¿Dónde están los desocupados?-Gabriel Berczely

¿Dónde están los desocupados?-Gabriel Berczely

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Entre una inmigración descontrolada durante el gobierno de Bachelet, el estallido social y de violencia de octubre de 2019, y la pandemia, terminamos con una desocupación que fluctuó entre 1,5 y 2,5 millones de personas. Lo curioso es que esta desocupación no se manifiesta con colas de personas buscando trabajo, y sueldos a la baja, sino todo lo contrario. No se consigue gente a pesar de pagar remuneraciones más elevadas que en el pasado. Es por ello que muchos nos preguntamos ¿dónde están los desocupados?

En el caso del agro en general, se ha estado pagando entre 60 mil y 70 mil pesos diarios líquidos a los cosechadores, y en el caso particular de las cerezas, hasta 100 mil pesos diarios líquidos. Y, a pesar de ello, las empresas apenas logran llenar el 75% de sus requerimientos laborales. En el caso de la construcción, las estimaciones indican que las empresas a duras penas logran satisfacer el 60% de sus necesidades laborales.

En principio existen diversas explicaciones para este raro fenómeno. En el caso del agro, debido a la pandemia, han dejado de venir contingentes de peruanos y bolivianos que operaban estacionalmente en la zona norte, entre Copiapó, Vallenar, Elqui y hasta San Felipe. Esta falta de oferta laboral ha tenido que ser reemplazada por gente local mediante trabajo informal. En el caso de la construcción, las empresas de retail de mejoramiento del hogar han tenido record de ventas, por lo que es altamente probable que muchos obreros de la construcción estén realizando trabajos informales en casas particulares.

Y, hablando de trabajo informal, ¿cuáles son? Además de los arriba mencionados, está todo el segmento de delivery (uber eats, cornershop, compras online, etc) que son grandes demandantes de mano de obra del tipo informal. En ese sentido, los subsidios son un incentivo perverso que privilegia este tipo de trabajo por sobre el formal. El IFE (ingreso familiar de emergencia) implica 100 mil pesos por persona, lo cual en promedio puede significar 400 mil pesos para un grupo familiar. Preferible no tener ingresos formales y acceder a los subsidios, mientras se percibe un ingreso informal y desconocido.

También es razonable pensar que muchas personas decidieron tomarse un tiempo antes de aceptar un nuevo trabajo formal. Suena raro en un contexto de desempleo, pero veamos… el último IPOM del Banco Central indica que, si bien los ingresos laborales cayeron en promedio un 18% durante el 2020 para el quintil mas pobre, los recursos disponibles para estas familias aumentaron en promedio un 40% respecto al 2019, esto como consecuencia de las transferencias del gobierno y el controvertido 10% proveniente de las AFP. Una gran paradoja que en la recesión más dura desde los años 80, las familias chilenas hayan visto crecer sus ingresos disponibles como nunca antes. Tal como lo dijo una diputada, “la gente tendrá su dinero para la Navidad” gracias a los subsidios y al 10%. Difícil sorprenderse si la gente no tiene urgencia para salir a buscar trabajos formales.

Este fenómeno que estamos viviendo presenta un gran desafío. Si continuamos por la senda de los subsidios y de “comerse” la jubilación, estaremos promoviendo una sociedad que privilegie los beneficios de corto plazo a expensas del esfuerzo para ganarse la vida. Tal como manifiesta Cecilia Cifuentes en su reciente columna del martes 29 de Diciembre en El Mercurio, debemos preguntarnos como sociedad si queremos transitar hacia una cultura cautivada por los derechos sociales dejando a un lado las obligaciones.

Tenemos más de 500 programas sociales, cuyo número y recursos aumentan año a año. Ese camino conduce inexorablemente hacia la cultura Argentina, con sus nefastas consecuencias, que no solo reemplaza el esfuerzo personal con subsidios, sino también hacia un sistema donde el Estado se convierte en una caja pagadora de ingresos universales, que no están basados en esfuerzo, sino en clientelismo y paternalismo.

La solución no pasa por dejar de ayudar a los que lo requieren, sino en focalizar adecuadamente los apoyos a los que realmente lo necesitan. Fácil decirlo y difícil lograrlo, porque la “voz de la calle”, y los políticos populistas, sólo visualizan los beneficios de corto plazo en desmedro del futuro del país. (El Líbero)

Gabriel Berczely

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