Celestino Aós: «A la Iglesia no se la defiende con la mentira,...

Celestino Aós: «A la Iglesia no se la defiende con la mentira, sino con verdad»

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Tiene poco tiempo, quedan muchos temas en el tintero de una agenda que no ha cesado desde el día que pisó Santiago, ni en la capital ni en Roma. Recién nombrado administrador apostólico, monseñor Celestino Aós estuvo diez días en el Vaticano, reuniéndose con los encargados del clero, de los menores, con el célebre cardenal Patrick O’Malley -símbolo de la lucha contra la pedofilia en la Iglesia católica-, con monseñor Charles Scicluna y el sacerdote Jordi Bartomeu, los hombres a los que el Papa encargó analizar la crisis en Chile y, por supuesto, con el propio Francisco.

Todo a días de comenzar la semana santa, la más importante para los católicos, donde el sucesor de Ricardo Ezzati encabezó todas las ceremonias como lo hacía en Copiapó, su anterior diócesis. «Aquí es más solemne», dice el sacerdote, también filósofo y sicólogo, sentado en la oficina de los arzobispos de Santiago, con su sencillo hábito capuchino y su anillo de plata como seguidor del austero San Francisco de Asís.

A Copiapó también llegó a apagar un incendio, tras la destitución de dos sacerdotes acusados de abusar contra menores. «La verdad, no pensé nunca que me iban a nombrar obispo, ni obispo de Copiapó. Les dije, «ya voy a cumplir 70 años» y, bueno, si éste es el último servicio que pide la Iglesia. Pero parece que no fue el último, la verdad es que nunca pensé que el Papa se iba a fijar en mí».

Y no le hizo el quite. «Yo, donde el Papa me mande, si mañana es África, iré al África, si me manda a mi convento, me vuelvo», concluye con su acento español, navarro, con el dejo de estos 30 años en Chile.

-Se ve bastante más complejo este nuevo servicio, ¿no dudó en aceptarlo?

-Hombre, te lo dicen y a uno le queda rezar. Cuando me dijeron: «El Papa lo ha nombrado», sentí desconcierto y susto, susto sano, de decir aquello es muy grande. Pero confío en Dios, si confiara en mis capacidades, en que me han mandado porque soy inteligente, absolutamente no. Por lo que sea, el Papa ha creído que puedo ayudar a esta Iglesia en este servicio y eso me conforta, Dios irá actuando a través de mi persona y de los agentes a mi lado.

-Copiapó tampoco fue fácil, ¿qué rescata de esa experiencia para lo que comienza en Santiago?

-Fue una situación difícil y aprendí a confiar en Dios y en los demás, en los colaboradores, el obispo solo no es nadie. La Iglesia no es del Papa Benedicto, ni del Papa Juan Pablo II, ni del Papa Francisco, ni del que venga, ni es la diócesis de un obispo u otro, es el pueblo santo de Dios. Ahora hay circunstancias más complicadas porque se está viviendo una situación de tensión. En una diócesis como Copiapó, chica, la mala actuación se nota más, repercute más, pero también uno cuenta con la buena voluntad.

-En Santiago queda un obispo auxiliar en ejercicio y uno enfermo. Usted le pidió al Papa que nombre los que faltan, ¿podrá ser su regalo de pascua?

-¿Jesucristo fue eficaz o ineficaz, si hablamos en terreno humano? La oración es un misterio muy grande y profundo, cuando el Santo Padre mantiene como obispo auxiliar a monseñor Arteaga, entiende que es muy limitado lo que puede hacer pastoralmente, pero puede rezar y es un servicio grande a la diócesis y a la Iglesia. Luego está monseñor Roncagliolo que es de los auxiliares del equipo anterior. Efectivamente le pedí al Papa tres (obispos) auxiliares con urgencia y dije que sería como un regalo de pascua. Pero se ha entendido mal, la Iglesia celebra cincuenta días de pascua y no creo que sea para hoy.

-Lleva casi un mes en Santiago. ¿Había dimensionado la profundidad de la crisis?

-La crisis es grande y no lo voy a negar, pero tenemos que ser lúcidos para ver la totalidad. Cuando el 2 de febrero celebramos en Copiapó a la Virgen de la Candelaria, la reina de los mineros y de Atacama, había esa suspicacia; fíjese lo que está pasando en Chile, los escándalos y tal, la gente no va a venir. Para nuestro asombro fue mayor la concurrencia que en años anteriores. El domingo estuve en la catedral y en la tarde con los jóvenes celebrando domingo de ramos, y había mucha gente. Si miro los colegios de la Iglesia, por dar otro parámetro, tienen más peticiones de las que pueden aceptar; hay un desbalance entre lo que nos dicen las encuestas y lo que nos dice la realidad.

