Las sorpresas han sido puestas ya de relieve, como para insistir una vez más en ellas: la sólida votación de Beatriz Sánchez, la demolición de la Democracia Cristiana, el estancamiento de la izquierda tradicional con Alejandro Guillier, el hecho que Kast doblara el número de votos que se le pronosticaban y la abrupta caída de Piñera respecto de esos mismos pronósticos. Lo cierto es que lo que parecía para Piñera una carrera corrida y ganada se ha transformado en una incógnita cuyo desenlace el próximo 17 de diciembre ya nadie se atreve a predecir.
Lo que sí corresponde es hacer una reflexión acerca del por qué de estas sorpresas. y de las consecuencias que ellas pueden acarrear. En el caso de Piñera también corresponde advertir en qué queda su candidatura después del deficiente resultado que obtuvo. Ello, porque el problema que la afecta no radica tanto en el menor número de votos que el esperado, sino en la vaciedad de su discurso. La imagen que él proyectaba era la de ser el único capaz de derrotar a la izquierda; es decir, una imagen puramente negativa. Ello sumado a la abstracción en la que Piñera se mueve en relación a nuestra historia política, hizo de él un verdadero fantasma que se paseaba por el país.
En ese sentido, la candidatura de Kast fue mucho más sólida tanto en sus propuestas como en su filiación con nuestra historia. Lo que le impidió crecer más fue la histeria que se apoderó de los sectores de derecha que, con tal de batir a la izquierda se despojaron de todo lo que pudiera identificarlos. Mala estrategia, sin duda, y contraproducente. Y patética como fue el caso de Joaquín Lavín y Pablo Longueira con sus videos de última hora presionando a los votantes de Kast para que lo hicieran por Piñera, porque según ellos éste estaba al borde de ganar en primera vuelta.
Sobre todo, ha sido decisivo el hecho de que se haya concedido a esta elección el carácter de que en ella se definía el “futuro del país”, precisamente porque esa derecha estaba convencida de que iba a ganar ¿qué peligro había entonces? No es de extrañar que el despertar del sueño sea ahora una pesadilla. En todo caso, para quien quiera un país decentemente parado hoy no hay más alternativa que Piñera. Ya vendrán después las oportunidades para enderezar “los curcos”. Pero, no puede dejar de sostenerse desde luego que en las elecciones NO se juega el destino del país y que quien quiera convertirlo en campo de experimentación para ideologías habrá de encontrarse con la natural resistencia de quienes no aceptan tan inicuo destino. (El Muro)
Gonzalo Ibáñez Santa María, Abogado



