Corriendo el cerco y amenazando con violencia

Corriendo el cerco y amenazando con violencia

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Concluido el trabajo de la mesa técnica que redactó los proyectos de ley para modificar la Constitución, de manera de hacer posible el proceso constituyente acordado por la mayoría de las fuerzas políticas en la madrugada del 15 de noviembre, desde la oposición se anuncia que se presentarán al Congreso proyectos de ley que establecen escaños reservados para pueblos originarios y paridad de género entre los constituyentes. Vale decir, después del acuerdo que explícitamente estableció reglas contrarias a esta pretensión de la oposición, se intentó torcer su sentido en la mesa técnica, pero como otra vez no hubo acuerdo, la oposición intenta ahora modificar los textos legales en el Congreso.

Esto forma parte del modus operandi habitual de la izquierda. Se llega a acuerdos y luego éstos se desconocen por la vía de volver a la carga sobre cuestiones no acordadas, con el objeto de correr el cerco. Esta forma de negociar carece de un requisito fundamental en una negociación, que es la buena fe. Pero también requiere, hay que decirlo, debilidad de la otra parte. En el caso que veíamos recién, lo que está en juego es el concepto mismo de democracia representativa. Hoy día son los pueblos indígenas, pero mañana pueden ser otros los que pidan escaños reservados. De esa manera, se desvirtúa la democracia representativa para llegar al corporativismo, pues los órganos de la democracia (Congreso o Convención Constituyente) ya no se conforman por un sistema de sufragio universal en que cada cual vota por un representante, sino por grupos que serían “representativos” de la sociedad.

El problema del corporativismo es que no hay un sistema justo y que dé iguales oportunidades a todos de estar representados, al incluir a grupos arbitrariamente designados que tendrán una representación preferente frente a otros sectores que no son incluidos en la convocatoria o que, estando representados, tienen menos cupos o escaños. Así, a la larga, se rompe la regla de un hombre un voto y los órganos deliberativos de la democracia pasarían a ser expresión de “la calle” o lo “políticamente correcto”. No faltarían quienes pretendieran que instituciones como la CUT, de dudosa representatividad entre los trabajadores, estuvieran incluidas; así como las Federaciones de Estudiantes de escuálidas votaciones, o grupos de interés diversos que eligen sus dirigentes con mecanismos de dudosa democracia.

Como decíamos antes, para lograr su propósito, la izquierda necesita cierta complicidad del propio oficialismo. Llama la atención la poca convicción que se advierte en algunos parlamentarios y dirigentes de Renovación Nacional y Evópoli, que prefieren sumarse a los aires que soplan sin reparar en el sentido profundo que tiene la alteración de la regla del sufragio universal en un sistema de democracia representativa.

Esta actitud prepotente de la izquierda y débil de la derecha no tiene correlato con lo que se observa en los estudios de opinión. Chile Vamos tiene mejor apoyo que los partidos que integraban la Nueva Mayoría, que el Frente Amplio y que el Partido Comunista, y paradojalmente son éstos quienes imponen sus ideas y propuestas. Quizás por eso es que ya aparecen columnistas-constitucionalistas que presionan para hacer estos cambios con su vieja teoría de “por las buenas o por las malas”. Prescindiendo del hecho que son ya materias acordadas, Fernando Atria nos advierte que “hoy lo que resultará decisivo serán las condiciones de elección de la convención constitucional. De las decisiones que al respecto se tomen dependerá que el poder constituyente se manifieste pacífica y democráticamente o solo después de una crisis política que afectará el país por una generación.”

Luis Larraín/El Líbero

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