Cuatro generaciones-Sebastián Claro

Cuatro generaciones-Sebastián Claro

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El ciclo de vida de las riquezas familiares está bien documentado, y dura aproximadamente cuatro generaciones. La primera trabaja duro y sale adelante. La segunda consolida lo logrado por sus padres y maleduca a sus hijos. La tercera, con poca disposición al trabajo, malgasta lo logrado por sus antepasados. La cuarta vuelve a comenzar.

Obviamente existen muchas excepciones, pero cerca del 90% de las fortunas desaparecen en la cuarta generación. En China, esta transición la recoge el proverbio “De taza de té a taza de té”, reflejando que los bisnietos suelen partir de cero. En Estados Unidos, “De manga corta a manga corta”. Es que este proceso transciende épocas y culturas.

La riqueza creada en el mundo en las últimas décadas ha sido tan grande, que en el futuro cercano seremos testigos de una transmisión de patrimonio nunca vista. Decenas de trillones de dólares pasarán de primera y segunda generación a sus herederos. Naturalmente, ha surgido un importante debate —y numerosos estudios— para entender qué determina cuán exitoso es este proceso de transferencia.

Dos aspectos aparecen como más relevantes. El primero, la educación. No solo la formal, sino principalmente la informal. La del esfuerzo honesto diario. En parte, la incapacidad —y las pocas ganas— de los herederos de administrar la riqueza recibida está relacionada con esa sensación de derechos permanentes que hijos y nietos acarrean, ya que nunca han sido verdaderamente exigidos. Lo han recibido todo, sin plena consciencia del esfuerzo que ello ha significado.

Un segundo nudo crítico es la promoción en los sucesores de un objetivo por el cual esforzarse. La primera generación estuvo posiblemente motivada por el acceso a un mejor estándar de vida. ¿Se puede esperar lo mismo de la tercera generación, que ha recibido mucho haciendo poco? La motivación por las cosas se agota, pero una misión con transcendencia no. Por ello, el sentido de la vida —que alimenta la confianza en uno mismo— representa esa herencia inmaterial que permite sustentar la otra.

Al mirar al Chile de hoy no podemos sino hacer un paralelo con este debate. Por cierto, el problema de las herencias multimillonarias es de unos pocos. Pero todos tenemos una herencia que entregar: el esfuerzo, la honestidad y una misión.

Consintiendo en todo y cultivando un individualismo excesivo —como el que hemos visto estos días en los “cabros” de la PSU—, los padres estamos contribuyendo a que Chile —que ha logrado mucho en tan poco— hipoteque su propia herencia. Parafraseando a Aníbal Pinto, nuestro proverbio criollo sería algo así como “de frustración a frustración” en cuatro generaciones. (El Mercurio)

Sebastián Claro

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