Crisis ideológica de la derecha

Crisis ideológica de la derecha

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El caso Penta vino en el peor momento para la derecha. Bien lo saben las eminencias grises de la Nueva Mayoría, que se solazan con él. La derecha ya se encontraba en una crisis de largo alcance, expresada en unas elecciones presidenciales y parlamentarias en las que resultó ampliamente derrotada y reconducida a sus plazas fuertes en el oriente de Santiago. La crisis es, en último término, ideológica. No se trata sólo de coordinarse mejor, sino de darse sustento en el pensamiento. Si la estatura de un sector político se mide por su capacidad de comprender la situación según un discurso y orientarla iluminadora y eficazmente, entonces nuestra derecha tiene una tarea pendiente. El relato de Guerra Fría hoy ni convence ni ilumina.

¿Cómo cumplir la tarea? En mi libro “La derecha en la crisis del Bicentenario” trato esta pregunta con alguna detención. Parte de la solución a la crisis depende de la conformación de grupos de personas que asuman con disciplina las labores exigibles de reflexión en el sector. Se requiere coordinar la actividad de los políticos más destacados en la derecha con la de sus intelectuales. Es importante hacer una precisión. Centros de estudio, redactores de informes parlamentarios o columnistas tienen su papel que cumplir, pero no se debe confundir entre el miembro de centro de estudio o el docente o el escritor con algún interés por la investigación, con aquellos profesores o escritores que poseen una producción evidenciable en investigación. Esta distinción no es simple pedantería. Creo que de ella depende en parte que la derecha recupere su capacidad —que alguna vez la tuvo— de salirse de los lugares autocontenidos y exponerse al debate ideológico en foros exigentes y efectivamente abiertos, que son aquéllos donde usualmente se mueven los investigadores.

Pero estos intelectuales no están simplemente para exhibirse cual pavos reales. Se trata de que colaboren concretamente en las labores de ilustración y capacitación de los políticos más aventajados. Hay que empezar a leer y reflexionar en conjunto. En Chile, la derecha cuenta con pensadores destacados: por ejemplo, Góngora, Encina, Alberto Edwards, Barros Arana. Y en el mundo hay autores de los que el sector debiera nutrirse. Burke, Tönnies, Hegel, Rawls o Kant —no sólo Friedman o Hayek— tienen que ser, en sus rudimentos al menos, material de lectura y discusión. Hasta cierto punto, y paradójicamente, la contemplación y la reflexión se han vuelto hoy unas de las tareas más “urgentes” para la derecha. (La Segunda)

 

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