Desafíos de la medicina en el tercer milenio- Felipe Heusser

Desafíos de la medicina en el tercer milenio- Felipe Heusser

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No es ciencia ficción. Es ciencia. En reciente visita a Chile, Rafael Yuste, destacado neurocientista español, director del proyecto BRAIN de los Estados Unidos, dio a conocer importantes avances en la comprensión de la actividad cerebral. Si bien estos desarrollos fueron diseñados para intervenir con fines terapéuticos, es posible avizorar situaciones graves, como la manipulación de la mente humana, perfectamente posible de imaginar en un plazo muy cercano.

Los continuos y cada vez más impactantes avances tecnológicos han revolucionado la medicina y han permitido ampliar el acceso a gran parte de la población a métodos diagnósticos y terapéuticos complejos, y seguirán haciéndolo. Por ejemplo, ya se planifican prototipos de drones ambulancias, que accedan expeditamente a cualquier lugar llevando ayuda ante emergencias. Los sistemas de inteligencia artificial, que simulan la inteligencia humana mediante el aprendizaje, razonamiento y autocorrección, tienen el potencial de ser más precisos que los médicos al momento de efectuar diagnósticos e intervenciones quirúrgicas, y cuentan con una capacidad casi ilimitada para el procesamiento de datos y el consecuente aprendizaje, a una velocidad que los profesionales de la salud no pueden igualar.

¿Se acabará con esto la medicina? Resulta evidente que estos vertiginosos cambios modificarán radicalmente el cómo se practica la medicina. Y no son los únicos. Los también muy rápidos cambios socioculturales y de acceso fácil y casi universal a la información experimentados en los últimos años inciden en el modo como hoy se relacionan los pacientes con sus médicos y los sistemas de salud. Pese a todo, el médico sabe que, desde Hipócrates, la esencia de la medicina no se limita a la tecnología, sino que sigue siendo el encuentro de dos personas, el médico y su paciente, centrado en la confianza depositada en el profesional y a la que este debe responder más allá de toda consideración.

Todos los pacientes y sus familias, cualquiera sea su condición médica, leve o grave, tengan un futuro esperanzador o amenazante, esperan siempre encontrar en su médico un ser humano que se preocupe integral y compasivamente de su persona. En última instancia, nadie quiere que una máquina que no puede comprender lo que significa la enfermedad y la muerte, sea la que le diga fríamente que se está muriendo.

¿Cómo mantener un equilibrio entre la adaptación a las nuevas exigencias que impone la tecnología y la sociedad y, simultáneamente, mantener la fidelidad a la vocación del médico y a los fines últimos de la medicina? Es un desafío mayor al que las facultades de Medicina deben responder hoy, no mañana, de un modo humanizante e innovador, para no relegar la esencia de la medicina y el cuidado compasivo de los pacientes a un segundo plano, subsumido por el avasallador y cautivante avance de la técnica.

¿Cómo estar permanentemente actualizando el arte de la medicina si el nuevo conocimiento crece de modo vertiginoso? ¿Cómo responder a las apremiantes exigencias de acceso y equidad en salud? ¿Cómo trabajar en equipo en el mundo de hoy? ¿Cómo optimizar los siempre escasos recursos sanitarios? ¿Cómo promover el autocuidado de pacientes y médicos? ¿Cómo atender a los nuevos y amplios desafíos éticos, que van desde el irrenunciable compromiso por la vida vulnerable, hasta otros inimaginados pero en ciernes, como la manipulación genética o la posibilidad de control de nuestras mentes?

Nuestra Facultad de Medicina, que cumple 90 años, desde sus orígenes ha sido llamada a formar médicos de ciencia y de conciencia y ante estos desafíos nuestra respuesta es mantener en el centro las raíces fundantes de la medicina, aquellas que han movido a los médicos desde Hipócrates, cuyo juramento aún honramos.

La enseñanza y práctica de la medicina siempre han incluido una visión humanista, lo que ha sido considerado consustancial a un quehacer que involucra personas en estado de vulnerabilidad por la enfermedad, visión que se encuentra incorporada hoy de un modo principalmente implícito. Pero la revolución científica, tecnológica y de información que estamos viviendo nos obliga a enfatizar de un modo muy explícito este carácter perenne de la medicina, lo que significa incorporar las humanidades al currículum formal y promover de modo sistemático reflexiones que surjan de la práctica cotidiana, tanto en la formación de pregrado como en el curso del entrenamiento de especialistas, entendiendo que “la medicina es la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades”, como enseñara Edmund Pellegrino.

Se trata, entonces, ni más ni menos que de generar una cultura en la que el buen médico sea concebido como un profesional no solo competente en lo técnico, sino cercano al dolor y al sufrimiento de todo paciente, compasivo y acogedor; en definitiva, lo que podríamos llamar un renacimiento de la Medicina.

 

El Mercurio

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