Dos nuevas repúblicas-Gonzalo Rojas

Dos nuevas repúblicas-Gonzalo Rojas

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Una tras otra, las reformas van transformando al gobierno Bachelet en una verdadera revolución, impuesta por la trilogía ideólogos-Presidenta-partidos.

En julio pasado la Mandataria declaró expresamente que el suyo es «un programa que no pretende refundar un país, se trata de una apuesta transversal de la sociedad, que reconociendo los avances, sabe a la vez mirar de frente sus tareas pendientes».

Los hechos de los siete meses siguientes desmienten esa fingida moderación. Y así seguirá siendo: el AUC es una nueva ley que daña a la familia, en tiempo cercano el aborto abrirá sus primeras tres puertas al vacío, más leyes educacionales terminarán de conculcar la libertad, el Ministerio de Mujer y Equidad de Género dará al PC más amplios poderes sobre el 51% de la población, la nueva institucionalidad laboral repolitizará el sindicalismo y, por todas las vías posibles, la Constitución de Pinochet-Lagos será atacada.

¿No es todo eso y lo que vendrá -aún no anunciado- una auténtica refundación republicana? Ideólogos como Massardo y Atria lo han manifestado con una sinceridad que falta en Palacio: queremos una segunda república, necesitamos otro modelo, han dicho.

Lo curioso es que esta refundación se ha planteado en contradicción con los cuatro (o cinco) gobiernos anteriores, los que le entregaron a la actual coalición gobernante una situación política, económica y social de la que hoy sus continuadores son detractores e iconoclastas.

Por eso, la victoria de Bachelet no consistió en deponer a un gobierno corrupto, sino simplemente en ganar una elección. Que lo haya hecho con un apoyo muy minoritario del padrón electoral, ¿no era ya una señal clara de rechazo a las notas refundacionales que hay en su programa?

Para consolidar esta segunda república, las instituciones fundamentales son los partidos políticos de la izquierda. Aunque peleen entre ellos, seguirán unidos en su apoyo a Bachelet por el afán de poder que caracteriza a la ideología que los respalda: el socialismo en sus diversas formas. No será extraño, por lo tanto -miremos al vecindario-, que se empeñen en una refundación con reelección inmediata y, ¿por qué no?, indefinida.

El proyecto de segunda república socialista en Chile (bueno, en realidad, la tercera, después de Dávila y Allende) puede además ser mejor comprendido al contrastarlo con la auténtica refundación nacional que significó hace 40 años el pronunciamiento militar de 1973 y el gobierno consiguiente.

¡Qué diferencia!

El gobierno militar inició su gestión con una sincera declaración formal: se deponía a un gobierno rechazado por la inmensa mayoría de la ciudadanía para «restaurar la chilenidad, la justicia y la institucionalidad quebrantadas», a partir de la peor situación del país en su historia. La refundación (el binomio «1810-1973» se leía como señal clara de ambas emancipaciones) se enfocó en lo esencial: reformular las instituciones políticas y restablecer las condiciones de normalidad económica y social. Para fundamentar esa tarea, no se recurrió a una ideología de manual, sino que se redactó una declaración de principios, vital y operativa. Y para concretar su labor, se contó con las Fuerzas Armadas y de Orden, instituciones esenciales de la patria, para las que siempre el poder es servicio.

Y una característica final, cuya diferencia con la actual intentona refundacional está todavía por comprobarse: cuando llegó el momento de cumplir un plazo y de entregar el poder, se estimó que había que honrar la palabra, que la misión estaba cumplida porque se había dado paso a una nueva república, soberana, digna.

La continuidad será la piedra de toque del socialismo chileno. (El Mercurio)

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