-¿Entonces no cree que ésta sea la crisis más grande de la Iglesia chilena en su historia?

-No conozco toda la historia de la Iglesia chilena, que es una crisis grande, sí, pero las crisis son momentos y oportunidades. Crisis en el sentido de que efectivamente estamos conociendo hechos absolutamente abominables como un abuso, nada puede justificarlo. Son realidades terribles y que tenemos que encarar.

En un colegio que se han educado miles de alumnos y que no dicen nada, pero si hay uno, dos o cinco que fueron abusados, son los que salen. Es una realidad, con dolor, con pena, deben aparecer los que fueron abusados, víctimas, pero también debemos considerar a todos los demás y todo el bien que han recibido. ¿Qué habría sido de Chile sin la Iglesia católica tanto en la educación, en la asistencia a los más pobres? Una pregunta que nos quema hoy es quién está atendiendo a los más pobres de Chile.

-La crisis de los abusos comenzó en 2010 con las primeras denuncias en contra de sacerdotes, vino luego una fuerte caída de vocaciones y de confianza, menos del 55% de los chilenos hoy se dice católico. ¿Cuál es la que más le preocupa y dónde centrará su misión?

-¿La crisis de las vocaciones es expresamente porque ha habido estos abusos? Pareciera que en otros países donde no ha habido esta crisis de abusos también hay crisis de vocaciones, en otros no. Nosotros los capuchinos, por ejemplo, estamos en los mismos parámetros que después del Concilio (Vaticano II), y si bien hay una crisis profundísima en Europa y Chile, en Indonesia tenemos todas las que queremos. Por otro lado, nuestros hermanos evangélicos, luteranos, que tienen incluso pastores casados y que no han tenido eclosión de escándalos, sin embargo también tienen una crisis tremenda de vocaciones.

-¿Qué cree que va a poder y qué no va a poder solucionar como administrador apostólico?

-Espero seguir predicando a este Jesucristo, pobre y crucificado, rechazado por todos y que es el salvador, la esperanza y por ahí va a ir abriéndose la luz. No soy yo quien va a llamar, a decir que el matrimonio es hermoso, o quien va a hacer sacerdotes o religiosos o religiosas, pero estoy seguro de que Jesús es capaz. Me gustaría que tal como nos dijo aquí el Papa con palabras bien claras y rotundas, que los cristianos volviéramos a centrarnos en ese Jesucristo y desde ahí vamos a ser capaces de ser mejores.

VALPARAISO

-Usted estuvo en Roma. ¿Qué encargo le hizo el Papa?

-El Papa me dijo dos cosas: que considere a toda la diócesis, no solo a las víctimas que tendrán prioridad, sino a los niños, los ancianos, los jóvenes, las mujeres, los privados de libertad, todos. En segundo lugar, me insistió en que miremos hacia adelante, que en las comunidades cristianas hay tanto de bueno y de bello, en nuestras parroquias, en los matrimonios, en los padres que son excelentes. Hay tanta gente buena en Chile, quizás esa gente no mete ruido. Hace un mes asesinaron en Burkina Faso a un sacerdote español y aquí la prensa de Chile ni se enteró. Si ese sacerdote hubiera cometido un abuso habría aparecido, pero estuvo 40 años sirviendo a esa gente y lo asesinaron los terroristas.

Es importante mirar las cosas desde los ojos de Cristo, que al final fracasó porque terminó en una cruz y lo tiraron en un sepulcro, pero resucitó y vive.

-Respecto a las víctimas, ¿acelerará las investigaciones y les dará curso a las nuevas denuncias para abordar las situaciones que producen más escándalo?

-Celebro que estas cosas causen escándalo. Si me dicen que un marido golpea a su mujer, siento escándalo. Si me dicen que un sacerdote que tiene una obligación mayor de vivir el evangelio, ataca la vida, abusa, claro que me tiene que suscitar una reacción enorme. No da lo mismo y tenemos que luchar. Lo primero es animar a las víctimas a que denuncien, en Chile tenemos instituciones que funcionan; que vayan a la fiscalía civil para que se investigue, se sepa la verdad y se pueda obrar en consecuencia.

