Es casi lugar común decir que nuestro país vive un momento muy difícil, y que, para revertirlo, se requiere hacer las cosas muy bien. Doblarle la mano a la creciente delincuencia y al crimen organizado; tomar decisiones que permitan que Chile vuelva a crecer; mejorar la calidad de la educación escolar -especialmente en la etapa inicial-; y resolver los problemas de listas de espera en salud y en la organización de la industria, son palabras mayores. De todo eso, se habla mucho.
¿Con qué capital humano queremos hacerlo? La experiencia muestra que los países progresan cuando sus instituciones -económicas y políticas- mejoran en sus diseños, se fortalecen, y facilitan la coordinación, la participación, e incentivan la creatividad y emprendimiento necesarios para generar mayor bienestar. Pero para que esas instituciones operen bien y continúen su proceso de mejora continua, se requiere de un capital humano capaz de hacerlo, y que tenga -a su vez- las herramientas y los grados de autonomía y control necesarios para ello. La interacción entre ideas, instituciones y personas es fundamental. De esto, se habla poco.
La pregunta de hoy es si somos capaces de atraer -y retener- al mejor capital humano disponible en Chile para liderar las tareas públicas. Yo creo que no.
Un sistema político fragmentado que incentiva la polarización y dificulta la cooperación, una opinión pública exigente, empoderada e instantánea (lo que es muy bueno), un sistema de persecución y control -Contraloría, fiscales y demases- ultra activo, mediático y muchas veces con agenda política propia, una burocracia que se desgasta, se demora y no se adapta a los cambios necesarios para permitir a sus líderes proveer respuestas oportunas, un Poder Judicial que da señales de querer ser actor central de las políticas públicas, y un sector privado que duda de abrir las oportunidades a quienes han trabajado en el servicio público (“…es mejor no contaminar la empresa con personas que han estado en la política…”, se escucha muchas veces).
Así, es muy difícil reclutar talento para el servicio público. Si queremos resultados diferentes, tenemos que preguntarnos qué estamos dispuestos a hacer y qué costos estamos dispuestos a pagar para atraer mejor capital humano a la fundamental tarea del servicio público.
Algunas sugerencias para la discusión, aunque sea complejo abordarlas:
1. Reforma rápida y urgente del empleo público, para permitir nuevo talento, el reconocimiento del mérito y remover a quienes no cumplen adecuadamente con el rol esperado.
2. Permitir que los parlamentarios -tal como lo hacen en diversos países desarrollados- puedan compatibilizar su rol con otras actividades que los conectan a la realidad y les permiten aportar desde su conocimiento, sin perjuicio de explicitar los respectivos conflictos de interés. Es verdad que esto implica dificultades, pero facilita y hace menos complejas las transiciones entre ganar y perder una elección, y permite un Parlamento más conectado con la actividad real y menos aislado como sucede con parlamentarios 100% dedicados sólo a eso y con una “muralla” respecto del mundo real.
3. ¿Queremos crecer y lograr que el país tenga nuevos proyectos? Hoy las reglas incentivan a los funcionarios y a las instituciones a frenar proyectos más que ayudar a sacarlos adelante. Cambiar el eje e impulsar la toma de decisiones de los funcionarios orientada a resolver problemas y sacar adelante proyectos. Revisar el peso de la prueba en las posibles evaluaciones de las decisiones de autoridades y buscar fórmulas más simples para incentivar el impulso de nuevas iniciativas.
4. Explorar ideas disruptivas como que las remuneraciones de altos directivos públicos y parlamentarios estén vinculadas al desempeño económico del país. Si el país crece, mejores remuneraciones para todos ellos.
Siempre he respetado y admirado a quienes dedican su talento al servicio de Chile a través de la política y el servicio público. Veo con preocupación que hay señales que muestran que hoy es más complejo atraer talento a los asuntos públicos. Como país tenemos que pensar y actuar rápido, porque el capital humano hace la diferencia, y la política y el servicio público no son la excepción. (El Líbero)
Ernesto Silva