Buen-vivir

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LAUDATO SI’ (Alabado Seas), la encíclica de Francisco, es, sí, sobre la ecología; sobre el cuidado de «nuestra casa común». Pero va mucho más allá de esto.

No deja lugar a ambigüedades. Reconoce que respecto al cambio climático «hay un consenso científico sólido». Y que en la actualidad su «principal» causa es el uso de una «tecnología basada en combustibles fósiles», la cual «necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora». Lo que no ocurrirá si se deja a la suerte de «una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven solo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos». Como lo sostienen «aquellos que tienen más recursos y poder económico y político», que prefieren «enmascarar los problemas u ocultar los síntomas», sin reparar en que estos serán «cada vez peores si continuamos con los actuales modelos de producción y de consumo».

«No hay dos crisis separadas -dice Francisco-, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental», alimentada por el «consumismo inmoral» de los grupos que concentran la riqueza. Acabar con ella exige abandonar la «confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana»; «orientar esa energía con cauces nuevos» y «redefinir el progreso»; desacelerar el actual «ritmo de producción y de consumo»; restablecer el «principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes»; desmontar «el paradigma tecnocrático» que domina la economía y la política; reconocer que «la ciencia y la tecnología no son neutrales», que «crean un entramado que termina condicionando los estilos de vida y orientan las posibilidades sociales en la línea de los intereses de determinados grupos de poder»; romper con «el principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración»; en fin, «tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo».

Para Francisco, en suma, el desafío ecológico es una «señal de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad». Desafío que solo puede ser encarado mediante una «audaz revolución cultural», la cual debe partir por la propia Iglesia. LAUDATO SI’ cristaliza esta revolución. Ella rompe con la interpretación de la Biblia según la cual, «desde el relato del Génesis que invita a «dominar» la tierra, se favorecería la explotación salvaje de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como dominante y destructivo», con «un dominio absoluto sobre las demás criaturas». La encíclica la llama la «gran desmesura antropocéntrica»: un «sueño prometeico» que nos llevó a «ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas». Fue el pecado de la modernidad.

Hay una relación directa entre esa interpretación, para la cual el ser humano no es parte de la naturaleza, sino el encargado de explotarla -y que condujo a acusar a la ecología de paganismo y colocar a Francisco de Asís en los límites de la herejía-, y la crisis ecológica de nuestros días. La encíclica de este otro Francisco marca la ruptura con esa doctrina -la llamada interpretación cartesiana-, restituyendo para la naturaleza su condición de «hermana» y «madre», la cual debe ser objeto de cuidado, no de dominio.

Edgar Morin, un gran intelectual francés no creyente, ha dicho que la encíclica de Francisco «podría ser el acto primero del llamado a una nueva civilización». Un llamado, agrega, que solo podía provenir de América Latina, donde el «buen-vivir» es todavía más importante que el «bien-estar».LAUDATO SI’.

 

 

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