Costumbres araucanas

Costumbres araucanas

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Comunidades muy antiguas, no obstante su adaptación a la vida moderna, suelen conservar ideas y modalidades de su antigua forma de ser, como ocurre con los araucanos en los tiempos actuales, sea en hechos chocantes o en modos de ser incompatibles con la vida civilizada.

El pueblo araucano nunca tuvo un gobierno central, era un conjunto de tribus que rivalizaban entre ellas y vivían en permanentes choques. Ni siquiera los loncos o caciques tenían real poder. A menudo eran desobedecidos y afrentados por sus mocetones. La justicia era inexistente. Si una persona o grupo recibía una afrenta o era víctima de un delito, el afectado o su agrupación dejaban caer su venganza como les pareciese. Luego serían atacados en reciprocidad.

El territorio propio, difícil de definir, no podía ser traspasado por nadie. Si alguien lo hacía, recibía una muerte atroz.

La forma de muerte era generalmente mediante descuartizamiento del culpable. El canibalismo era una práctica corriente.

A la mujer le correspondía hacer los trabajos más duros. Podían ser vendidas según su comportamiento, y de igual modo los hijos. En las fiestas y borracheras reinaban el desorden y la más absoluta promiscuidad.

Dadas esas costumbres ancestrales, el esfuerzo civilizador de españoles y chilenos resultó superficial. En parte se impuso el cristianismo y un orden oficial, también se impartió la enseñanza de sacerdotes y profesores, se crearon escuelas y colegios, y hasta las universidades les abrieron las puertas. Algunos mayores y mujeres entraron a trabajos en las casas, las haciendas y las empresas de los dominadores, desempeñándose con regularidad y disciplina. Hubo un número aceptable que se incorporó a la administración pública y unos pocos han obtenido cargos en tareas gubernativas. También han salido al extranjero y han colaborado con el imperialismo. No obstante los siglos transcurridos y las trasformaciones, el espíritu de los viejos tiempos subsiste. ¿No son suficientes para probarlo los desmanes de nuestros días, asaltos, crímenes, destrucción e incendios? ¿La resistencia al orden y la justicia? ¿El rechazo y burla a las autoridades? ¿La conformación de grupos rebeldes y de delincuentes?

Se ve que el espíritu ancestral es un impedimento mayor para otorgar atribuciones a los sobrevivientes que, por lo demás, son víctimas de los partidos políticos y de asociaciones delictivas.

Las atrocidades siguen practicándose. El año 1960, una reducción de araucanos residente en Collileufu, en medio de un guillatún para apaciguar una tormenta del mar, tomó a José Luis Painecur, de cinco años, y lo arrojaron a las aguas para sacrificarlo. Cumplían así el mandato de la machi María Juana Namuncura. (El Mercurio)

Sergio Villalobos R.

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