Chile: no dejes de despertar

Chile: no dejes de despertar

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La frase que se transformó en la consigna emblemática del movimiento social en curso, “Chile despertó”, me trajo a la memoria la figura del insobornable y lúcido pensador chileno Jorge Millas. Para Millas, una de las tareas esenciales del intelectual es la de ser un “tábano” que ayuda a despertar a los individuos de los peligros de una “existencia sonambúlica”. Fue Heráclito el que, en los albores del pensamiento griego, describió así a los sonámbulos, a los dormidos (katheudontes): “sin inteligencia, a sordos parecen: presentes, están ausentes”. Los que no están “presentes/ausentes” serían “aquellos hombres que viven vigilantes de sí mismos, sabios de su propia esencia”. El pensamiento para Millas es lo que nos permite ir más allá del mero sobrevivir y estar siempre alertas —en primer lugar— a nuestro propio vivir. Estamos “presentes/ausentes” cuando dejamos de interesarnos por las cosas, cuando perdemos la capacidad de asombro, origen de todo pensar. Y ese es uno de los peligros de nuestra sociedad de masas, pues en ella —dice Millas— “tiende a convertirse en banal precisamente aquello que requiere la máxima conciencia y vigilancia: el hombre mismo”. La insoportable levedad del ser, diría Kundera.

Nuestro país, anestesiado por décadas de crecimiento económico, ha vivido en un cierto sentido una “existencia sonambúlica” propia de una sociedad que reduce peligrosamente el valor del existir y la definición de la propia identidad al mero consumo. Ese mismo que nos hizo sentirnos fuertes en un momento (los “jaguares de América Latina”), luego, por el frenazo del crecimiento económico, nos hizo sentirnos vulnerables. Una crisis como esta es positiva porque nos desinstala, nos obliga a pensar, a estar más vigilantes y “darnos cuenta” de que no somos islas, que aparte de un “yo”, es fundamental también un “nosotros”.

¿Significa entonces que ya despertamos definitivamente? No. La autocomplacencia es un peligro para el verdadero despertar. Despertar requiere un trabajo interior muy profundo; hay que estudiar mucho, leer, dialogar, no dejarse arrastrar, por ejemplo, por el patético infantilismo, la histeria y la mentira de las redes sociales. Elaborar puntos de vista propios. Y hay que tener mucho cuidado en reemplazar un tipo de autocomplacencia o sonambulismo existencial por otro. Escucho mucho discurso y consignas intolerantes cargadas de resentimiento dando vueltas, que justifican teóricamente la violencia e intentan apoderarse del movimiento ciudadano. Se distorsiona el genuino y necesario anhelo de un “nosotros” perdido, reemplazándolo por una inaceptable exigencia de “unanimidad”, colocándonos ante un nuevo peligro, que requiere nuestra máxima alerta. El “nosotros” de la marcha más grande de todas no es un “nosotros” homogéneo, que piensa lo mismo y obedece una sola consigna: su riqueza está en su diversidad. Cuidado con reemplazar al consumidor alienado en su zona de confort (el “último hombre” de Nietzsche) por el militante alienado y muchas veces encapuchado, detrás del cual se esconde el futuro “comisario”. O todo este movimiento es a cara descubierta y con las manos limpias de violencia e intolerancia y nihilismo destructor, o seremos víctimas de otra de las formas de alienación de la sociedad de masas: la del terror revolucionario, tan bien desnudado por intelectuales como Albert Camus en Francia o Jorge Millas en Chile.

El consumista alienado y el fanático violentista se parecen en que ambos renuncian al discernimiento ético, dejándose llevar por sus pulsiones básicas y abdicando de una opinión valorativa o pensante. De una alienación individualista (en la que hemos vivido en Chile estos años) podemos pasar a una alienación colectivista que manipula el anhelo de un “nosotros”), y que es tan nefasta o peor que la primera. Por eso, no nos durmamos en los laureles… Chile: ¡no dejes de despertar!

 

Cristián Warnken/El Mercurio

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