Crecimiento verde y coronavirus

Crecimiento verde y coronavirus

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La portada de esta semana del prestigioso semanario The Economist ilustra cómo el coronavirus genera una oportunidad única para enfrentar la crisis climática mundial.

¿Tiene racionalidad que se ponga foco en el cambio climático en estas circunstancias extremas en que el mundo enfrentará la peor recesión en décadas? Esta pandemia ha generado una enorme pérdida de vidas e implicará costos tremendos en empleos, pérdida de tejido empresarial y déficit fiscales históricos que aumentarán significativamente el endeudamiento de los países, las empresas y las personas.

La conclusión de diversos líderes es que es imperativo enfocarnos en un crecimiento verde. Esta es la última década que tenemos para lograr limitar los aumentos de temperatura según lo estipulado en los acuerdos de París. El cambio climático es una “externalidad catastrófica global” con efectos de carácter irreversible, una vez que acumulemos un cierto nivel de gases de efecto invernadero. Lo que estamos viviendo es un llamado de atención que nos alerta de las vulnerabilidades y riesgos sistémicos que amenazan a toda la humanidad.

Lograr conciliar las urgencias del presente con responsabilidad por el futuro puede ser más factible de lo que se piensa. El Covid-19 está generando cambios profundos en los patrones de consumo, con una aceleración exponencial de la economía digital. Esto implicará cambios en la forma de vida en las ciudades; en cómo se prestan los servicios; en las cadenas logísticas hacia una producción más distribuida. En fin, en todo, lo que implicará una reducción permanente del consumo de combustibles a nivel global.

En consecuencia, la caída del precio del petróleo será de largo plazo. The Economist señala en su editorial: “Covid-19 genera una oportunidad única para alejar las economías del CO2”, y argumenta “los bajos precios de la energía, facilitan la eliminación de los subsidios e introducir impuestos al carbono”. Desde el punto de vista microeconómico, se cobran las externalidades negativas locales y globales, y se generan incentivos para sustituir combustibles fósiles. Y desde el punto de vista macroeconómico, se permite recaudar recursos fiscales. Políticamente es más factible, ya que no se trata de subir precios, sino de reducir su caída. Por otra parte, financiar hoy proyectos amistosos con el medio ambiente es más viable: existen múltiples fuentes y el costo de financiamiento está en los niveles históricos más bajos.

Chile tiene la oportunidad para remover la franquicia al diésel de los camiones, que distorsiona la partición modal en el transporte de carga, y proponer una trayectoria ascendente del impuesto al carbono a partir de 2022, luego de superada esta crisis. Esto, en línea con la tendencia de la mayoría de los países de la OCDE. Adicionalmente, nuestro potencial solar, eólico y de hidrógeno verde nos genera ventajas comparativas para impulsar un desarrollo sostenible desde la perspectiva global y local. (DF)

Eduardo Bitrán

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