Caramba Presidente

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La historia política está llena de traiciones, cuchillazos, pasadas de cuenta. Pero lo de Lagos-Bachelet ya está al nivel de tragedia griega. Una historia de afectos y desafectos, de amor y odio, como pocas veces vista.

Porque Lagos es, sin duda, el padre político de la criatura. La designó ministra de Salud siendo una desconocida. Tres meses después, Bachelet renunció, porque no cumplió la meta de terminar con las colas en los consultorios municipalizados. Pero él, como buen padre, la perdonó. Luego, al terminar su gobierno, con Bachelet y Alvear como precandidatas a sucederlo, el ex Presidente hace un gesto inédito a su hija, al declarar que su corazón y su voto estaban con ella, pavimentado su posterior llegada a La Moneda.

Pero la hija, instalada como Presidenta, no le hizo fácil la vida a su mentor. Primero, cuando le achacó los problemas del Transantiago. Después, cuando Lagos intentó sucederla por secretaría, esto es, sin primarias, ella le dio la espalda. La guerra estaba declarada. Era cosa que apareciera la oportunidad para que el padre, traicionado, le devolviera la mano. Y, caramba Presidente, con qué brutalidad lo hizo. Justo cuando ella vive su peor momento, le apuntó su dedo lapidario. El mismo que había usado contra Pinochet.

Primero, aprovechando su ausencia, se fue a su casa, La Moneda, y desde ahí apoyó a un debilitado Burgos y la teoría de la gradualidad, que la misma Bachelet había descartado días antes. Luego, en una entrevista, fue más allá, diciendo que está preocupado por Chile, que la gente le pide que vuelva para poner orden y que hará todo lo que esté a su alcance para que no se vuelva a frustrar el desarrollo del país. Ella, desde México, cantó los boleros más tristes de su vida política. Primero el hijo, ahora el padre. Es mucho.

Todavía es muy temprano para saber si Lagos volverá a La Moneda. Pero lo concreto es que su gesto significó una herida mortal para la Presidenta. Muchos dicen que dio por terminado su gobierno. Y pueden tener razón. A partir de ahí, los candidatos a sucederla se lanzaron en picada. Piñera, Velasco, Enríquez-Ominami, Insulza y Walker se sintieron autorizados a ello. En definitiva, el ex Presidente abrió una puerta sin retorno. El vacío de poder es tal, que la idea del “pato cojo” en La Moneda se instala muy temprano, cuando todavía queda más de la mitad del gobierno.

Las consecuencias de esto no son claras. Una Bachelet dolida y herida, puede reaccionar para cualquier lado. Está la alternativa de que cambie, busque recomponer y salga adelante. Pero también existe la otra posibilidad: que, como una leona enjaulada, salga dando zarpazos, extreme aún más sus convicciones y se atrinchere junto a sus adherentes más duros. Si esto sucede, que es lo más probable, los próximos 30 meses serán una pesadilla. Por eso, el gustito de Lagos puede ser muy peligroso. Para muchos, es algo inevitable. No hay otra opción cuando no impera la razón. Puede ser, pero el costo de salir de esto y lo que queda por venir será muy alto para el país.

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