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Aróstica: «Si hay tensiones entre la CS y el TC, se requiere una reforma constitucional»

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El presidente del Tribunal Constitucional (TC), Iván Aróstica, está a un poco más de cuatro meses de dejar su cargo a la cabeza del organismo, en el que seguirá como ministro. Una vez que ello ocurra, sus objetivos están claros: volver a realizar clases de pregrado en la universidad, ya que ahora solo está a cargo de una cátedra en un magíster de la UC.

Además, tiene contemplado perfeccionarse en el extranjero y cursar un magíster en Italia. Ya comenzó dando los primeros pasos durante sus vacaciones, período en el cual realizó un diplomado en la Universidad de Pisa.

Fue justamente su vocación académica y sus estudios los que le hicieron replantearse hace poco si continuaría en la presidencia del TC y como ministro hasta el 2022. También, los cuestionamientos externos e internos hacia su gestión y revela que en un momento evaluó renunciar. Ahora está enfocado en la cuenta pública de la institución, que realizará en los próximos días; en la reforma al organismo que elabora el Gobierno, y en la relación con la Corte Suprema.

«A LAS REFORMAS, EN PRINCIPIO, LAS VEO CON SIMPATÍA»

-¿Qué le parece la reforma que el Gobierno quiere impulsar en el tribunal?

-El TC nunca ha sido enemigo de las reformas, porque la Constitución prevé las reformas. El TC las puede revisar incluso a petición de partes. A las reformas, en principio, las veo con simpatía. El Presidente de la República nos repitió lo que decía su programa de gobierno: Quiere infundirles eficacia a las sentencias de inaplicabilidad del TC, para que sean cumplidas por los tribunales de fondo, para que no queden como una mera declaración, que sean efectivamente cumplidas. El TC no puede estar más de acuerdo con eso, aunque en general los tribunales del Poder Judicial cumplen los fallos.

-¿Está de acuerdo con cambios en los nombramientos?

-Sin duda. Un nombramiento sin concurso público y a dedo no resiste. El cómo y dónde se realice ya es un tema que hay que afinar. Los requisitos de incorporación al tribunal tienen que elevarse, no solamente en el TC.

-¿Cuáles deben ser los requisitos?

-Tiene que haber requisitos mínimos de doctores y magíster en derecho, gente que haya ejercido la profesión 15 años. Uno tiene que ser empático también con los abogados, tiene que conocer la realidad del ejercicio forense para entender cómo debe ser una sentencia.

-¿Concuerda con que el tribunal deba tener un número impar de ministros, nueve y no diez?

-Si son nueve está bien; para mí, siete sería lo óptimo. Entre más ministros, usted tiene mayor dispersión de opiniones. Cuesta reunir una sentencia con una mayoría y una minoría nítidas y claras. Si tiene menos ministros, esos acuerdos son mucho más fáciles. Lo bueno del número nueve es que iguala la representación de los tres poderes y no se le da preeminencia a uno sobre el otro: tres ministros del Poder Judicial, del Congreso y del Presidente de la República.

-¿Con esa fórmula se termina el voto dirimente?

-Esto no elimina el voto dirimente, porque este se puede producir igual si falta un ministro, alguien tiene que desempatar. Hay que hacer bien las reformas. Si quieren eliminar el voto dirimente, tienen que decirlo explícitamente. Si vamos a hacer una reforma, esta tiene que ser bien pensada.

«El voto dirimente por lo menos yo lo he ejercido muy poco en cuestiones de forma, si una materia es propia de ley orgánica constitucional o no. Y una vez en materia de fondo: en la reforma a la libertad condicional. Mi antecesor (Carlos Carmona) lo ejerció sin polémica y muy ampliamente. La polémica ha surgido bajo mi presidencia».

«DEFENDIMOS BASES IMPORTANTES DEL ESTADO DE DERECHO»

-¿En manos de quién debe quedar el concurso público para nombrar a los ministros? ¿De la Corte Suprema?

-Es una de las fórmulas que quede en la Corte Suprema. La otra sería la prevista para el nombramiento de los ministros suplentes, que es un concurso público que se hace acá. Luego pasaría por los otros tres poderes del Estado (dependiendo de quién es el cupo). Sería como lo hace la Corte Suprema y con los mismos requisitos acreditados de los de abogados externos (cinco integrantes que no son de carrera): título de abogado de quince años y una reconocida trayectoria en el ejercicio de la profesión y académica.

