Camarón que se duerme…Sergio Urzúa

Camarón que se duerme…Sergio Urzúa

Compartir

Un clic a cualquier hora y ciudad del mundo. Eso toma a un inversionista chico o grande mover sus lucas de un lugar a otro en la actualidad. La tecnología lo permite de forma segura y casi instantánea. ¿Malos resultados del sector X en el país Y? En un segundo se vende y toma posición en otro lado. ¿Tremenda embarrada la reforma A del gobierno del presidente B? Clic y chao.

Para los países con convicción real de progreso, la atracción de inversión extranjera ha sido siempre una carrera ultracompetitiva, en donde un descuido cuesta caro. Por eso entrenan y trabajan disciplinadamente para fortalecer los pilares que atraen divisas, pues bajo condiciones adecuadas, esos recursos generan empleo y aumentan la productividad de todas las empresas (incluidas aquellas que no los reciben directamente). Además, mientras mejores son los resultados, mayor el atractivo para inversionistas foráneos. Ese es el círculo virtuoso, sustentado por la evidencia, que todo país serio trata de conformar.

Pero como a nadie le falta Dios, incluso en países en donde las cosas se hacen a la brutanteque las inversiones llegan desde el exterior. Eso sí, obvio, estas son de otra naturaleza, otro apetito por riesgo, otra calidad. Esos recursos no aterrizan apostando por el progreso. Hoy en día son clics oportunistas que aprovechan, por ejemplo, precarios mercados de capitales locales, reglas poco claras o torpes autoridades para hacerse una pasada. Luego, claro, agotada la “oferta” se mandan a cambiar (clic, clic, clic).

Y dado que menciono ese tipo de autoridad, reparo en cómo la política puede alentar tal nefasto oportunismo por partida doble. Ya que sus embarradas atraen esos capitales, un líder negado puede hacerse trampa en el solitario por un rato: “A pesar de las críticas, el mundo apuesta por nosotros” (traducción: “Party alert!”). En finanzas internacionales, tal afirmación sugiere: elija usted, inocencia o ineptitud. Por lo mismo, la importancia de contar con un empresariado local con visión global que entienda qué está en juego y alerte siempre, independientemente de sus intereses, de los riesgos de la improvisación. Esa honestidad, aunque moleste al político, no tiene precio.

Ahora, ¿será tan grave descuidarse un tanto? En una isla no, pero en economías globalizadas sí. Un líder serio de un país que compite con otro que cae en desgracia puede aprovechar la ganga. Saca lecciones de las faltas y fortalece las condiciones que atraen a la (buena) inversión extranjera (derechos de propiedad, certeza jurídica, protección inteligente del medio ambiente, entre otras). Luego las fuerzas del mercado hacen lo propio: las divisas se trasladan y los descuidos se agravan.

En el pasado, América Latina originó varios de esos descuidos y aciertos simultáneos. Y vendrán más, pero con novedad. Ya no será necesario que el camarón se duerma profundamente para que se lo lleve la corriente. Con la rapidez con la que operan los mercados financieros, un pestañeo y está. (El Mercurio)

Sergio Urzúa

Dejar una respuesta