¿Biden o Trump?

¿Biden o Trump?

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El martes se termina de votar la presidencia de Estados Unidos (EEUU), en un complejo proceso electoral que incluye parlamentarias, cerca de 80 millones de ciudadanos que ya emitieron sus sufragios, mayoría en colegio electoral que no implica mayoría en el voto popular, y una campaña muy atípica por causa del Covid-19.

Importa mucho qué camino tomará EEUU en política exterior. Al contrario de lo que mucha gente estima, que es que hay un abismo entre las posiciones de Trump y las iniciativas que pueda tomar Biden, la verdad es que no habrá grandes cambios en los próximos cuatro años: ni los constreñimientos estructurales de la primera potencia mundial ni sus desafíos de largo plazo los permiten.

En primer lugar, están los constreñimientos estructurales propios de ser la primera potencia mundial. Ni Biden ni Trump reducirán sustancialmente, por ejemplo, el enorme y sofisticado gasto militar que permite a Washington sacar su gran ventaja comparativa en la escena internacional, sobre todo a la luz de la cada vez mayor inversión china en este sentido: en 2019, fue de 732.000 millones de dólares contra 261.000 millones.

Más allá de matices en cuanto a mayor bilateralidad de Trump o apuesta por más multilateralidad de Biden, EEUU seguirá presente en todos los escenarios regionales de mayor protagonismo: desde Medio Oriente hasta el sureste asiático, pasando por los límites de la OTAN en Europa del este o las viejas-nuevas ambiciones turcas, iraníes o rusas en el Cáucaso, Washington seguirá teniendo su qué decir por doquier. Para Latinoamérica, con Biden o con Trump, EEUU conservará su política de contención de la mayor influencia económica china, para la cual, entre otras cosas, se hizo de un hombre de su mayor confianza en la presidencia del BID.

En segundo lugar, están los desafíos de largo plazo. El viraje proteccionista de Trump, que se tradujo por ejemplo en un cambio sustancial en torno a la imposición de empresas multinacionales para favorecer al fisco estadounidense, no cambiará de signo si gana Biden. Y es que la batalla con China, sincerada en es-tos años de administración Trump, es un desafío estratégico multidimensional y de largo aliento: militar, al reconfigurar sobre todo el escenario asiático; comercial, al replantear las bases del auge chino posterior a su ingreso a la OMC de 2001; tecnológico y económico, al fijarse áreas de influencias relevantes para ambas potencias; y político, al establecer una competencia bipolar que se extiende en escenarios regionales tan disímiles como África subsahariana, Asia del sur u Oceanía.

Un triunfo de Trump profundizaría las líneas estratégicas internacionales ya marcadas en estos años en los que EEUU comenzó a conformar un siglo XXI de fuerte acento jacksoniano.

Pero, si ganara Biden, no podría desatender este camino sin perjudicar gravemente a su país: el mundo liberal de posguerra fría se acabó en 2001; y el mundo de la apuesta multipolar de Obama fracasó con su incumplida línea roja sobre las armas químicas en Siria en 2013; su tácitamente aceptada invasión rusa a Crimea en 2014; y su negligente iniciativa de acuerdo nuclear de París con Irán de 2015.

Gane Trump o gane Biden el martes, las continuidades serán más importantes que los cambios. Wait and see. (El País Montevideo)

Francisco Faig

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