Antes del anochecer- Jorge Navarrete

Antes del anochecer- Jorge Navarrete

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Cualquiera sea el resultado de esta jornada electoral, seremos testigos de un evento notable y que no ocurre en todas las democracias del planeta. En efecto, hoy, y antes de que se ponga el sol, sabremos quién es el próximo Presidente de la República. Y lo que para muchos es una singularidad -especialmente en un país que sigue votando en un papel, con lápiz de grafito, y donde el primer recuento se hace por los propios miembros de la mesa- este logro es el resultado de una reforma electoral que masificó el derecho a sufragio, convirtiéndolo de verdad en un derecho universal.

Fue en 1958, concluyendo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, que se introdujeron una serie de modificaciones al proceso electoral, donde destaca la cédula única. Contrario a lo que muchos creen, no se trata de una idea original. Ya en 1925 se había instaurado por decreto, el que después se dejó sin efecto por la resistencia de la elite política de ese entonces. Otro intento se hizo en 1951, a instancias de varios partidos políticos de centroizquierda, donde se presentó el proyecto “Rogers”, el que sin embargo no logró ser votado favorablemente en el Congreso.

Pero años más tarde y con el protagonismo del entonces presidente de la Democracia Cristiana, Rafael Gumucio, se generó un acuerdo parlamentario conocido como el “Bloque de Saneamiento Democrático”, el que, además de la Falange, incluía al Frente de Acción Popular, el Partido Radical y a representantes del Partido Nacional. El propósito fue constituirse como mayoría parlamentaria para promover exclusivamente tres iniciativas: la reforma electoral, derogar la “ley maldita” y contar con una ley de probidad administrativa.

De todas ellas, fue la reforma electoral, y en particular la cédula única, la que transformó de manera definitiva nuestra democracia. Atrás quedaba el cohecho que de manera masiva se practicó en nuestros campos y en los sectores rurales del país. Se terminaba también con la cédula particular, la que se emparentó con nefastas prácticas como el “sobre brujo” y los “votos doblados”. Y fue así que se consolidó el secreto del sufragio, llevando a lo más alto aquel ideal de una democracia: ese que considera a todos sus hijos iguales al momento de elegir.

Pase lo que pase hoy domingo, cualquiera que sea el ganador, es de esperar que valoremos más lo que tenemos y hemos construido durante tanto tiempo. Ni una derrota, menos tampoco una campaña, valen el desprestigio de nuestras instituciones o el debilitar la fe pública que hemos depositado sobre el proceso de elecciones. Esta noche tendremos un nuevo Presidente de la República electo, el que se habrá ganado la legitimidad democrática para gobernar a partir de marzo próximo.

La Tercera

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