-Se está debatiendo eliminar el control preventivo como una de las principales atribuciones del TC. ¿Qué opina usted?

-Un poco precipitado. Habría que demostrar que ha sido ineficiente el control preventivo que ha llevado a cabo el TC. No creo que puedan decir que el TC no ha detenido situaciones de leyes muy extremas, que querían alterar bases esenciales del ordenamiento jurídico chileno. En este momento creemos que hemos hecho una contribución al país.

-¿Qué leyes lograron frenar con el control preventivo?

-Creo que las desigualdades y las distorsiones que iban a producirse, según nuestro criterio, en materia de educación. Como es la igualdad entre todos los alumnos, que no podía discriminarse en relación con la universidad en que estuvieran. En materia laboral, creo que el permitir la negociación no solamente por los sindicatos, sino por la agrupación que se forme. Defendimos unas bases importantes del Estado de Derecho chileno, y (sin ello) se podría haber radicalizado la situación laboral.

-¿Cómo ve el trabajo del Poder Legislativo respecto de cómo se están elaborando las leyes?

-Chile ha confiado siempre más en las buenas personas que en las buenas leyes. Hoy, la ciudadanía exige mejores leyes porque la virtuosidad, los méritos de la persona, están siendo discutidos. Para que no ocurra ni la arbitrariedad ni la corrupción, usted tiene que tener instituciones de control, porque si se va a controlar él mismo que tiene esas potestades amplias, estamos ad portas de un Estado fallido. Hay que tener un Poder Judicial que ejerza control, tiene que tener una Contraloría que ejerza control, tiene que tener un TC que ejerza control, cada uno en los ámbitos que le competen. Ese es el papel desagradable, por así decirlo, de estos órganos que sirven de contrapeso a los pesos. Y la función del TC es servir de contrapeso y evitar el deterioro del Estado de Derecho.

-En algunos sectores se ha acusado al TC de tener un sesgo político de centroderecha, por los ministros que lo componen. ¿Qué piensa de eso?

-Lo mismo podría haberse dicho antes, durante otras presidencias del tribunal. Las críticas tienen que hacerse siempre. Creo que legislar, hacer reformas constitucionales sobre la base de emocionalidades, sobre la base de sesgos políticos, eso es un deterioro de la discusión.

TENSIÓN CON LA CORTE SUPREMA

-¿Cuál es la tensión a la que se refirió el presidente de la Corte Suprema con el TC y que estaría generando incertidumbre jurídica?

-Quiero entender que en el discurso de inauguración del año judicial del ministro Haroldo Brito se refiere a la tutela laboral de los empleados públicos. No sé si es por la oportunidad del fallo, porque está para verse la unificación de jurisprudencia en la Corte Suprema, o si es del fondo. Si es el fondo de la cuestión, entran a jugar otros actores que complejizan el tema. Nosotros tenemos en esa materia muchos requerimientos de jueces del trabajo y algunos ya están aplicando el criterio del TC sin venir acá. Hay que profundizar a qué se refieren esas diferencias, si la tensión es por la oportunidad del fallo o el fondo del asunto. Lo primero es de coordinación, y lo otro abarca a más actores como en el Poder Ejecutivo.

-¿Estas diferencias se solucionan con una modificación legal?

-Claro. Si existen tensiones o conflicto entre la Corte Suprema y el TC, eso requiere de una reforma constitucional, que alguien dirima el tema de las competencias. Si esto no es más que una cuestión de falta de entendimiento o coordinación, no requiere reforma legal. Se requiere entender bien cuál es el problema.

-¿Cree que hay un problema de competencia?

-No.

-Otra crítica del ministro Brito fue la paralización de causas en materia de derechos humanos.

-Esa es un crítica directa. No podemos negar el acceso a la jurisdicción a nadie si se trata de un tema constitucional, lo tenemos que resolver. Este es un problema institucional, la existencia del sistema antiguo de justicia que ha sido criticado por las garantías que ofrece a las personas. El presidente Brito acertó en la demora que son de 200 días, pero pediría comprensión para el TC, porque hemos tenido que revisar expedientes muy largos que se han demorado décadas en el Poder Judicial. Podríamos acortar los 200 días en fallar, pero no es desproporcionado.

-¿Cree que se utiliza al TC para paralizar causas como una estrategia jurídica?