-Se reunió con víctimas de Karadima, ¿también lo hará con los denunciantes de abusos en Valparaíso que lo critican por sus decisiones como promotor de justicia?

-Me reuní con el señor Hamilton, el señor Murillo y el señor Cruz, si es necesario me reuniré con otras víctimas también, no lo he pensado. En ese momento actué como promotor de justicia que actúa dentro de la estructura de un tribunal, las actas están ahí y cualquiera puede pedirlas. Por supuesto que hoy habría hecho las cosas de una manera distinta, aprendemos. Si ellos creen que efectivamente hubo una vulneración de sus derechos, la fiscalía está ahí.

-La fiscalía acusa a su antecesor, Ricardo Ezzati, de encubrimiento. ¿Le parece injusto?, ¿de qué manera lo seguirá apoyando en el proceso judicial?

-No estoy metido en el juicio, cuando entramos en el área penal, las palabras tienen un sentido exacto. Para una persona, hablar de encubrimiento puede significar no sé cuántas cosas, lo mismo que abuso, para la ley es lo que está determinado y nada más.

-Benedicto XVI acaba de escribir sobre los abusos y afirma que se impuso una «tendencia garantista» en la Iglesia, que se inhibió de actuar contra los sacerdotes acusados de pedofilia. El Papa Francisco también habló de una «cultura del encubrimiento» en la Iglesia chilena.

-El Papa no habló de encubrimiento de delitos, sino del encubrimiento que se da cuando se decide en nombre de una persona. El Papa ha dicho que era un documento para conversar. No me cabe duda de que se apostó en aquel entonces, porque era muy difícil probar, por el buen nombre de este sacerdote o de la Iglesia.

-¿Estuvo la Iglesia más del lado de sus sacerdotes que de las víctimas?

-En algunos casos, sí, no siempre. Es un error tremendo, a la Iglesia no se la defiende con la mentira sino con la verdad. Si un hermano, un sacerdote, un obispo, un cardenal o el Papa se equivocan, la Iglesia tendrá que humillarse y pedir perdón, y decir esto está mal, lo haya hecho el que lo haya hecho.

CASO O’REILLY

-¿Por qué si llegaron a la convicción de que hubo delito de abuso de menores, se le mantuvo el estado clerical al sacerdote John O’Reilly de los Legionarios de Cristo?

-En Chile funcionan las instituciones y no todos los procesos son para pedir cadena perpetua que es la pena máxima. En la Iglesia también existe la proporcionalidad de la pena, hay abusos o abusos, no es lo mismo que le den una bofetada a que le den una pateadura y la manden al hospital. Son los jueces los que valoran.

-¿Debieran ser más claras y transparentes esas sentencias en beneficio de ambas partes? El Papa apartó de sus cargos a varios obispos y tampoco se sabe el motivo.

-Estoy con usted, creo que hay cosas que mejorar en esa transparencia, en esa información, que se ha mejorado ya mucho. Si hay una denuncia oficial, las víctimas son informadas de su causa igual que en un juicio civil y después pueden pedir la información.

-A propósito de los obispos, en mayo hace un año que renunciaron y se les aceptó a siete, ¿podemos entender que los demás serán confirmados?, ¿por qué ha demorado tanto?

-No se sabe cuánto tiempo estará el administrador apostólico, hasta que el Papa diga, y se ríe. Posiblemente haya que dar una información mayor y más clara de cuáles han sido las soluciones. No tengo información.

-El viernes santo recordó él vía crucis de Jesucristo. ¿Corre esta Iglesia el riesgo de convertirse en el mismo grupo religioso: los sacerdotes del templo que él combatió y que lo llevaron a la muerte?

-No lo veo así. Cuando se pone por escrito la vida de Jesús, los evangelios, la primera Iglesia, no aparecen unos seres gloriosos, angelicales; aparecen como lo que son: tenían miedo, no le entendían a Jesús, lo traicionaron. A lo largo de la historia, la Iglesia ha reconocido siempre sus pecados. Nosotros somos la Iglesia de Jesucristo, somos pecadores y hay santos también. El obispo que me consagró sacerdote a mí, hace 51 años, venía con el costado derecho dolorido después de estar no sé cuánto tiempo en la cárcel en China. La Iglesia de Jesucristo tiene sus manchas, no las vamos a negar, pero también tanta belleza.

-¿Eso significa que su sello será la continuidad o los cambios?

-Esperemos lo que podamos con la ayuda de Dios. (El Mercurio)

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