causas de derechos humanos continuar el cumplimiento de pena fuera de la cárcel. Y últimamente, otro motivo de unidad: la presentación por parte de senadores opositores de un recursos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos pidiendo pronunciarse sobre la situación de condenas en Chile por delitos de lesa humanidad.

Es cierto que la última chispa la encendió la frase desgraciada sobre el “montaje” de la izquierda del Museo de la Memoria, escrita por Rojas tres años atrás. El mundo de la cultura legítimamente se movió en su contra, pero lo acusaron de “negacionismo”, a pesar de que él mismo fue víctima de la dictadura y también su madre. Incluso pusieron en duda que fuera del Mir o de una facción del mismo, y nadie ha podido encontrar una frase donde el ex ministro negara las violaciones a los derechos humanos en Chile.

Pero las cosas no son como son, sino que como se ven. En el nombramiento del subsecretario de Redes Asistenciales había más combustible. Castillo era estudiante de medicina cuando falleció Eduardo Frei Montalva en 1982. Carmen Frei expresó su malestar por el nombramiento acusándolo de “ocultar” la autopsia de su padre asesinado y terminó sumándose hasta el Partido Comunista a la velatón frente al hospital clínico de la Universidad Católica la semana pasada. Los senadores opositores, valiéndose de su mayoría, anunciaron que no dejarían entrar a la comisión de Salud a la autoridad y no se relacionarían con él. El veto del mundo de la cultura había funcionado para derrumbar al Ministro Rojas, ¿por qué no usar la mayoría parlamentaria contra el subsecretario?

Una cosa es ocultar, otra completamente distinta es no haber dado información sensible hasta que la pidió la familia en 2002 sobre el proceso de embalsamiento y examen histopatolóqico que sí se reportó formalmente al equipo médico que asistía al ex Presidente Frei. Es lo que dijo el comunicado del hospital Clínico UC el pasado jueves, casi calcado al que hizo en 2003 el decano de la Facultad de Medicina, donde desmintió cualquier ocultamiento y aseveró que nunca se les solicitó información hasta 2002 cuando se entregó copia del informe a Carmen Frei.

Si tenía alguna responsabilidad Castillo, por el hecho de haber sido director del hospital entre 1996 y el año 2000 y después, director de la Red UC, habría sido incluido entre las 6 personas, 3 de ellas médicos, que procesó por homicidio el ministro Madrid el 7 de diciembre de 2009, entre la primera y la segunda vuelta presidencial donde competían Frei hijo y Sebastián Piñera. El ministro investigador está a punto de dictar sentencia en una causa a la cual Castillo sólo declaró como testigo y con muchas otras autoridades de la época del hospital, incluido el actual rector Sánchez.

Pero qué importa cómo son las cosas; si no ocultó ni encubrió, al menos calló. Si el reproche no es penal, es ético, y lo importante es que permite aglutinar, obliga al gobierno a pasar a la defensa y además, divide al oficialismo que se enreda entre la función de la historia-contexto y la memoria. Es una fórmula win-win porque deja en segundo plano la agenda del Presidente y le inflige un daño significativo cuando lo obliga a cambiar autoridades.

Antes impugnaron al subsecretario Toso, también de Redes, y resultó. No les fue tan bien cuando trataron de revertir el nombramiento de Juan Benavides en Codelco. Pero ahora hay un ánimo distinto, de fronda con los derechos humanos. Mientras controlen la agenda, todo puede pasar. En una de estas, la oposición termina convenciendo al Presidente que la única manera de detener estos vetos es poniendo gente de la izquierda en los cargos de gobierno. Es lo que hizo Piñera en el SII, un puesto complejo, donde confirmó al director socialista, quien fue un fiel funcionario de quien lo designó: Michelle Bachelet. (El Líbero)

Pilar Molina

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