-Sí, claro. Estamos prestos de que abusen del TC, pero para eso están las dos salas que ven la inadmisibilidad, cuando se carece de fundamentos y vienen a buscar la suspensión nomás. La suspensión tiene que darse porque de lo contrario el fallo del TC no tendría consecuencia práctica. El problema de la demora en los fallos es una crítica que siempre he asumido.

-¿Por qué tanta demora?

-Tenemos que mejorar los tiempos. Hay que calibrar la rapidez sin bajar la calidad. Hay algunos ministros que son muy rigurosos y de muy alta calidad en sus fallos y por eso demoran más. Es un tema que preocupa al TC.

-¿Hay premura respecto de algunas causas para no perjudicar la investigación?

-Pienso que hay causas a las que hay que darles premura. Lo hicimos en la inaplicabilidad del caso Frei. Eso se puede hacer.

-¿El trabajo en el TC se ha visto afectado con la carga de trabajo? ¿Cómo se ha manejado el aumento de causas?

-La carga sigue creciendo. Los dos ministros suplentes están ayudando a redactar fallos. Si sigue así la cosa, vamos a tener que pedir más recursos al Ejecutivo el próximo año. Estamos con el mismo presupuesto de 2005, cuando teníamos menos causas. Ahora hemos pasado de dos plenos a la semana a cinco extraordinarios. Pero lo que se nos pide es sacar fallos y queremos mejorar procedimientos e incorporar tecnología nueva.

«ME HA TOCADO UN PERÍODO DIFÍCIL»

-¿Cuál es su balance a cuatro meses de dejar la presidencia?

-Me ha tocado un período difícil y muy distinto, porque se han formulado críticas que no se hicieron con los presidentes anteriores, pero me tocaron a mí por coincidencia. Esto por el voto dirimente y el control preventivo.

-¿Se ha sentido muy cuestionado?

-Claro, si por cuestionamiento se entiende lo que opinan los abogados o algunos parlamentarios. Es evidente que ha habido un alza en las críticas en este período. Es un dato frío e indesmentible.

-¿Ha sido complejo ser presidente?

-No. No es un cargo para tener momentos de placer, se tiene de todo: de dulce y agraz. Como recuerdo me quedo con la visita del TC alemán, que en medio de las críticas que había en ese momento, no se calibró lo que significaba que vinieran a Chile. En la rencilla diaria no la supimos valorar.

«Lo desagradable para mí fueron las críticas destempladas de algunos parlamentarios en la audiencia del aborto. La agresión a un diputado y a un ministro del TC (Domingo Hernández). Es un tema extrajudicial».

-También ha habido críticas internas por el mal clima laboral, se habla de las diferencias con los ministros por su estilo de conducción que algunos tildan de autoritario.

-Sobre el clima laboral he sido riguroso en el sentido de mejorarlo, hicimos mediciones con psicólogos y se solucionó. Hay antecedentes objetivos de que el trato de los jefes y de los ministros a los funcionarios está en el mejor nivel; antes sentían que no eran parte de la institución. El mal clima laboral se produce cuando no hay liderazgos claros y muchos quieren ser líderes.

-Pero respecto de los ministros.

-Tengo atribuciones por ley y cada vez que se produce una diferencia de opiniones, yo me he atenido a la ley. Como presidente del TC tengo que garantizar que todos tengan la misma libertad de opinión, que nadie se imponga por algún sesgo con los demás. Si esto choca con algún carácter, lo siento, esto es irrenunciable. No me he destacado nunca por ser indirecto, oblicuo en mis apreciaciones o dar opiniones por un medio que no corresponde. Mi opinión no la doy a través de trascendidos o terceras personas, las doy en el pleno.

-¿Y las discusiones en el pleno?

-Siempre ha habido discusiones, desde que yo llegué en 2010. Si alguien cree que comenzaron ahora, es porque todavía no se aclimata. En un Tribunal Constitucional las discusiones tienen que ser directas y se deben exponer todas las opiniones. Si alguien califica esto como autoritario, es porque estamos en la época de la emotividad, que esto no se puede decir.

-¿Pensó en renunciar por las críticas?

-Cada día tiene su afán. No es la hora de abandonar ningún barco. Lo evalué porque tengo 62 años y tenía que definir si me dedico a la academia o a esto.

-¿Se quedará hasta terminar su período en 2022?

-En este momento creo que no corresponde dejar la presidencia, ni dejar de ser ministro. Pero es una cosa que cada persona tiene que evaluar día a día. Voy a volver a Europa a estudiar. (El Mercurio)

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