El cubismo antes de Cuba (y 1917)

El cubismo antes de Cuba (y 1917)

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Estamos a punto de cumplir cien años de la Revolución Rusa, la de octubre 1917. Razones sobran para no celebrarla, pero olvidarla no es aconsejable; debiera tenernos desvelados. Tras cien años, setenta de ellos justificando a un régimen autócrata totalitario, el soviético, es como para quitarle el sueño a cualquiera. Pero no. Se suele creer que es cosa de poner fin a todo un mundo para dar inicio a una nueva era infinitamente mejor. Es que a algunos conciudadanos les da por volverse bolcheviques o jacobinos, se les prueba que por ahí no se termina bien, e igual insisten. Hay gente que se fascina con lo infernal.

Y eso que no todas las revoluciones del siglo XX han sido o apocalípticas, en nombre de Armagedón, como diría Edmund Wilson de Lenin, o de secta según el decir de Roger Caillois. Las ha habido tremendamente subversivas e influyentes, pero sus promotores han estado dispuestos a terminarlas después de un rato breve, siguiendo con otros experimentos. El cubismo en las artes plásticas diez años antes de los hechos de Petrogrado cambió, por ejemplo, la manera como visualizamos la realidad. Hizo converger una serie de propuestas vanguardistas que circulaban: el llamado de Cézanne a constatar que la naturaleza se modela en torno a unas pocas formas (conos, esferas y cilindros); las varias lucubraciones sobre una cuarta dimensión; la posibilidad de subvertir la antigua perspectiva renacentista; el psicoanálisis que hiciera ver que la mente no se limita solo a lo consciente; el cine y sus imágenes en movimiento; y el descubrimiento que las artes primitivas pueden dar cuenta de otras maneras culturales válidas de cómo concebir el mundo. Tan así que se estuvo dispuesto a fraccionar y “deconstruir” lo percibido para justamente apreciar mejor un mundo burgués en descomposición y movimiento.

Y esto además con espíritu lúdico, como cuando Picasso reconoce que el arte es mentira que permite captar la verdad. Nada que podría habérsele escuchado a Lenin, un poseso convencido de su razón y sí mismo (cero humor), sus consecuencias a la vista al convertir ideales -“Paz, Pan y Trabajo”, el Pueblo, la Historia- en mentiras.

El cubismo no sobrevivió a la Guerra, en cambio la Guerra sirvió para dar cauce a otras fuerzas esperando su oportunidad para hacerse del poder. Fuerzas además de minoritarias, dispuestas a liquidar a sus propios secuaces (a otras izquierdas posibles también). Eso lo llamativo de la revolución, versión “de Octubre”, también su relevo “cubano”, que es desde cuando se da entre nosotros una suerte de bolchevismo al acecho y en barbecho -en medio de cataclismos, guerras o colapsos institucionales provocados- en espera de su turno y ciclo. Siete décadas los rusos (el fidelismo va para seis) y eso que el cubismo no duró un lustro y fue sin daños. (La Tercera)

Alfredo Joselyn-Holt

 

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