Con todo, querría subrayar que el tipo de crítica que la columna realiza es inevitable a la hora de hacer el escrutinio de las tareas públicas, que es —como todos saben, especialmente los periodistas— uno de los deberes de la prensa.
La personalidad de quienes conducen el Estado suele ser esgrimida a la hora de solicitar la confianza de los ciudadanos y es natural, entonces, que la prensa verifique si la conducta de los funcionarios está a la altura de las virtudes que reclama el cumplimiento de sus deberes. Se puede o no estar de acuerdo con el contenido del análisis de esa conducta; pero creo que no es razonable, en una sociedad abierta, oponerse a que él se efectúe o reclamar se lo morigere. Analizar la conducta de un funcionario público es parte del quehacer de la prensa, especialmente en momentos difíciles. Y ese análisis nada tiene que ver, desde luego, con imputaciones relativas a la salud mental, como sus lectoras, al parecer, en un raro lapsus, leyeron en esa columna. Como sabe toda persona culta, el psicoanálisis como instrumento de análisis cultural (solía llamársele análisis profano) nada tiene que ver ni con la psicología ni con la psiquiatría. (El Mercurio)
Carlos Peña



