Boeninger y la calidad de la política

Boeninger y la calidad de la política

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En estos días estamos organizando en Cieplan un encuentro con motivo de los diez años desde que nos dejara un querido amigo y un hombre excepcional, Edgardo Boeninger. No puedo olvidar esa tarde del 11 de septiembre de 2009 cuando nos fuimos a despedir de Edgardo a la clínica en que se encontraba hospitalizado. Estaríamos fuera de Chile por unos meses en un think tank en EE.UU.

Conversamos largamente como lo hacíamos casi siempre por tantos años. Hablamos de la coyuntura y de la vida cotidiana, con notable entereza por parte de él, a pesar que sospecho que ambos sabíamos que podría ser un último encuentro. A la salida, me corrieron las lágrimas. Dos días después nos enteramos, ya lejos de nuestro país, que nos había dejado.

Diez años después, en momentos difíciles para la convivencia en nuestro país, parece relevante compartir cuánto aprendimos de él desde los difíciles años de la dictadura. En esos tiempos en que nadie hablaba con nadie excepto los que pensaban igual, Edgardo organizaba diálogos semanales desde el Centro de Estudios del Desarrollo, al que asistían políticos que representaban todo el espectro, dirigentes del mundo sindical, empresarios, intelectuales, y se conversaba, se discutía, se confrontaban ideas y visiones del futuro. Con el paso del tiempo se iba creando un ambiente de diálogo, de respeto y aprecio por las ideas del otro. El paso siguiente fue convertir esos diálogos en una fuente significativa de propuestas respecto de qué hacer para lograr una transición a la democracia exitosa.

Luego vino el gobierno de Patricio Aylwin. Allí, y desde el Ministerio de Hacienda, constatamos que Boeninger era un constructor de nación todos los días. Fue un maestro del diálogo con todos los sectores, particularmente con la oposición, junto al Presidente Aylwin y al presidente del Senado, Gabriel Valdés. Ellos tres contagiaron al país, por primera vez en muchos años, de un optimismo respecto del futuro. Los resultados están a la vista. Una economía que creció más de 7% al año. Cuando me preguntaban cómo se logró ese resultado, siempre respondí que el factor más determinante fue la calidad de la política, en la que el aporte cotidiano, inteligente, abierto y perseverante de Boeninger fue un ejemplo para los que estábamos en el gobierno, en el Congreso o en otras instancias de decisión política.

Después nos reencontramos en el Senado. Edgardo participaba activamente no solo en la comisión de Hacienda de la cual era miembro, sino además en todas las otras comisiones que el tiempo le permitiera, en cada una de ellas haciendo algún aporte sustantivo y de calidad a los proyectos de ley. En los años siguientes, Boeninger se dedicó a escribir libros y artículos enfocados siempre en aclarar lo que debiera ser una visión estratégica compartida y de largo plazo para nuestro país.

¿Por qué pensamos que su legado es tan relevante hoy día? Porque Edgardo demostró, en la práctica en todos los cargos públicos que le tocó ocupar, que era posible lograr una alta calidad en las decisiones políticas en democracia, respetadas por todos, con resultados notablemente positivos para el país.

¿Está ocurriendo eso en la política hoy día? Siguiendo, por ejemplo, los debates en el Congreso, allí parecen predominar los “golpes mediáticos” destinados a ganar espacio en los medios y en las redes, sin análisis rigurosos de las consecuencias de sus propuestas. Eso genera confusión y escepticismo en la opinión pública.

Dos ejemplos: ¿Reducir la jornada laboral a 40 horas es lo que el país necesita para lograr un mayor crecimiento de su economía que genere aumentos de ingresos para las personas? ¿Es ese el camino para aumentar la productividad, estancada en la última década? No parece ser ese el camino.

Otro ejemplo: ¿Debería ser el tema dominante en la reforma previsional quién maneja el 4% adicional en contribuciones, o debiera ponerse el foco en el problema de fondo: el aumento acelerado del número de gente en edad de jubilar que tendrán pensiones insuficientes? ¿No debería centrarse la reforma en aumentar la edad de jubilación, así como en incrementar los recursos públicos y privados más allá del 4%, para hacer viables pensiones adecuadas para todos, con un significativo esfuerzo solidario con los de menores ingresos? Esa propuesta no está todavía en la agenda del Congreso.

Echamos de menos a Edgardo Boeninger y sus puntos de vista sobre estos y otros temas. Siempre con claridad y con una visión de país que miraba a largo plazo, superando las desconfianzas instaladas hoy en nuestra sociedad, y recuperando la calidad de la política. (El Mercurio)

Alejandro Foxley

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