¿Brilla el sol?

¿Brilla el sol?

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Cuando todavía no comenzaban las evaluaciones por los resultados electorales del pasado domingo, la presidenta del Partido Demócrata Cristiano hizo un explícito movimiento para desmarcarse del gobierno y la coalición que lo sustenta, dando expresión institucional a la molestia que ronda en las huestes falangistas.

Para muchos tal reacción pudiera dar inicio al fin de la Nueva Mayoría tal cual hoy la conocemos, desatándose un futuro incierto para la coalición oficialista y también para la propia Democracia Cristiana.

Lo primero que uno podría constatar, es que más allá de la profundidad ideológica y política de las diferencias que hoy se constatan entre la falange y el actual gobierno, tales discrepancias se verificaban desde el primer día en que asumió la actual administración. Con sinceridad, es poco y nada lo que ahora se podría agregar, que no estuviera también presente en la pasada campaña presidencial.

Puestas así las cosas, lo que sí cambió de manera significativa fue la aprobación ciudadana al Ejecutivo y la coalición que lo sustenta, constituyéndose para muchos en un evidente pasivo político. Dicho de otro modo, ¿estaríamos teniendo este debate si el gobierno de Bachelet ostentara altos niveles de popularidad y el pasado domingo la NM hubiera obtenido un triunfo electoral?

Con todo, el hecho de pertenecer a una coalición que no satisfizo las expectativas que generó, pudiera ser suficiente para cuestionar su permanencia y futuro.

Sin embargo, dicho argumento es sólo correcto en cuanto nos interrogamos por las responsabilidades propias en este fracaso.

La Democracia Cristiana no es sólo uno de los partidos políticos que más disciplinadamente concurrió a votar favorablemente las iniciativas propuestas por su gobierno, sino que también -y desde la perspectiva de la gestión política cotidiana- ha sido un protagonista de sus aciertos y errores, con un gran número de ministros, subsecretarios y otros altos funcionarios que militan en sus filas. Desconocer ahora esa realidad, resulta tan ridículo e impúdico como aseverar que no “leyeron el programa de gobierno”.

Pero haciendo caso omiso a las dos cuestiones recién planteadas, todavía podría ser plausible sostener que, de todas maneras, es el momento de poner distancia de un gobierno y una coalición que objetivamente se han transformado en un lastre electoral. Pero revisando los datos de las últimas elecciones municipales, la Democracia Cristiana viene sistemáticamente bajando su votación sin mucho importar las bondades o dificultades que exhibía el gobierno de turno; perdiendo este domingo más de 120 mil sufragios respecto de los comicios anteriores.

De hecho, y tomando en cuenta los votos a concejal, que es la medición más fidedigna, la Falange fue el partido político que más bajó en su coalición.

En consecuencia, y siendo legítimo el debate, también hay que hacerse cargo por las consecuencias de nuestros actos y omisiones, como también de nuestras palabras y omisiones. (La Tercera)

Jorge Navarrete

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