El prisma bajo el cual se enfrenta la creciente presencia de los migrantes ha irrumpido en el debate público. Todos coinciden en la urgencia de contar con una nueva legislación, apropiada a los tiempos. Pero mientras unos parecen ver una amenaza de la cual conviene protegerse, otros ven una oportunidad para el país y un desafío de humanidad. ¿Construir muros o puentes?
La migración, realidad creciente en el mundo entero, golpea la puerta de nuestro país. No es la primera ocasión en que experimentamos esta presencia. En rigor, nuestra identidad nacional está cruzada de diversas migraciones que han enriquecido nuestra cultura. Pero es indudable que hoy experimentamos un aumento significativo que nos desafía.
La Iglesia reconoce en esta realidad un desafío de fraternidad. Una de las obras de misericordia lo dice: «Porque fui forastero y me acogiste». El Papa Francisco, en el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2017, señala que «nadie es extranjero en la comunidad cristiana», porque nuestra fe abraza «todas las naciones, razas, pueblos y lenguas» (Ap 7,9).
También insta a los estados a encontrar soluciones estables en favor de la integración. Construir puentes y no levantar muros. Una nación se enriquece cuando sabe acoger e integrar. Por el contrario, las políticas restrictivas terminan generando condiciones de marginalidad.
Al respecto es fundamental no dejarse llevar por prejuicios injustificados: no hay relación entre migración y delincuencia. De hecho, la participación en delitos de la población migrante es menor porcentualmente a la de los nacionales.
En realidad, quienes emprenden la aventura de la migración tienen grandes fortalezas humanas. Son precisamente aquellos que no se dejaron abatir por las duras situaciones que enfrentaran y se decidieron a buscar una tierra donde vivir con dignidad. Muchos de ellos son profesionales y están dispuestos a trabajar en oficios muy humildes, aunque, por cierto, aspiran a ser reconocidos como corresponde.
Chile tiene urgencia de una ley de migración con perspectiva de derechos humanos, que asuma este desafío procurando integrar y, por qué no decir, acoger como un hermano al amigo cuando es forastero. No nos dejemos arrastrar por prejuicios injustificados. No olvidemos que todavía son más los chilenos migrantes en otras naciones que los migrantes que han llegado buscando un futuro entre nosotros.
Mons. Galo Fernández Villaseca
Presidente Instituto Católico Chileno de Migración (Incami)