Crisis-Adolfo Ibáñez

Crisis-Adolfo Ibáñez

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Vivimos una profunda crisis. Pero no es de la democracia ni de las instituciones. Estas son creaciones humanas que solo nos señalan un cauce para nuestras acciones. La crisis radica en que las personas somos incapaces de darles vida creyendo en ellas.

En lo que hoy nos toca destacan, en primer lugar, los constituyentes que elaboraron el proyecto a plebiscitar: desafinaron a más no poder para llamar la atención e imponer sus particulares intereses por sobre los del país. Y ahora, en la campaña para el Rechazo o el Apruebo, han destacado el Gobierno y el Presidente como complemento y remache de los anteriores. Para que no se note mucho, dicen y se desdicen a continuación. Dan el empellón para abrirse espacio y luego, como si nada, livianamente se disculpan. No por nada para la segunda vuelta presidencial renegaron de todos sus planteamientos. En estos meses de gobierno han mantenido dicha tónica charlatana, trapeando con la dignidad de los chilenos, ahora refrendada por el ministro Jackson.

El problema es que el Gobierno quiere imponernos un país que solo existe en su imaginación copada de rupturismo: demoler lo existente porque el país se habría construido para engañarnos e imponer un sistema de abuso permanente. Ven un mundo estático donde pueda caber su ideologismo que vincula el Estado de Chile a una destrucción de las tradiciones y de la institucionalidad generada en siglos. Para este fin requieren del poder total, lo que no es novedad en la izquierda. En lo formal, el populismo que durante el año pasado se instaló en el Congreso, ahora se irradia desde el Gobierno.

Niegan, junto con los convencionales, que los países son una creación colectiva madurada a lo largo de siglos. Niegan la libertad que requiere el dinamismo de la vida, enmarcada en normas que encaucen nuestros esfuerzos para orientarnos hacia el futuro y preparar las nuevas generaciones para el relevo. El opuesto a esa ideología es la dura realidad cotidiana, que no cede desde el nacimiento hasta la muerte, en un continuo incesante.

Pero el Gobierno y la franja televisiva apelan por lo general a lo subjetivo y también al cohecho: son los votos. Todos estamos mal. No es crisis del sistema ni de las instituciones, creaciones ficticias que mueren si no somos capaces de vivificarlas con la tradición y el sentido de futuro. En esto el Gobierno y sus planteamientos destructores expresan plenamente este vacío espiritual. El asunto, ahora, es que ganará el que mejor baile en este vacío: el Apruebo o el Rechazo. (El Mercurio)

Adolfo Ibáñez