Apruebo y Convención Constitucional: “Segundo gol del pueblo chileno”

Apruebo y Convención Constitucional: “Segundo gol del pueblo chileno”

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“Yo tenía un tío que estaba casado…y este tipo tenía una señora que se llamaba Irarrázabal y todos sus hijos se casaban con Irarrázabal…y mi padre decía que a este tío que se llamaba Alberto, le hubiera gustado morirse para que su mujer, la viuda, se hubiera podido casar con Don Francisco Irarrázabal. Es terrible, pero es así”.

Roberto Matta. Conversaciones, 1987.

Hay mucho que analizar sobre el resultado del plebiscito de este domingo 25 de octubre, pero si algo ha quedado claro es que no estamos en un país polarizado, hay mayorías muy nítidas que invalidan esa tesis. Lo que se aprecia es una fractura de buena parte de la sociedad con una élite desconectada en el más amplio sentido: geográfica, cultural y socialmente.

El pintor Roberto Matta representaba de manera muy crítica el carácter endogámico de esta seudo aristocracia castellano vasca, de la cual formaba parte, y eso que partió muy joven a buscarse la vida fuera del país. Este enclaustramiento voluntario de la élite, se refleja como en pocas ocasiones en el vergonzoso arrinconamiento del Rechazo en Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea. Esto muestra un quiebre complejo, que perfectamente se puede profundizar si los partidos, en especial de oposición, no abren el tablero para independientes y cuotas de minorías. A su vez, también muestra la incomprensión de la élite respecto de los desafíos del siglo XXI, mirando sus propios intereses y desconociendo la obsolescencia de la Constitución vigente.

Que las cosas mejoren en la línea de la equidad no es algo dado ya que, por ejemplo, Bernardo Larraín Matte reivindica que los empresarios tienen mucho que decir en la próxima constituyente, como si los grupos de presión debieran tener un espacio por derecho propio a la par que los ciudadanos. Por otra parte, el Presidente Piñera insiste en fijar contenidos para la nueva Constitución, cuestión bien cuestionable no solo porque desconoce el acuerdo de hoja en blanco, sino porque tampoco es fácil discernir si se trata de interés de Estado, empresarial o simplemente de élite. Hay un poquitito de conflicto de interés en todo eso.

El resultado del plebiscito, tal como consigna una columna de la BBC, tiene un peso histórico incuestionable. En términos de Matta equivaldría a un segundo gol del pueblo de Chile, haciendo la analogía con el primero que pintó en 1971 en un mural en La Granja para conmemorar el primer año de la elección de Allende. Un momento político que él visualizó como una pichanga de barrio en que por una vez el pueblo le encajaba un gol a la élite. Una segunda coincidencia es lo laborioso de ese primer gol, a sabiendas de lo refractaria que es la élite chilena, Matta incluyó una frase en el mural que decía “despacito desde la media cancha”. Aquí tuvieron que pasar más de 40 años para sacudirnos de la Constitución de la dictadura.

Hasta ahí vale la analogía porque la gran diferencia es que este resultado tiene poco de ideológico, aunque la derecha se pisó la cola propia al poner su campaña en esos términos, a pesar de alguna honrosa excepción. En un ambiente de desconfianza ciudadana hacia los políticos y los partidos este resultado es ante todo una reivindicación a volver a la soberanía popular, una suerte de tarjeta amarilla para que el modelo de representación y quienes lo detentan entiendan que las cosas deben cambiar. Es la fuerza o el poder con que inicia la democracia moderna, pero que rara vez vuelve al pueblo de una manera tan clara; esa energía no puede caer en la indiferencia.

Este “téngase presente” resultado de la votación obedece al menos a tres fenómenos que han estado corriendo en paralelo. El primero es la evidencia de las contradicciones propias de los sistemas capitalistas muy desregulados, reflejadas en una excesiva concentración de riqueza y profundas desigualdades. No en vano Chile está en el índice Gini al menos 10 puntos peor que Grecia, España o Portugal, todos países OCDE. A eso se suma la incidencia en la coaptación de la política por intereses empresariales (ley de pesca, SQM, etcétera), el debilitamiento de las instituciones públicas y la corrupción al interior de las propias empresas, tal como advierte el magnate George Soros. La tercera variable es la crisis de representación que se agudiza con las redes sociales, la inmediatez de las comunicaciones y el fin de la influencia de los medios de comunicación tradicionales. Esto último muestra que ni los políticos ni los empresarios son mejores ni más sabios que el ciudadano de a pie, aunque se espera que lo sean y ellos crean que lo son.

Este segundo gol del pueblo de Chile, con la mayor participación desde que existe voto voluntario, tuvo una contundencia definitiva, por más que en el gremialismo insistan que el 49% no fue a votar, como si esa abstención fuera de ellos. Por cierto, un argumento que no exhibieron en la última presidencial y cuyo resultado incluso interpretaron como un giro del país hacia la derecha. Al margen de eso, el voto por la Convención Constitucional muestra la desconfianza profunda hacia la clase política en general y podría ser un paso interesante hacia un país más democrático y maduro. La condicionante recae en la clase dirigente, aquella que está precisamente bajo sospecha hace mucho tiempo, y que con su larga historia endogámica, como dice Matta, podría no estar a la altura de los tiempos.

No tiene caso tratar aquí el desgaste del sistema de partidos y como han ido perdiendo legitimidad y adhesión a lo largo de estos años, pero como dijo en algún momento Bachelet “las cosas pueden ser cada día un poquito peor”. El desafío para los partidos de oposición será llegar a la Constituyente con candidatos independientes y no con políticos semi o derechamente jubilados. La derecha probablemente seguirá apelando al electorado duro, aunque cada vez está menos claro si eso le alcanzará para ejercer el veto a la que ha estado habituada a lo largo de todos estos años.

Un capítulo aparte es la performance del gobierno en todo este proceso, donde el gabinete del Rechazo predominó en la retina pública durante largos meses. El discurso de Piñera la noche del 25 de Octubre, adoptando un tono republicano totalmente inhabitual en él, resulta muy surrealista. Un Presidente cota mil, empresario, mega millonario, y cuyos dos gobiernos han hecho estragos con las instituciones tiene escasa consistencia para eso. Tampoco se puede perder de vista que este plebiscito surgió como opción a la disyuntiva presidencial de sacar los militares a la calle para enfrentar un enemigo externo “poderoso e implacable”, todo en base a información sesgada y mentirosa que podría haber llevado al país a una involución total y todavía mayores violaciones a los derechos humanos. En este punto no son pocos los que consideran clave el buen criterio del general Iturriaga cuando declaró que no estaba en guerra con nadie.

Pero quedémonos con lo que pasó el domingo. En su tiempo Matta decía algo muy apropiado para el caso: “…tiene que haber un sueño, tiene que haber un proyecto común que corresponda al sueño, que corresponda a soñarse, una cosa formidable que te saca del dolor cotidiano”. Quizás esta votación se ubique en eso, en la necesidad de soñar un país que está más crecido, pasar a los pantalones largos, pese a la resistencia de una élite anclada en el Siglo XIX. Por ahora celebremos un gol que costó literalmente sangre, sudor y lágrimas; pero sin perder de vista que queda mucho partido por jugar y el árbitro no acompaña en lo absoluto. (Red NP)

Luis Marcó

 

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